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jueves, 22 de marzo de 2018

Cartilla Sextina 11


Sextina de la Perorata

Egregios ciudadanos de este mitin:
se acerca el día de ejercer el voto
para fijar el rumbo de la patria.
Auguro vientos prósperos de cambio
y prometo justicia para el pueblo
si es que me favorecen en las urnas.

Marchen con pragmatismo hacia las urnas
pues tal es la intención de nuestro mitin:
fomentar el civismo en todo el pueblo.
Soy un caudillo protector del voto.
Prosélitos, pugnemos por el cambio
y no seamos huérfanos de patria.

Ya bien pensado: cada quien su patria.
Corran si hay culatazos en las urnas,
es la señal de un infructuoso cambio.
Mientras beben cervezas en el mitin
les sugiero que sueñen con su voto,
los bostezos le ganan siempre al pueblo.

Gente de este rebaño, que no pueblo:
las encuestas me dicen que la patria
quiere a alguien carismático. Su voto
mostrará que soy célebre en las urnas.
Veo gente mugrienta aquí en el mitin
que se imagina un inaudito cambio;

permanecer igual también es cambio
según ciertos retóricos del pueblo
quienes mediante el bla bla bla en un mitin
—su excrementicia burla de la patria
quieren lanzarse al estrellato. Las urnas,
son la escenografía para el voto.

Hagamos una mística del voto,
no un pasatiempo sino un don en cambio,
no un juego vil sino el deporte de las urnas
como épico torneo para un pueblo
que eructa ron vulgar que huele a patria
y confunde una juerga con un mitin.

Prometo un cambio mágico en las urnas,
un sutil fraude al pueblo y a la patria
con un voto tahúr después del mitin.





lunes, 19 de febrero de 2018

Cartilla Sextina 10


Sextina de las preces

Es una espina tórrida en el pulso
lo que me solivianta al ver tus piernas;
persigo como autómata los pasos
que sueles propagar con digno porte.
Relámpagos castaños en tu pelo
me inducen a incluirte entre mis preces.

Eres deidad de mis votivas preces,
al escoltarte se me abulta el pulso
y la brisa se ufana de tu pelo
tornándose en espejo de tus piernas.
Me arrodillo y avanzo ante ese porte
como un faquir, clavándome tus pasos.

Ante mí, un archipiélago de pasos
trastoca la sintaxis de mis preces;
se congratula el mar con tanto porte
y siento como arañas en el pulso.
Soy orden mendicante de tus piernas,
el indigente que te roba un pelo.

Hay un brillo aromático en tu pelo
de pétalos mordidos. Sigo pasos
que me guían al mar a ver tus piernas
y a abrazarlas rodeándolas de preces,
pues tal honor me lo he ganado a pulso
al bienquerer tu transparente porte.

Le sienta bien a mi aflicción el porte
peligroso, tan tuyo. Rostro y pelo
¿qué culpa tienen ellos de este pulso
que identifica sin errar tus pasos?
Junto mis manos, te dirijo preces
para reverenciar tus magnas piernas.

Con unción te descifro, tienes piernas
que endomingan caminos con su porte.
Vivo ante ti tartamudeando preces.
En vez de plumas opto por tu pelo
como pendón visible de tus pasos
que con su ondeo me trastorna el pulso.

Si mi pulso congenia con tus piernas
se debe a que tus pasos tienen porte
y a que a tu pelo extiéndense mis preces.

jueves, 5 de marzo de 2015

Huella























(Sextina de Lolitzin)

Me pide usted que le describa a Lola;
tendrá que imaginársela en la playa
calzando espuma y coloreando brisa. 
Podrá beber del cuenco de su huella,
pues todo dulcifica de algún modo
esta áurea dama de nutricio paso.

Si apenas me he acercado, paso a paso,
al palpitar limítrofe de Lola
y he podido inferir de cierto modo
su linaje mirífico de playa,
se debe a que he seguido cada huella
convirtiendo en mi cómplice a la brisa.

Salpicada de albores y de brisa,
puedo esbozarla así como de paso
y podría jurar que su ágil huella
es una cicatriz que deja Lola
en las íntimas dunas de la playa;
no me atrevo a explicarlo de otro modo.

