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martes, 20 de octubre de 2020

Hedorfilia (Zorrillo)

Durante mi infancia siempre quise que mi nariz conociera la fetidez de los zorrillos. Era tal la protesta de las personas por lo hediondo de tan simpaticas criaturas, que ello despertó mi curiosidad. Repudio semejante me parecía una exageración, algo así como una forma deleznable de difamar a un idefenso animalito. Porque el zorrillo es eso: una especie pequeña que irada simpatía e incluso estilo y finura. Su fama de apestoso le ha dado cierto prestigio; los privilegios de una celebridad.
Lo cierto es que su insigne pestilencia la percibí por vez primera ya siendo un adulto. Su potente rociador o espray no fue un ataque sino un recurso de defensa. El olor puede penetrar los contornos y superficies de seres vivos y de cosas durante varias semanas, casi un mes. Es equiparable al tufo de un jugador americano tras un duro encuentro en la cancha o cualquier atleta sometido a mucho ejercicio corporal. Los menjurjes caseros para erradicar la peste no son muy eficaces. Se debe reconocer que tiene una excelente puntería y que ese hedor, que parece una mixtura de huevos podridos y orines rancios, además de impregnar la piel y la ropa de las personass, tiene poderes terapéuticos. Si se tienen las fosas nasales congestionadas, el zorrillo tiene la cura. El efluvio es tan penetrante que se abre paso a través de las flemas.
Menos mal que la sustancia que arrojan no es peligrosa. Si uno se intoxica es de consultas sobre perfumería. Téngase en cuenta que los seres humanos, para ser precisos, no despedimos lo que se dice, un olor a bálsamo o incienso. Somos igual de apestosos.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Dulcifea



Mi nombre es Dulcifea, mas no fui la doncella de caballero andante alguno. Yo me encontraba en la mazmorra de la soledad, el sitio al que van a parar los seres que el Amor desprecia.

Con mi rostro malhecho e insulso me gané el grado y el honor de ser la más horripilante de la escuela: nadie me invitó al baile de graduación. Mi vestido de gala fue la noche baldía.

Mi peinado ridículo y barroco causaba una hilaridad muy parecida a las lágrimas de lástima.
Tenía el cuerpo de una tabla de planchar, figura de mantarraya anémica. Aspecto de mariposa aliquebrada y confundida.

Un fenómeno de circo tenía menos público morboso que yo y conseguí sentirme como el escupitajo de un ebrio trasnochado. Me acostumbré a rehuirle a los espejos y la oscuridad fue mi amiga predilecta. La única.

Rota: me puse a reunir mis pedazos como si fueran reliquias de escarcha. Tiempo después me dio por fumar y me solté el cabello. Me puse pantalones y una blusa con motivos floripondios. Mis collares eran como abalorios de estrellas en vías de extinción.


Poco a poco mis dimensiones adquirieron colorido. Aprendí que no todo dolor debe eludirse y supe lucir una sonrisa agónica y desvergonzada: la fealdad tiene su cariz hechicero. Mi cara fea de pétalos marchitos. Sé ahora de la estilización estratégica de la apariencia.



Que Dios bendiga al güisqui. Ser feliz no es lo más importante en este mundo, como lo preconizan los fatuos que carecen de espíritu y necesitan ser grandes mentirosos de sí mismos. A menudo viene bien hacerse la ofendida. De ahora en adelante mi nombre será: Vehemencia. Singing the Blues. Ahora mi nombre es Janis.



jueves, 7 de junio de 2018

Infierno






El día en que llegué al infierno fue bastante difícil: no tenía con quien platicar. Yo esperaba ver guardias, carceleros o al menos monstruos llamativos que me impresionaran con su tétrica apariencia. El agua azufrosa no me quitaba la sed. No había un mísero paño al alcance para enjugarme el sudor. 
Ningún evento interesante de vez en cuando para hacerme olvidar el bochorno. He esperado en vano un desfile de carros alegóricos con demonios empuñando sus tridentes, pero nada. Mi único paisaje es un interminable río de lava que ya me hastía. Nada de abismos con llamaradas insaciables dispuestas a calcinar a los pecadores. Ni una escena de tormento con una gran olla de agua hirviente y algún otro condenado en su interior para amenizar la eternidad.
Arribé saludable y ahora tengo una permanente tos que no me deja tranquilo.

