domingo, 30 de septiembre de 2012

Perfume de Arco Iris (Rosas Rojas - Anne Sexton)




Rosas Rojas    
(Anne Sexton)                           


Tommy tiene tres años y cuando se porta mal
su madre baila con él.
Ella pone el disco,
“Rosas Rojas para una Dama Triste”
y lo arroja a través de la habitación.
Hay que confesar que,
ella nunca le puso la mano encima,
sólo la pared le puso la mano encima.
Él se saca rosas rojas en diferentes partes,
en la cabeza, aquella vez que estaba soñoliento como un río,
en la espalda, la vez que fue un espantapájaros roto,
en el brazo como si un diamante lo hubiese mordido,
en la pierna, torcida como una vara de regaliz,
todo ese baile tuvieron juntos,
La Dama Triste y Tommy.
Te caíste, dice ella, sólo recuerda que te caíste.
Me caí, es todo lo que él les dice a los doctores
en el hospital. Una dama gentil vino y
le hizo preguntas pero debido
a que no quiere ser enviado lejos dice, me caí.
Nunca dice nada más a pesar de que ya habla muy bien.
Nunca mencionó lo de la música
o como ella cantaba y gritaba
alzándolo y arrojándolo.

Él aparenta ser su pelota.
Trata de doblarse y rebotar
pero se aplasta como una fruta.
Porque ama a la Dama Triste y los moretones
de rosas rojas que le produce.




Red Roses
(Anne Sexton)


Tommy is three and when he's bad
his mother dances with him.
She puts on the record,
"Red Roses for a Blue Lady"
and throws him across the room.
Mind you,
she never laid a hand on him.
He gets red roses in different places,
the head, that time he was as sleepy as a river,
the back, that time he was a broken scarecrow,
the arm like a diamond had bitten it,
the leg, twisted like a licorice stick,
all the dance they did together,
Blue Lady and Tommy.
You fell, she said, just remember you fell.
I fell, is all he told the doctors
in the big hospital. A nice lady came
and asked him questions but because
he didn't want to be sent away he said, I fell.
He never said anything else although he could talk fine.
He never told about the music
or how she'd sing and shout
holding him up and throwing him.

He pretends he is her ball.
He tries to fold up and bounce
but he squashes like fruit.
For he loves Blue Lady and the spots
of red roses he gives her.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Homo Lectoris 5 (Leehelenistas)


Leehelenistas


Para los griegos era más importante saber leer que escribir. Al menos en eso los eruditos parecen estar de acuerdo. En lo que no coinciden es en definir si prevalecía la lectura en voz alta o en silencio. El sentido común nos inclina hacia la primera práctica ya en la Grecia Clásica el predominio en la vida cotidiana era de los textos utilitarios, de profesión: decretos, contratos, transacciones, discursos, demandas, pasquines e incluso publicidad. Por otra parte, la scriptio continua (escritura continua, sin espacios ni signos de puntuación) que se usaba entonces y se siguió usando muchos siglos después; hace pensar que la lectura en voz alta era de mayor ayuda para desentrañar el sentido de lo escrito. No obstante, hay evidencia de lectura privada, silenciosa, con fines de entretenimiento. Y es que en la Grecia antigua no todo eran libros de filosofía, retórica, tragedias, historia, ciencias, medicina y otras tantas disciplinas consideradas como "excelsas". No. También había libros de cocina, de carpintería al estilo de "hágalo-usted-mismo", de consejos de belleza, de chistes y de chismes, de confección de ropa, de diseño de acueductos, de caza, de manejo de armas, de jardinería. Hasta libros pornográficos que por desgracia no se han reeditado.

Sócrates desconfiaba de los libros, tal vez por ello no escribió ninguno. Y la actividad de la lectura llegó a parecerle un impedimento para el desarrollo de la reflexión personal, del pensamiento propio. Un excesivo contaminarse de ideas ajenas propiciando la atrofia intelectual, el ocio de las neuronas.
Parece que el gran filósofo atribuía a los libros un defecto que hoy se considera una virtud: las múltiples interpretaciones del texto, la libertad de elegir el uso del contenido. Platón, su discípulo, secundaba -con algunas reservas- la postura de su maestro. En cambio Aristóteles, discípulo de Platón, enloquecía por los libros.

Séneca, en sus cartas a un destinatario tal vez ficticio llamado Lucilio, desaconseja la lectura de muchos libros sugiriendo en cambio leer poco y en forma muy selectiva. Sus razones: leer demasiados libros era un malgasto del espíritu, un extravío. Una disipación absurda y nociva propia de las almas enfermas. Un proceder depravado de las mentes desordenadas. A los que encontraban gozo en ir de un libro a otro, repetía esta máxima: "Es propio de un estómago inapetente probar muchas cosas, las cuales, siendo opuestas y diversas, lejos de alimentar, corrompen".

Ya entonces se quejaban de los muchos libros en circulación. Eso no ha cambiado.




viernes, 7 de septiembre de 2012

Exposición de un coleccionista 2 (Cuadro negro)

Malévich

Cuadro negro

Para habituarse a su entorno, el autor trabajó su lienzo al natural. Diligencia no falta. Se percibe en la homogénea composición del conjunto; alarde de acromatismo que suscita un vértigo álmico. El observador se precipita en las espirales de la abolición, en una pesadilla de infinitos etcéteras. La sombra de la sombra en donde el pensamiento se oscurece. Nada para los ojos. La noche no puede detener su hemorragia. 
Perfecta amalgama de la realidad con el Yo nigérrimo, aunque también podría ser una oblicua referencia al mercado negro de obras de arte, los huevos negros de Owakudani o la bola de billar número ocho. Un retorno a los antiguos, a la majestad pródiga y ecuménica. La genialidad está en la omisión. Para ser un artista universal nada mejor que una obra que satisfaga todos los gustos. Puedo decir: pomposa falta de imaginación... mas me gana la risa.
Este óleo (número 2 en mi catálogo personal) tuve que retirarlo de mi galería que mantengo abierta al público ya que se convirtió en un juego obsesivo para ciertos concurrentes maniáticos, quienes, diariamente con lupa en mano se pasaban horas examinando cada centímetro cuadrado. Algunos incluso, pasándose de audaces, se turnaban para montarse en hombros uno encima del otro con el fin de inspeccionar las pinceladas superiores.
Es fácil engañar al ojo. Esta pintura, en todo caso... colgársela en el cuello como rótulo de la muerte.
¿Son estos los privilegios de la vista?