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jueves, 20 de abril de 2017

Tornados anaranjados 3




                                                 ... y será tiempo de angustia (Daniel 12:1)
Se vuelve vicio la tristeza y el exprimir la glándula de la angustia. Nos esperan con los brazos abiertos en esas oníricas visiones, en el terror de los malos sueños y del anaranjado remolino.
El tornado avanza trayendo un vértigo de culpas y nos zarandea como a un espantapájaros desprevenido con el espíritu de trapo y las hilachas de la insignificancia. 
El tornado pasa desarbolando el crepúsculo, su cosecha deja ralos nuestros campos internos. Nos succiona el puré en que se ha convertido la esperanza. Y su idioma es convincente: con su estridencia ahoga los gritos de nuestras certidumbres. En su centro eléctrico se quema lo que nadie puede reclamar y uno se siente como un insecto dentro de una piedra de ámbar, pero no inmóvil sino girando sin parar con balbuceos de angustia que consume. Se pierde el plumaje y a veces hasta el cuero.

Se vuelve vicio la tristeza y el exprimir la glándula de la angustia. Ya casi les he tomado cariño. Ya casi...

viernes, 20 de noviembre de 2015

Séquito


Somos una secta apocalíptica
con una membresía que asciende a millones.
Charles Simic — "Angustiados Anónimos"

No sé llevar la cuenta. Nunca creí que fueran tantas. A veces me clavan sus púas de hielo en el torso, otras siento como gusanos de cristal quemante sobre mi cuerpo que emergen desde un tétrico sótano. Es mi escolta de angustias en marcha, tentando la oscuridad con las uñas mugrientas y torcidas. ¡Si al menos tuvieran un mínimo de garbo!
Mientras intento dormir, pasan a recogerme en una carroza que huele a bichos pisoteados, con asientos que rechinan. Vamos de paseo a orillas de los precipicios y a pueblos fantasmas donde siguen en pie casuchas con hierba que brota de las paredes.
Son angustias que intentan rapar sus pelucas con quijadas de burro. Me da pavor el verlas remendar sombras con agujas de hueso y telarañas. Me flanquean arrojando cenizas de mis íntimos incendios.
¡Qué puedo hacer sino posarme cual trémulo pajarucho sobre el tendedero! Desplumado; así, cuando la suerte te dirige muecas de burla y eres como otro jugador de naipes que ha perdido hasta la ropa.



domingo, 25 de enero de 2015

Tornados anaranjados


Para sentir angustia, nada mejor que tener a la mano un gran tornado color naranja. Me permito sugerir un trompo de esos que al girar con aterradora magnificencia, se llevan todas las certezas, los cándidos vislumbres y todo aquello que alguna vez uno consideró noble y valioso. Algunos tornados son muy contundentes en su devastación porque además poseen una cualidad hipnótica a medida que se acercan lo cual aumenta el riesgo de formar parte de su botín.
Yo sueño con tornados anaranjados desde niño y nunca he visto uno. Pero mis tornados oníricos son muy pulcros y todo lo abaten.
Relampaguean, tienen melenas eléctricas, producen un vértigo de incendio gélido. Parece que un oponente dorado del sol estuviera dentro de ellos.
Es extraño pero no siempre mis tornados vienen del horizonte y arrasan campos de trigo; a veces salen del ropero o cuando levanto una piedra pero siempre son gigantes que se tragan todo con sus revoluciones. En el remolino distingo papeles con palabras muy queridas, mi voluntad de ser, ángeles distraídos, pedacería de anhelos antiquísimos y reconocibles rostros de muertos que no están muertos.
En serio se los digo: para experimentar angustia no hay nada como un desfile de inmensos tornados anaranjados. Y los míos algún día gozarán de todo el temor, respeto y fama que se merecen.