El Diablo resultó un antisocial y se la pasa tramando fallidas tentaciones. Lo conminé para que realizara algún malévolo prodigio y así poder profesarle un poco de respeto, pero es fecha que no muestra un poco de la perversidad que tanto le atribuyen los mortales. De hecho me parece un poco femenino a causa de las frases dulzonas que me dirije, llenas de consejos no solicitados.

He pensado tanto en los placeres prohibidos a los que renuncian los hombres por temor a caer en un perenne suplicio que en realidad no existe. Yo, que me esforcé por ser la persona más ruin del mundo para no tener que convivir con santurrones por los siglos de los siglos, estoy consumiéndome, pero no por las llamas sino por el aburrimiento.
Decepcionante.

viernes, 18 de mayo de 2018

Espéculo No. 1





Esta joven —que sabe hacer germinar todas las palabras con un beso— tiene ojos selváticos como corresponde a una musa destituida.
Creó el Cosmos en siete días y en el octavo descansó. En el primer día hizo un estuche de miradas que repartió entre Eva, María Magdalena, Cleopatra, Dalila, Juana de Arco, María Antonieta, Mata Hari y otras concursantes de melancólica obstinación.
El día segundo produjo una noche de bienestar marino sin faltar la habitual brisa proveniente de un ignoto acantilado. La tercera jornada estuvo muy tenaz engendrando caprichos multicolores. En el cuarto día inventó corazones en extremo receptivos con sus correspondientes listones de regalo. El quinto día lo tuvo destinado a triviales pormenores domésticos, pero el sexto y séptimo los consagró a diseñarse una corona con piezas de ajedrez.
Durante el merecido descanso del octavo día, recibió la visita de Ana Bolena y le permitió que dejara reposar su al garete cabeza mutilada en su hombro mientras la acariciaba compasiva. Después se emborracharon brindando sin parar por la implantación de una nueva semana laboral, por los amores no correspondidos y las equivocaciones por la desesperación salaz.

sábado, 24 de marzo de 2018

Carta ambarina



Mi niña ambarina:

Te escribo porque extraño tu boca de dátil maduro. No me censures la analogía sentimental con que te evoco, pues por tus labios he aprendido a divinizar al tacto. Me agrada acosar a esa miel de tus besos como si fuera un niño en pos de vedadas dulzuras. Te quiero por tu rostro de sol soñoliento.
En estos últimos días me la he pasado concibiendo toda clase de extravagancias con respecto a tu imagen que parece un recinto de palomas risueñas. Esta misma carta es prueba de ello: en sus estrafalarios renglones dejo constancia de mis delirios y empeños. Hago comparaciones inauditas pero espontáneas, como cuando alabo tu cabellera insumisa que aparenta ser cómplice del viento. Ya casi no creo en mis sentidos ni en mi otrora diáfano sentido común. Me ofusco al mirarte en un ámbito de huidiza e intacta niebla, como una fantasmagórica visión que burlona me hace ademanes para que me acerque; mas te alejas una y otra vez cuando en vano extiendo mis brazos hacia ti. Contigo pero sin nadie. A tu lado pero solo en un ilógico festejo: la lluvia se desplaza hacia arriba y el amanecer surge por el sur cuando me sorprende borracho con un ramillete de flores marchitas. No nací para el alejamiento, para lo remoto inaccesible. Añoro tu cuerpo de hoguera intáctil que me envuelve en un mágico deslumbre, tu arquitectura carnal que me tortura y solivianta cuando me montas como si fuera un corcel de espuma turbia, poseyéndome cual amazona bárbara y romántica. Te echo de menos como nunca, como quien se desarraiga de su apacible morada. ¿Recuerdas que una vez comparé el ardor de no tenerte con la sed? Me hace falta tu primaveral presencia. Para contrarrestar en forma ineficaz tu partida, trazo garabatos con tu nombre. En el colmo de la exageración y el dramatismo coloco mi mejilla menos maltratada en el suelo que has pisado.

