viernes, 25 de diciembre de 2015

Tornados anaranjados 2


Un torniquete espectral de nubes como pólvora del viento, corola de terror, un telón de sombras torcido. Le gusta formar pliegues en el cielo. Viene con una sola rueda desde una remota oscuridad. Parece una broma del arco iris. Contiene un pájaro ígneo en el centro pero su cónica magnificencia exhibe un gélido dominio. Le digo: Monstruo barrendero, nos conocemos por las huellas. Un tornado de color naranja con zigzag viperino donde penetran los buitres feligreses del desasosiego. 
En sus contornos lleva la inquietud de los horizontes difusos. No es borrón y cuenta nueva. Se me echa encima como un dios ofendido por tan poca idolatría. Envuelvo con mi miedo a los árboles arrancados de raíz. Por los muros de mi pesadilla girando arremete una espiral domadora de relámpagos. 
Tractores, ferrocarriles y casas rodantes me producen vértigo con su tiovivo. No hay refugio. El remolino viene hacia mí justo cuando estoy remendando la esperanza en forma de mi única camisa; aunque se tambalea la calamidad siempre llega. Ahora quiero perseguirlo. Encuéntrenme si pueden.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Famosas últimas palabras


Ya sé que muchas cosas han perdido su encanto, que las estaciones ya no son puntuales, que el vino ha sido inficionado con caldos inauditos. Admito que hay excesivas quemazones y condenas, que los aromas ya no son honrados y los paisajes han perdido su armonía. Las calles son inseguras, el cielo muestra tizne y la lluvia sabe a lágrimas ásperas. Sé que la esperanza ha perdido sus sandalias de plata en la ceniza, que el temor es el atalayero turnado a nuestros muros, que las manos se amontonan en los botones de las cajas mugrientas que suman monedas. Convengo con que el cuerpo llama muerte a la aridez de la carne. Reconozco que las imágenes se transforman de un espejo a otro y el tiempo de tiempo muere.
Ya sé que hay cosas que han perdido su encanto pero, yo querría —pese a todo—; a mí me gustaría —se los juro— quedarme con ustedes.