viernes, 27 de octubre de 2017

Manual de Botánica 3 (Bambú)



Se propaga como epidemia y en todo su interior hay vacío: es el estuche de la nada; pero puede convertirse en corral o balsa. En vaso para tu vino, en tu radiante columpio, en tu sillón predilecto. En las persianas de tu sacra morada. Es asunto frecuente del haikú. Úsalo para espantar a los malos espíritus. No desdeñes las notas musicales de su flauta mágica ni la cuchara para la sopa nutricia ni el chasen para tu aromático té. Practica su mística del viento. Puede convertirse en tu escalera grande o en otra chiquita, en el petate para tu sueño reparador. En el cálamo, la poética pluma para tu caligrafía. El papel para tus cartas de amor o tu nota suicida. Tu talismán infalible. Puede ser la conciencia tranquila de tu farsa ecológica. La bienaventuranza o la peor pesadilla de tu jardín.

Se disemina cual plaga
el pletórico bambú,
es anfitrión del haikú
y al crecer no se rezaga.
Su fragancia es algo vaga
y es de índole invasora,
desestabilizadora
de otras especies vecinas
mas en sus verdes cortinas
muchos usos atesora.






domingo, 15 de octubre de 2017

Yantar de Gesta 9 (La dieta de Gandhi)



Ocurre que me canso de los dátiles, los plátanos y los frutos secos. Ya me fatigan las semillas y los granos, los tubérculos y las raíces. No soy un rumiante, por algo tengo premolares, molares, caninos e incisivos. No mastico con movimientos rotatorios como si fuera una vaca o un camello. Mis mandíbulas están diseñadas para una dieta diferente. Cuando nadie me ve, dejo a un lado el jugo de limón y las naranjas. Admito que el ascetismo me aburre a menudo. Es muy duro sobrellevar a un mismo tiempo el vegetarianismo y el celibato.  Me apetece un buen corte de carne roja para asar y así consentir un poco a los jugos gástricos de mi organismo: un bistec, un filete o unas costillas de res; como mínimo con un centímetro de espesor. Es el momento de extraer de de mi túnica un saquito de sal que llevo escondido y que obtuve de un depósito de baja profundidad en el mar. Ahora que nos hemos liberado del yugo de la Gran Bretaña no tendría inconveniente en aderezar el corte de carne con un poco de salsa inglesa (1/4 de taza sería suficiente). Después una cucharadita de mostaza y una pizca de pimienta bien molida.
Indispensable tallar la parrilla del asador con la mitad de una cebolla. Evitar encender el carbón con gasolina. Lo mejor son trocitos de madera resinosa, es más lento y ello solivianta el apetito. Durante la espera, mientras las brasas están a punto, no viene mal un poco de chorizo español. Durante la cocción de la carne sugiero darle la vuelta al corte sólo una vez. A mí me gusta acompañar el manjar con una grata cerveza fría, oscura de preferencia.

viernes, 6 de octubre de 2017

Convicción



Tú cree. Con candidez o la terquedad de una piedra. Con desorientación o con descuido. Hasta con hipocresía. Cree en los labios sellados por un juramento, en el secreto llevado a la tumba. En la mano puesta a la izquierda del pecho aunque el corazón esté en el centro. Cree en la saliva vaporosa del silencio, en la discreción de la desnudez, en los pálpitos de la oscuridad, en la armonía de las cosas inmóviles. No dejes de darle tu voto de confianza a la retórica del espejismo. Cree en la omnipotencia de un "tal vez". Haz cualquier cosa por gustarle a tu creencia, incluso fingirle que le guardas fidelidad, que es tu única salvación. Tú cree.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Travesía




El camino es sinuoso y
sin vegetación a la vera.
No hay señales que indiquen la distancia
o las condiciones de la ruta
mas debo proseguir.
Me faltan las fuerzas,
el sol ha quemado mi piel
y penetra hasta mi sombra,
si al menos una que otra nube bienhechora
obstruyera los martirizadores rayos;
mi cantimplora se agota y
no hay un arroyo a la vista
fluyendo en forma moribunda.
Mi última ración de comida
la devoré leguas atrás,
si al menos encontrara
el bulbo de una planta o un cactus.
Un poco de follaje húmedo para chupar
o dar un poco de alivio a mis pies
que las oquedades de mis botas han llagado;
ni una sabandija que mis entumecidos reflejos
no podrían atrapar,
mala suerte: no hay sino marchitos cardos,
un paisaje yermo con un matiz aterrador de eternidad,
un páramo con grietas desoladoras.
Ausencia casi pura,
nada en lo que se pueda confiar.
Un silencio que sólo destruyen
mis resuellos y latidos.
Pese a todo, mi marcha debo proseguir.
No hay huellas que me precedan,
ningún albergue abandonado
ha aparecido por los alrededores,
ni una ruinosa garita o techo que antaño
sirviera de tregua
para los caminantes desorientados.
Si al menos pudiera gritar
para que nadie viniera en mi socorro,
o me encontrara unas ramas crujientes
para hacer una fogata
que no sabría cómo encender y cuyo humo
atrajese la indiferencia de alguien
y me dedicara una no plegaria
que de cualquier modo
Dios no escucharía.
No obstante, debo proseguir.
El horizonte parece interminable,
como una línea de infinito trazo,
tan inmaculado como mi desesperanza,
sin montañas.
Mi paso es zigzagueante, primitivo.
A veces retrocedo para mantener el equilibrio.
Si tan siquiera pudiera mantener
una postura erguida, o por lo menos
hallase una vara,
un palo no muy recto pero firme.
Si al menos no hablara mal
de mí conmigo mismo.
Si por lo menos no tuviera
esta angustia que me despelleja,
o estos pensamientos siniestros
y en mi mente germinara
una diminuta semilla de optimismo.
Un humilde embrión de aliento.
Si me quedara una harapienta fe
en alguna entelequia,
en algún sueño irreverente e inventado.

Todo en contra. 
Pero a pesar de todo, debo continuar.