Vuelve pronto.
Tuyo.

jueves, 15 de marzo de 2018

Trópico de Cáncer



Son coincidencias. Tétricas pero coincidencias al fin. Tras la quimioterapia mi cabello vuelve a crecer a razón de medio milímetro por día. Un hermoso cabello castaño, —perdonando la inmodestia— a medio camino entre lo rubio y lo moreno. A mi madre le gustaba verlo extenderse hasta los hombros y a mí sentir cómo la brisa tibia era juguetona y revoltosa con él. En la escuela fui aplicada y dócil, siempre con el pelo impecable gracias al pertinaz cepillo materno que recorría mi abundante melena una y otra vez antes de dejarme partir, irradiando como un astro con fulgor propio. Por mi estatura me formaba justo a la mitad de la fila entre las demás niñas antes de ingresar al aula. A mitad de la fila y en medio del patio.
A diferencia de mis compañeras, el estudio me era muy gratificante. Un gozo que se acrecentaba con la geografía y la contemplación del firmamento. Ver el cielo de noche era para mí como una aventura. Recostada en el césped trababa los nudillos detrás de mi nuca para memorizar las constelaciones del zodíaco. Identificándolas, repetía sus nombres una por una y, cerrando los ojos, jugaba a encenderlas y apagarlas según mi voluntad. Mi favorita fue siempre Cáncer, por su apariencia sutil y sencilla. Además era mi signo.
Cuando tuve mi primer novio fuimos una pareja medio estrambótica: yo era medio santurrona y él medio sacrílego, pero nos amamos con un completo frenesí. Ambos éramos vástagos de Cáncer, una mancuerna  —según los supersticiosos muy especial y espacial por aquello de la distracción congénita, viviendo en la luna, nuestra regente. Juntos parecíamos ir en direcciones contrarias, caminando de lado como los cangrejos con sus patas despistadas y botarates. Patas de cangrejo como las que Hipócrates creyó ver en los primeros tumores que examinó. El mío me lo diagnosticaron hace poco, al brincar la valla del medio siglo de vida y crece a razón de medio milímetro por mes.

Mi seno izquierdo se ha tornado rojizo y muy sensible, como dicen que les ocurre a las madres que amamantan, mas yo no tengo referencia alguna puesto que no tuve hijos ni me casé. No haber dado pecho nunca es algo que me amarga. Y afirman las estrellas tutelares que las mamás de signo Cáncer son pródigas en calostro.

La constelación que los crédulos aseguran rige mi destino son coincidencias dio nombre al trópico que cruza mi país casi por en medio. El paralelo se desplaza hacia el sur medio segundo por año. Algún día pasará por mi comarca de acuerdo a los expertos; un lustro tal vez: media década.

Mi tumor también se desplaza hacia el sur, es decir, mi sur, ruta abajo. Una invasión que parece ser meridional, metástasis sureña que avanza en forma implacable, sin marcha atrás. Resulta extraño porque suelen propagarse con total anarquía: células malignas moviéndose atolondradas y locas, como los cangrejos. Como que quieren ir rumbo a un sitio pero se dirigen a otro. Al presionar mis tejidos un dolor se extiende en forma aleatoria pero concluye siempre en mi centro, en mi medio, como si una fiera tenaza pellizcara mi carne. 

Dicen que en un futuro cercano el Trópico de Cáncer atravesará mi comarca, acaso mi hogar. Me gustaría estar allí, poner alguna señal. Si no fuera porque la doctora me ha calculado cuando mucho medio año más de vida. Son coincidencias, me digo, tétricas pero coincidencias al fin. Moriré tropical, constelada, canceriana y cancerosa. Íntegra, nada de medio.

viernes, 6 de octubre de 2017

Convicción



Tú cree. Con candidez o la terquedad de una piedra. Con desorientación o con descuido. Hasta con hipocresía. Cree en los labios sellados por un juramento, en el secreto llevado a la tumba. En la mano puesta a la izquierda del pecho aunque el corazón esté en el centro. Cree en la saliva vaporosa del silencio, en la discreción de la desnudez, en los pálpitos de la oscuridad, en la armonía de las cosas inmóviles. No dejes de darle tu voto de confianza a la retórica del espejismo. Cree en la omnipotencia de un "tal vez". Haz cualquier cosa por gustarle a tu creencia, incluso fingirle que le guardas fidelidad, que es tu única salvación. Tú cree.

miércoles, 27 de enero de 2016

Vericuentos 14 (Gutenberg)



