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jueves, 20 de abril de 2017

Tornados anaranjados 3




                                                 ... y será tiempo de angustia (Daniel 12:1)
Se vuelve vicio la tristeza y el exprimir la glándula de la angustia. Nos esperan con los brazos abiertos en esas oníricas visiones, en el terror de los malos sueños y del anaranjado remolino.
El tornado avanza trayendo un vértigo de culpas y nos zarandea como a un espantapájaros desprevenido con el espíritu de trapo y las hilachas de la insignificancia. 
El tornado pasa desarbolando el crepúsculo, su cosecha deja ralos nuestros campos internos. Nos succiona el puré en que se ha convertido la esperanza. Y su idioma es convincente: con su estridencia ahoga los gritos de nuestras certidumbres. En su centro eléctrico se quema lo que nadie puede reclamar y uno se siente como un insecto dentro de una piedra de ámbar, pero no inmóvil sino girando sin parar con balbuceos de angustia que consume. Se pierde el plumaje y a veces hasta el cuero.

Se vuelve vicio la tristeza y el exprimir la glándula de la angustia. Ya casi les he tomado cariño. Ya casi...

viernes, 25 de diciembre de 2015

Tornados anaranjados 2


Un torniquete espectral de nubes como pólvora del viento, corola de terror, un telón de sombras torcido. Le gusta formar pliegues en el cielo. Viene con una sola rueda desde una remota oscuridad. Parece una broma del arco iris. Contiene un pájaro ígneo en el centro pero su cónica magnificencia exhibe un gélido dominio. Le digo: Monstruo barrendero, nos conocemos por las huellas. Un tornado de color naranja con zigzag viperino donde penetran los buitres feligreses del desasosiego. 
En sus contornos lleva la inquietud de los horizontes difusos. No es borrón y cuenta nueva. Se me echa encima como un dios ofendido por tan poca idolatría. Envuelvo con mi miedo a los árboles arrancados de raíz. Por los muros de mi pesadilla girando arremete una espiral domadora de relámpagos. 
Tractores, ferrocarriles y casas rodantes me producen vértigo con su tiovivo. No hay refugio. El remolino viene hacia mí justo cuando estoy remendando la esperanza en forma de mi única camisa; aunque se tambalea la calamidad siempre llega. Ahora quiero perseguirlo. Encuéntrenme si pueden.

domingo, 25 de enero de 2015

Tornados anaranjados


Para sentir angustia, nada mejor que tener a la mano un gran tornado color naranja. Me permito sugerir un trompo de esos que al girar con aterradora magnificencia, se llevan todas las certezas, los cándidos vislumbres y todo aquello que alguna vez uno consideró noble y valioso. Algunos tornados son muy contundentes en su devastación porque además poseen una cualidad hipnótica a medida que se acercan lo cual aumenta el riesgo de formar parte de su botín.
Yo sueño con tornados anaranjados desde niño y nunca he visto uno. Pero mis tornados oníricos son muy pulcros y todo lo abaten.
Relampaguean, tienen melenas eléctricas, producen un vértigo de incendio gélido. Parece que un oponente dorado del sol estuviera dentro de ellos.
Es extraño pero no siempre mis tornados vienen del horizonte y arrasan campos de trigo; a veces salen del ropero o cuando levanto una piedra pero siempre son gigantes que se tragan todo con sus revoluciones. En el remolino distingo papeles con palabras muy queridas, mi voluntad de ser, ángeles distraídos, pedacería de anhelos antiquísimos y reconocibles rostros de muertos que no están muertos.
En serio se los digo: para experimentar angustia no hay nada como un desfile de inmensos tornados anaranjados. Y los míos algún día gozarán de todo el temor, respeto y fama que se merecen.