Es lo que hay, sabe usted, y pues... ni modo,
confío en la elocuencia de la brisa
porque con ella está junto a la playa
convirtiéndose en púlpito a su paso.
Al mar —el novio único de Lola—
le gusta ir a besarle cada huella.

La arena, reverente ante su huella,
se azucara con sol de un terso modo,
es la magia cantábrica de Lola: 
su andar es difundido por la brisa
con fragancia distinta en cada paso 
y llega hasta mi erial desde su playa.

Le digo a usted que un día iré a su playa
para que pose en mí su magna huella:
en mi pecho el tatuaje de su paso.
Será según su grey de espumas y a su modo. 
Su perfume es ya vicio de la brisa
que solo quiere estar siguiendo a Lola.

Por eso voy al paso y de buen modo,
sigo la huella de bronceada brisa
hasta la playa donde reina Lola.


lunes, 23 de febrero de 2015

Diatriba más bien claridosa


Pujan los feligreses de este juego
que —hosanna— se bendice con las patas.
Devota de los tótems en el campo,
la barbarie persígnase con goles.
Le escupiría Píndaro a la turba
que confunde a un trofeo con la gloria.

Una guirnalda de balones: gloria
de veintidós eunucos cuyo juego
pudre el par de neuronas de una turba
que robustece el ego con las patas.
Catatonia de micos en el campo
que ofrece un festival de flojos goles.

El honor patrio pende de los goles
de estos caudillos (¡risa!) en pos de gloria,
remedo atroz de atletas en el campo 
que toman por oráculo un ruin juego,
un ritual que se oficia con las patas
y la mística vacua de la turba.

Hay que ver el festejo de la turba,
su brindis con cerveza por los goles
—esa estéril hazaña de las patas—
su fanfarronería hecha gloria
por la postiza épica de un juego
que vulgariza a todos en el campo.

La peste excrementicia, desde el campo,
propágase adictiva entre la turba.
Mefítico negocio: hay tanto en juego
que la divisa en curso son los goles
con que se compran cáscaras de gloria:
la estólida epopeya de las patas.

Si la virilidad está en sus patas,
se sienten señoriles en el campo
con su fugaz y chapucera gloria;
mitopeica costumbre de la turba
de exhibirse grotesca ante los goles
de bufones pomposos en el campo.

Píndaro, ya la turba exige goles
eructando en el campo hedionda gloria
del juego que se entiende con las patas.



sábado, 21 de julio de 2012

Cartilla Sextina 8




Sextina del miedo

Con revólver persígnase la noche
para escupir su oráculo de muerte,
no hay más trinchera en la ciudad que el miedo,
perdió su brújula el lugar del crimen.
Caminar distraído por la calle
es un recuerdo. Sal portando un arma.

Acaricia a tus hijos con un arma,
pues yendo en los pasillos de la noche
no va a escoltarte Dios en cada calle
si se anuncia con gárgaras la muerte.
El hampa en lid, los diáconos del crimen
te darán pus de plomo para el miedo.

Un tintero de voces tiene el miedo
y un lingote de fango pesa un arma,
decapitar es épica del crimen
cuando reparte naipes la atroz noche
y cuelga el pergamino de la muerte
en las márgenes rojas de una calle.

Endriagos de metrópoli en la calle
orinan en capítulos de miedo,
por cada reverencia de la muerte
es ungida con coágulos un arma
que gotea en los filos de la noche
el fétido dolor de un raudo crimen.

Siluetas de humo pautan contra el crimen
exigiéndole al odio que se calle.
Tatuada de cadáveres, la noche
es asfalto podrido por el miedo
que transita rascándose con su arma
el gatillero andante de la muerte.

Vicio de masturbarse con la muerte
el de las bestias báquicas del crimen;
es un muñón lo que sostiene el arma
tras un gruñir porcino a media calle
y los gusanos fúnebres del miedo
devoran la careta de la noche.

