lunes, 27 de mayo de 2013

Pingüino



Al despedirme siento que me arruino
bajo un alud de nieve que repleta
la madriguera idílica y secreta
en donde éramos dos tras un destino.
Igual que un melancólico pingüino
que mira y dice adiós con una aleta,
solemne, con su traje de etiqueta,
con quebranto glacial y ultramarino,
al iglú que se aleja sobre el hielo
y flota a la deriva, separado
del Polo, en donde vas sin que lo evite,
en búsqueda de otro aire y otro cielo;
mientras que -viejo yo para ir a nado-
quedo en el témpano que se derrite.