jueves, 31 de mayo de 2012

Exposición de un coleccionista (Cuadro primigenio)



Cuadro primigenio

El arte de la pintura empieza con un punto. Una serie de puntos da lugar a una línea y después tenemos un plano. De tal modo lo afirma Leonardo da Vinci y no soy quien para contradecirlo dado mi nivel de coleccionista aficionado. Ese es el punto.
El título del cuadro que generosamente comparto es “Cero a la izquierda – Cero a la derecha”, título muy elaborado para mi gusto. Fue adquirido en un tianguis de mi barrio, dentro de las actividades organizadas en la colecta anual de la Cruz Roja. Ejerzo mi derecho a no difundir autor ni precio para no trastornar el mercado internacional de las obras pictóricas, tan proclive a las transacciones especulativas. A últimas fechas las telas de encumbradas galerías y colecciones privadas se tasan con montos enormes. Por otra parte las falsificaciones también están a la orden del día.
Como puede admirarse, el cuadro no carece de profundidad pese a ser todo centro que se convierte en eje como corresponde a un punto. Destaca también por su expresión contenida carente de contenido. Su tácita exuberancia emana de la evocadora noción de aquella partícula primigenia, infinitesimalmente pequeña que en teoría dio origen al universo. De ahí su densa gama espacial. Casi la Nada, que es, a un tiempo, la No-Nada y lo que resta. Lo que es simple se vuelve complejo, es decir, complejo de inferioridad. Con una clara tendencia preultraneobarroca el artista logra temperar el rigor técnico y los matices propios de las perturbadora y perturbada escuela cientificista; lo que ocurra primero. Amén.
La obra estuvo perdida algunos años pero lo intrigante es que figuraba en el índice de adquisiciones de dos importantes museos británicos. Entre algunos críticos se decía haberla visto en la sala de espera de un dentista groenlandés. Sus características fueron referidas en  respetables boletines de arte sin que nadie fuera capaz de dar cuenta de su paradero. Por desgracia fue encontrada.

lunes, 21 de mayo de 2012

Cartilla Sextina 7




Sextina del retoque

Como cualquier artista que se jacte
de ser capaz de un mínimo de tacto,
retoco a mi modelo pues su fama
en la posteridad depende de ello.
Pero hay que hacerlo bien, sin que se note
la chapuza, el favor; no hacer un timo.

Es una cirugía, nunca un timo.
Hay que hacer que la fémina se jacte
de su belleza y todo el mundo note
que el lienzo o la escultura son al tacto
como la original. Me empeño en ello
con tal de que mi amor me traiga fama.

Leonardo y Miguel Ángel tienen fama
porque cubrir defectos no fue un timo,
sus musas lo agradecen, prueba de ello
es que ninguna hay que no se jacte.
Todo fue proceder con gracia y tacto
para que el hombre de hoy ni un fallo note.

Para que su ojo miope no se note
le he quitado las gafas, tienen fama
de poco seductoras y es por tacto
que hago nívea su tez no es simple timo
para que su ego anémico se jacte
del celo en que al plasmarla pongo en ello.

Su andar, es menester hacer con ello
algún truco sutil, que no se note
su pie zambo. Si quiere que me jacte
de mi obra y que la encumbre hasta la fama
sus piernas puliré pues no es un timo
darles fulgor y suavidad al tacto. 

Y aunque parezca abuso tanto tacto,
es ética y pudor no ahondar en ello:
porque sus pechos vastos son un timo
la cicatriz haré que no se note
y así postizos ganarán la fama
para que ella inmortal de sí se jacte.

No es que me jacte de prevista fama
mas no confundo al tacto con el timo
y ello el Parnaso espero que lo note.

martes, 15 de mayo de 2012

Winona uñas largas


Comencé desde muy pequeña robando barras de chocolate en la tienda de la esquina. En realidad a mí no me gustaban los dulces por lo que se los ofrecía a los niños pobres del barrio que, harapientos, iban de un lugar a otro, haraganeando en lotes baldíos o en busca de alguien a quien gorronearle una moneda. Luego el impulso me vino cada domingo en la iglesia. Mi objetivo: el cesto de las limosnas. El párroco era un papanatas. Igual yo terminaba repartiendo el botín entre los vagos del rumbo ya que el dinero me era indiferente pues nunca anduve corta de fondos. En las casas de mis amigas no sé porqué me dio por llevarme las trusas y calzones de sus papás. En tal caso no me era posible andar por ahí regalando paños menores en la vía pública, por lo que, yo muy magnánima, los donaba al asilo de ancianos. En los hoteles no dejaba nada a la hora de partir: jabones, frascos de champú, toallas, batas, papel sanitario, plancha, la Biblia en el cajón, la secadora para el pelo, los sobres y hojas para la correspondencia, bolígrafos. La caja fuerte era muy complicado.
El problema fue en el almacén de Nueva York. Tenía blusas de sobra ¿para qué meter en mi bolso un vil trapo de lentejuelas de mil dólares? ¿En qué cabeza cabe coger un lápiz labial carísimo cuyo tono ni siquiera va con mi tipo de cara? ¿De dónde obtuve la idea de hurtar un bikini fosforescente si ni siquiera sé nadar? ¿Y ese horrible sostén de señora cuando yo todavía compro los míos en el departamento de adolescentes?
Y el policía, muy lindo, pidiéndome un autógrafo antes de arrestarme.

viernes, 4 de mayo de 2012

Perfume de Arco Iris (El Visionario-Marguerite Yourcenar)




El Visionario

Vi en la nieve un ciervo
muriendo en un cepo;

Vi sobre un estanque
flotar a un cadáver;

Vi sobre la costa
una seca concha;

Vi sobre el oleaje
a nerviosas aves;

Vi por las ciudades
viles miserables;

Vi en el llano todo
el humo del odio;

Vi sobre los mares
al sol amargarse;

Vi sobre los cielos
ojos con secretos;

Vi por el espacio
al siglo pasando;

Vi dentro de mi alma
cenizas y flamas;

Vi en mi corazón
ganar a un cruel dios.



Le Visionnaire


J’ai vu sur la neige
un cerf pris au piège;

J’ai vu sur l’étang
un noyé flottant;

J’ai vu sur la plage
un sec coquillage;

J’ai vu sur les eaux
les tremblants oiseaux;

J’ai vu dans les villes
des damnés serviles;

J’ai vu sur les plaines
la fumée des haines;

J’ai vu sur la mer
le soleil amer;

J’ai vu dans le cieux
d’insondables yeux;

J’ai vu dans l’espace
ce siècle qui passé.

J’ai vu dans mon  âme
la cendre et la flame;

J’ai vu dans mon coeur
un noir dieu vainqueur.


Marguerite Yourcenar (1903-1987)