El crimen hiede a séquito de muerte,
calibra tu arma al ir por esa calle
donde el miedo babea cada noche.

lunes, 21 de mayo de 2012

Cartilla Sextina 7




Sextina del retoque

Como cualquier artista que se jacte
de ser capaz de un mínimo de tacto,
retoco a mi modelo pues su fama
en la posteridad depende de ello.
Pero hay que hacerlo bien, sin que se note
la chapuza, el favor; no hacer un timo.

Es una cirugía, nunca un timo.
Hay que hacer que la fémina se jacte
de su belleza y todo el mundo note
que el lienzo o la escultura son al tacto
como la original. Me empeño en ello
con tal de que mi amor me traiga fama.

Leonardo y Miguel Ángel tienen fama
porque cubrir defectos no fue un timo,
sus musas lo agradecen, prueba de ello
es que ninguna hay que no se jacte.
Todo fue proceder con gracia y tacto
para que el hombre de hoy ni un fallo note.

Para que su ojo miope no se note
le he quitado las gafas, tienen fama
de poco seductoras y es por tacto
que hago nívea su tez no es simple timo
para que su ego anémico se jacte
del celo en que al plasmarla pongo en ello.

Su andar, es menester hacer con ello
algún truco sutil, que no se note
su pie zambo. Si quiere que me jacte
de mi obra y que la encumbre hasta la fama
sus piernas puliré pues no es un timo
darles fulgor y suavidad al tacto. 

Y aunque parezca abuso tanto tacto,
es ética y pudor no ahondar en ello:
porque sus pechos vastos son un timo
la cicatriz haré que no se note
y así postizos ganarán la fama
para que ella inmortal de sí se jacte.

No es que me jacte de prevista fama
mas no confundo al tacto con el timo
y ello el Parnaso espero que lo note.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Cartilla Sextina 6


Sextina de la musa


Ya que mi musa se ha empeñado mucho
en que la baje de una vez del trono,
no tengo más remedio que hacer caso.
No quiere ya laureles en el pelo
ni entrar en desafíos con las flores,
tampoco alegorías de su cutis.


Quiere ser frívola, cuidar su cutis,
hojear revistas que la embeben mucho
con fotos de galanes no de flores.
Busca en un centro comercial su trono:
el salón de belleza pues su pelo
nueva estética exige en este caso.


No es lo peor ser banal en este caso,
es más que mascarillas en el cutis
o ese arco iris fúlgido en el pelo:
mañana y noche bebe y fuma mucho,
y el pedestal que un día fue su trono
lo demolió y decapitó sus flores.


Ni siquiera un tatuaje hecho de flores
le entusiasma y prefiere en todo caso
un lobo negro idéntico al del trono
de la condesa que cuidó su cutis
con sangre de sus criadas. Temo mucho
que llegue a ahorcarme con su largo pelo.


He birlado a la prensa por un pelo
pues la han visto aspirar, pero no flores,
sino droga que a mí me cuesta mucho
y ya la autoridad sabe del caso,
mas la indultan por ser de excelso cutis
tras poseerla al pie de su alto trono.


Y con tal desenfreno ante su trono,
mi musa ha preferido que su pelo
se pegue sudoroso sobre el cutis:
ruines machos cabríos comen flores
con la venérea gula que en tal caso
a mi musa parece gusta mucho.


Así que no más flores en el pelo,
ni el trono de la musa viene al caso
pues su cutis, el goce ha ajado mucho.



martes, 20 de diciembre de 2011

Cartilla Sextina 5



Sextina de los sentidos

Olfato, oído, vista, tacto, gusto:
¿listos por fin para el arribo de Ella?
El eco de su andar muy cerca se oye
y el aire austral a su cabello huele.
Hagan la recepción con mucho tacto,
a solas, sin testigos a la vista.

De entrada, no me importa cómo vista,
sin duda imperará su fino gusto,
con prendas elocuentes para el tacto
y el superior estilo que hay en Ella,
sin olvidar su piel que a piña huele
con una intensidad que casi se oye.

Hasta su parpadear con eco se oye,
y su aroma al alcance de mi vista
parece conducir a quien lo huele
a la rara noción de estar a gusto.
Mis ojos arderán en frente de Ella
por el frutal idioma de su tacto.