De entrada lo confundí con un vendedor de biblias de puerta en puerta. No me inspiró confianza: estaba pálido como un papel. Su aspecto me parecía conocido, lo tenía bien grabado, alguien turbiamente popular; un personaje con mala prensa. Una caricaturesca copia de los distribuidores de La Atalaya
Aunque su cara no era lo que se dice, un libro abierto, deduje que su carácter era el de un tipo móvil, voluble. De él emanaba un olor a metal caliente, a hierro fundido. Un individuo de cierto volumen con ropas flojas y raídas, como desencuadernado. Hombre mayúsculo de viejo cuño con gestos minúsculos y una presencia del todo inédita. Tal fue mi primera impresión.
Me extendió un pliego que contenía muchas erratas señalando con el índice unas letras góticas. Algo no encajaba en el molde. Meneé la cabeza para dar a entender que no tenía tiempo pero el sujeto no quitaba el dedo del renglón. Por supuesto, obtener dinero era su tirada. Insistió en que leyera una cláusula acerca de patentes y regalías. "No invente", repliqué un poco iracundo pero en aras de la ecuanimidad corregí mi estilo.
La falta de aplomo suele dejar amplios márgenes para la impertinencia, así que como colofón lo despedí con un portazo. Creo que estuve ejemplar. Yo no me ando con medias tintas. 

miércoles, 26 de agosto de 2015

El diablo estuvo primero



El diablo llegó primero; con su cola de víbora (fue su primer juguete) y sus cuernos de ceniza compacta. El humo a través de sus fosas nasales resultó ser una pedantería inofensiva. 
Su advenimiento puso en marcha la evolución y durante incontables eras tuvo que esperar, ahíto de abulia, hasta que surgimos.
Vino a enseñarnos a no menospreciar el recreo de la carne porque es un regalo del Universo y que la Vida debe ser jocunda no un martirio para almas tullidas. 
Supo cómo santiguarse mientras se rascaba las axilas. Siempre le gustaron los atajos, en especial los subterráneos que pese a todo, mantienen vínculo con las constelaciones. Dicen que esa membrana roja que lleva puesta es prestada; que es un perdedor: falló al tentar a Quetzalcóatl, Zoroastro, Buda y a Yeshua.
Las religiones le han atribuido argucias de profeta pestilente; lo han descrito como tenebroso apóstol de retórica salaz.
En su conducta no hay embustes teológicos: el placer sirve para ayuntarse con lo divino. Prefiere acortar las distancias del pecado con su miembro viril y aprender hábitos con los cuales hoy nos sobresaltamos. 
En el primer Concilio del Pandemonium dejó muy claro que la humanidad no tendría fe si no la obligaran a tenerla y que la vida terrena requería un enemigo, un villano: le ha tocado a él. Su séquito es leal y tiene infinidad de adeptos pero se siente solo, el pobrecito.
Y ahora que todo es obra de Dios uno se pregunta si el diablo decidirá marcharse montando una bestia marcada con el 666.

domingo, 25 de enero de 2015

Tornados anaranjados


Para sentir angustia, nada mejor que tener a la mano un gran tornado color naranja. Me permito sugerir un trompo de esos que al girar con aterradora magnificencia, se llevan todas las certezas, los cándidos vislumbres y todo aquello que alguna vez uno consideró noble y valioso. Algunos tornados son muy contundentes en su devastación porque además poseen una cualidad hipnótica a medida que se acercan lo cual aumenta el riesgo de formar parte de su botín.
Yo sueño con tornados anaranjados desde niño y nunca he visto uno. Pero mis tornados oníricos son muy pulcros y todo lo abaten.
Relampaguean, tienen melenas eléctricas, producen un vértigo de incendio gélido. Parece que un oponente dorado del sol estuviera dentro de ellos.
Es extraño pero no siempre mis tornados vienen del horizonte y arrasan campos de trigo; a veces salen del ropero o cuando levanto una piedra pero siempre son gigantes que se tragan todo con sus revoluciones. En el remolino distingo papeles con palabras muy queridas, mi voluntad de ser, ángeles distraídos, pedacería de anhelos antiquísimos y reconocibles rostros de muertos que no están muertos.
En serio se los digo: para experimentar angustia no hay nada como un desfile de inmensos tornados anaranjados. Y los míos algún día gozarán de todo el temor, respeto y fama que se merecen.


