Mostrando las entradas con la etiqueta Eva Braun. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Eva Braun. Mostrar todas las entradas

sábado, 10 de junio de 2017

Führerin (Eva Braun)





La tildan de fatua e insípida pero su corazón es un remolino de lumbre inofensiva. No la comprende el pueblo alemán aunque tampoco ella a sí misma. Tal aura de tontuela, de mecanógrafa pintándose las uñas es un ardid que aprendió en el convento. Mórbida como el Amor, único cometido que tiene en la vida, no aspira a más que a un cuento de hadas, al romanticismo de una saga germánica en donde ella es la lánguida heroína. Hay que disculpar sus idílicas abstracciones, nunca tuvo una muñeca y su ternura no está entrenada para la realidad. Otro secreto: le inquieta que la intuyan; su guardarropía es sólo un escondite, un fulgente disfraz para encandilar a las visitas. Sus iniciales, EB, parecen formar un desfavorable trébol de cuatro hojas en el broche junto al cuello. Fuma imitando a actrices hollywoodenses pero su tedio es genuino: la ceniza que pende del cigarrillo es un mal augurio. Pese a sus pícaros pómulos manzaniles tiene una expresión de púdica melancolía, como después de un suicidio fallido. A menudo sus pupilas, cual confituras de membrillo, miran con una beatitud elegíaca que perturba. En torno suyo las aves de presa traman acrobacias bélicas y discuten quién aniquila a quién. En el fondo ella es un ángel bávaro cuyos níveos pies -tenues copos- flotan sobre torcidos cadáveres que parecen pilas de cartón. Se tapa los oídos haciendo mohínes infantiles, en un acaramelado gesto por confundir a los gritos rojos de la muerte. De noche sus almohadas intercambian pesadillas.