Esencias dactilares gana el tacto,
ya palpa la mirada mientras oye
cómo se va acercando el sol con Ella:
espejismo aromático a la vista,
cicatriz que a su imagen tiene gusto:
riéndose del Amor y a lo que huele.

Mi sinrazón detiene al tiempo. Huele
a festín de huecos para el tacto.
Tengo encías de miel por darle gusto,
mis pálpitos la orientan, sé que me oye
por una transparencia a leguas vista:
un séquito de aromas va tras Ella.

La nigromanta de mis manos: Ella.
Contengo su fragancia ronca, huele
a colirio que otorga extensa vista
a emoliente ilusión que pule el tacto.
Un áspero silencio en ruta se oye…
en las esperas es como me gusto.

Ella al condecorarme con su tacto
oye crepitaciones de mi vista.
Su sombra huele a anís para mi gusto.


sábado, 29 de octubre de 2011

Cartilla Sextina 4

Sextina publicitaria

Hasta el agua que bebo ostenta marca,
pronto el aire que aspire tendrá precio:
sin duda alguna se pondrá de moda
el de campaña más tenaz y necia;
las regalías de un emporio o firma
dependerán de mi lealtad de cliente.

Mi ego dejará de ser el cliente,
mi autoestima optará por ir sin marca.
Un tótem, logotipo de una firma,
preferirá lucrar poniendo precio
a esta mi sed -mercadería necia-
de vivir, cual si fuera alguna moda.

Los dioses en el nombre de la moda,
ven a un hombre devoto como a un cliente
y al recurrir a propaganda necia,
hasta las bendiciones tienen marca:
de acuerdo a la envoltura ese es el precio
e incluye una tarjeta con su firma.

Con la astuta estrategia de una firma
puede ponerse a Zeus a Thor de moda.
Crece el contraste entre el valor y precio
con ficticios descuentos hacia el cliente.
La era de neurosis por la marca
será en la historia humana la más necia.

Se afanan los consorcios en su necia
lid por acaparar bajo su firma
todo aquello que aún no tiene marca:
la sangre, el fuego, el aire ante la moda,
irán a un mostrador timando al cliente
con un sombrío rótulo en el precio.

Al envasarse todo tiene un precio,
es la ley de la usura y aunque es necia
la actitud de negarse como cliente,
siempre las artimañas de una firma
pondrán como anacrónica o de moda
la alcurnia estafadora de una marca.

Y aunque no tenga precio ni una marca,
un patrocinador de moda, firma
esta sextina necia para el cliente.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Cartilla Sextina 2

Vampírica Sextina
De joven te ofrecí un pacto de sangre
sin conocerte, porque estaba solo.
Te busqué en los pasillos de la noche,
con mi usual preferencia por el negro.
Un cuervo que no sé de dónde vino
me dirigió a las puertas de una fiesta.

Me infiltré en la anarquía de la fiesta
y aticé la vehemencia de mi sangre
con los ásperos tragos de un mal vino.
Compadeciéndome al estar tan solo,
sin dudar, escogí un destino negro:
te invoqué como reina de la noche.

Aquella tétrica y difusa noche,
juré solemne en medio de la fiesta

que te sería fiel siempre de negro

ratificando el trato con mi sangre
e instauré un rito erótico yo solo
por una idea oscura que me vino.
De mí extracté el comprometido vino
y te intuí cercana en esa noche

—destreza natural de un hombre solo—.
En mi patíbulo ofrecí otra fiesta
tu barbilla temblaba por mi sangre
con sed de convertirme en paje negro.

Con góticos atuendos color negro
tu espectro corruptor hacia mí vino
y de mis labios obtuviste sangre,
—no del cuello— violando aquella noche
la vampírica pompa de la fiesta
sintiendo amor por quien estaba solo.

Mi corazón pasó a adornar tan sólo
al cuervo en tu blasón con fondo negro
que sueles exhibir en cada fiesta
a la hora del éxtasis del vino,
elíxir que destilas cada noche
a partir de mis óbolos de sangre.

Soy vino que consagras en tu fiesta,
sangre fatal de concubino solo,
rocío negro de la roja noche.