miércoles, 21 de enero de 2015

Merolico


Gentiles damas y nobles caballeros: no padezcan más. Les ofrezco a un módico precio el mejor reconstituyente del mundo. Un elíxir maravilloso que no tiene parangón: lo cura todo. En estos humildes frasquitos está contenida la fórmula milagrosa desarrollada por mí siguiendo los sabios consejos de los brahamanes de Punyab. Esta pócima sacó de su postración melancólica a la bella princesa Gayatri tras infructuosos intentos de los médicos de su corte. Un bebedizo fenomenal que alivia no sólo las miserias corporales, sino también las del corazón y el alma. No es un vulgar jarabe que engatusa al organismo; no. Cura la diabetes, la hipertensión, las muelas cariadas, mordeduras de serpientes, la impotencia, infecciones bronquiales, la anorexia, la obesidad, el hipo, el insomnio, la neurastenia, el reumatismo y cualquier tipo de parálisis. Erradica parásitos, flatulencias, la facundia filosófica, las ínfulas literarias, las aspiraciones de vanas glorias deportivas, inquietudes ecológicas, los afanes de salvar a la humanidad. Sosiega las cuitas amorosas, la pena negra, la nostalgia, la frustración. Atenúa el lastre de las ilusiones. Fortifica la autoestima, hace crecer el cabello, elimina las arrugas, remueve de la ropa las manchas más difíciles. Su fragancia es un potente afrodisíaco que decuplica los orgasmos. Infunde vigor espiritual, es un excelente aditivo que hace rendir en un 200% el combustible de su automóvil y ahuyenta a cualquier tipo de virus de su computadora.
Puede usarse como insecticida e ingerido en dosis adecuadas (óptimas) produce una sutil embriaguez que predispone a las confidencias con la propia sombra como si fuera compañera de celda. Lleven consigo esta maravilla que no tiene fecha de caducidad a un precio ridículo. No se amontonen. Hagan fila.

jueves, 13 de febrero de 2014

sábado, 19 de octubre de 2013

La errancia caprichosa



El estilo ante todo: guantes de piel, vestido largo y botas de mujer que domina; aunque tenga la cara de princesa medieval. No iba a realizar mi primer vuelo luciendo como una bataclana. No soy una bruja en su escoba. Elevarse aunque sea unos pocos metros por encima de la polvorienta llanura amerita un toque de elegancia. En el aire se requiere más garbo que con los pies en la tierra. El viento en el rostro es una caricia de algodón. Durante el corto vuelo el sentido de libertad me envuelve como un manto de exquisito tafetán.
Claro que... montarse en un aeroplano es como si una pájara ciega guiara a una mariposa tullida, pero abandonarse al placer de la errancia más caprichosa no tiene paralelo. Es un trance que ningún narcótico puede siquiera vagamente remedar. El motor, los controles y las propelas me inspiran cierta experiencia animista, como si pudiera transmitirles mi júbilo de anacoreta aérea. Pero no olvido que lo inesperado siempre acecha como una nube oscura. Una falla insignificante y...
No soy una bruja en su escoba, más bien una sílfide con alas de tela y alambre.

Thérèse Peltier (1873 − 1926) La primera mujer en pilotar sola un aeroplano.



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miércoles, 9 de octubre de 2013

Todos campeones





Al jefe de los tangú en Nueva Guinea, le gustaba combinar la tradición con la modernidad. No era un líder obtuso y con beneplácito acogía las experiencias enriquecedoras provenientes del resto del mundo. De modo que hizo convocar a su pueblo para que presenciara una justa deportiva doble: primero un partido de tnketak y después -por vez primera en la comarca- uno de futbol. Aquella mañana dio la bienvenida a los participantes con un vehemente panegírico y el primer evento tuvo principio. El tnketak era el mayor recreo atlético de la tribu, con la misma dinámica que el boliche: hay que derribar piezas de coco parecidas a los pinos, mediante una fruta grande y seca que se hace rodar con vigor. El jefe veía con agrado el desarrollo del encuentro y los vítores del público denotaban gran júbilo. Resultado: un merecido empate entre los dos equipos contendientes.
Tras una corto festejo, el jefe de los tangú hizo un anuncio antes de iniciar el próximo acontecimiento: “La nación Tangú se complace en abrir sus puertas a un nuevo deporte... el futbol. Únicamente hemos introducido unas pocas variantes en las reglas para que pueda ser admitido en nuestra civilización: no hay ganadores, no hay perdedores y no hay árbitros”. Una delegación europea de autoridades futbolísticas, invitada de honor a tan magno capítulo en la historia, no tuvo más remedio que oponerse. Aquello era inconcebible pues iba en contra de la filosofía competitiva occidental. Nuestro anfitrión les explicó de modo gentil. Para un tangú era indigno ganar o perder, constituía un deshonor, algo inmoral. Su mística de la amistad, la equivalencia y la cooperación los obligaba a perseguir el empate a toda costa; y si para lograrlo era preciso un juego de horas, días o semanas, lo hacían. Asimismo, en los torneos la meta era un primer lugar colectivo: todos campeones. No obstante, también registraban sus hazañas: para ellos un marcador cero-a-cero constituía un partidazo. “Lo importante es empatar”, les dijo.

viernes, 12 de octubre de 2012

Victoria brillante





Se sabe que muy joven aún, aprendió en Mesopotamia los ciclos lunares y predijo eclipses. De vuelta en su ciudad natal obtuvo un módico respeto de los más encumbrados sabios. Tenemos informes de su infancia y sus precoces aptitudes. Un rollo de papiro en griego (circa II a.n.e.) con caligrafía anónima, habla de ella en estos términos: "Una niña tesalia contemplaba día y noche el cielo. Sentada en el borde del puente sobre el río Peneo, su mayor regocijo era balancear los pies con los ojos puestos en las alturas". El texto refiere también cómo la niña pudo aprender por sí sola el manejo del gnomon o reloj de sol ancestral: una simple varita de madera incrustada en la tierra y rodeada de pedruscos en círculo. Sus primeras observaciones astronómicas las hizo valiéndose de este instrumento. Dedujo sin ayuda de nadie, que la dirección permanente tomada por la sombra más corta en todos y cada uno de los días indicaba el norte; partiendo de ahí era fácil señalar los restantes puntos cardinales.
No obstante, su afán autodidacta y falta de experiencia la llevó a poner en peligro su salud. Tras observar al sol con fijeza durante largo tiempo una tarde nítida y sin nubes, la aquejó una ceguera súbita y total. Los gritos de espanto llamaron la atención de un peregrino. Fue necesario llevarla en brazos a su casa. No pudo concebirse otro remedio para contrarrestar el daño que mantener a la niña en un aposento por completo a oscuras. No le fue permitido recibir visitas de su amado sol durante una semana. En forma gradual recobró la vista, se mantuvo tranquila un tiempo pensando en cómo mejorar su reloj y entonces pudo volver a sus observaciones. Su nombre: Aglaonike. "Victoria brillante". La primera astrónoma de quien se tiene conocimiento.


domingo, 15 de abril de 2012

Homo Lectoris 4 (La alfarerita de Warka)




La alfarerita de Warka

Entre plato y cántaro se da tiempo para leer un par de páginas. Siempre las mancha de barro: la ansiedad le impide enjuagárselas como es debido. Esta forma de distribuir actividades la estimula porque lejos de robarle concentración le permite volver mentalmente a lo leído combinando la labor manual con el intelecto. Modela a mano ya que no tiene torno ni dinero para comprarlo, y no está en sus planes meter uno en el tallercito que es también vivenda puesto que hay necesidades más urgentes. Al tamizar la arcilla interrumpe de nuevo su tarea para distraerse con otro párrafo. No se da cuenta de que rechina los dientes mientras lee. Duda en considerar lo suyo un mal, un vicio. No puede evitarlo, es un acto reflejo y orgánico. Como lectora congénita prefiere la técnica de hacerlo en silencio y con los ojos, pero sobretodo, para adentro, en pletórica intimidad. Una sensación indefinida la induce a vincular su quehacer de alfarera con los caracteres del texto. Quizá porque los signos le sugieren huellas de pájaro en el lodo, o le evocan aquellos vasos que vio una vez en el mercado de Warka, con imágenes de hombres y mujeres leyendo. Ella no es tan hábil para decorar, de modo que se contenta con uno que otro detalle geométrico en sus objetos.
Cuando va a la noria por agua suele tropezarse: con la mirada fija en la lectura no tiene cuidado ante el sendero. Si necesita reunir leña para cocer los cacharros, se da una tregua para continuar con su afición sentada en un tronco. Vive sola y es tan pobre que no le alcanza con su oficio para adquirir libros. La poca gente que le compra vasijas es tan humilde como ella. No pudiendo comprar libros se los escribe ella misma.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Monárquicas piltrafas (Carlota)



Aparento más edad de la que tengo, sugerida por mis ojos nostálgicos y mis ademanes morosos como corresponde a una princesa. Dejé mi cuna dorada en Europa y mi casa de muñecas. Rechacé gallardos pretendientes que me admiraban a hurtadillas en fulgurantes salones de espejos.
El no tener hijos es mi estigma. Los rumores se extienden por todo el Imperio: fundé una dinastía de estrellas extintas. Fui entronizada con un nopal en la cabeza y la hostia rancia con que comulgué dejó un regusto a espectros en mis labios. Estoy en un país bárbaro exhibiendo mis monárquicas piltrafas.
Hoy el pueblo vino a obsequiarme una calavera de azúcar que se me resquebrajó en las manos.

domingo, 23 de octubre de 2011

Consistorio Secular del Amor


(El Capellán)

Ser casada no es impedimento para mi amor, aunque me devasten tóxicos y constrictores celos ante tu pareja. Me han prendido los nudos del deseo. Eres única. Dos como tú es inimaginable. Mi amor se magnifica de continuo. Jamás tomaría nada tuyo contra tu voluntad aunque fuera para venerarlo y devolvértelo enseguida.
Mírame, estoy en plena madurez, mas… si muriera ¿colgarías por dos años un crespón luctuoso en un lugar secreto previamente convenido? No hay razón para que me prive de amarte. Escucha: mi ser elude la avaricia, incapaz de avergonzarte.
Mis brazos solo a ti buscan pero son recatados y discretos. Es mi obligación palidecer siempre en tu presencia. Si te veo en forma inesperada, estremecerme es mi deber.
Tengo miedo o quizá es debilidad por la falta de sueño y apetito. Pensar en ti sin pausas es mi cargo, mi faena.
Nada se opone a que una mujer sea amada por dos hombres.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Estofado de amor (receta)


(Receta para más de dos porciones)
INGREDIENTES:
Todo lo que encuentre en la alacena y alrededores.
MODO DE PREPARAR:
Como venga, sin lavar y sin remover la cáscara viértale antes que nada cuatro tazas -al tope- de frenesí previamente macerado con promesas. Sazone con frases de arrebato pero debidamente escatimadas. Adicione vahídos y marasmos en sus racimos, de preferencia producto de una vendimia nocturna en plenilunio. Una cucharada de parabienes con querellas. Celos intermitentes al gusto (si son retroactivos mejor). Revolver el conjunto con pétalos de enigmas y después rocíese una mixtura de licores venéreos, lágrimas y nata negra. Una pizca de pellejos labiales (los hay masculinos y femeninos, estos últimos exquisitamente aromáticos). Añada unos trocitos casi diminutos de bienaventuranza, si no se tiene a la mano pueden sustituirse por unas hojas de laurel. Incorpore zumo de incertidumbre para dar consistencia al amasijo. Seguidamente se echan rodajas grandes de quebranto remojado en limón. Unas gotas de fantasía son imprescindibles para evitar que reviente durante el cocimiento y para que no se pegue resulta eficaz embadurnar la cacerola con ternura derretida, pero poca. Poner a fuego lento durante una eternidad provisional sin levantar la tapa. Para amortiguar el predominio de los condimentos dulces, los paladares intrépidos pueden agregar un manojo de mentirillas picadas para obtener un regusto acidulado, éstas deberán agregarse una vez que empieza el burbujeo. Agite con frecuencia con un cucharón de porcelana para que todo aparente estar uniforme. Verifique el grado de cocción utilizando un mondadientes ungido con llovizna dominical. Déjese enfriar durante un milagro. El guiso puede aderezarse con hierbas de felonía o si se prefiere con semillas de ensueños tardíos. Para culminar espolvoree el manjar con cenizas de cartas románticamente fatalistas e implorantes poniendo especial esmero en adicionarlas limpias de suspiros, las más de las veces estrepitosos pero insípidos. Se recomienda servir este platillo en rebanadas, como no queriendo y sin guarnición alguna.

sábado, 4 de junio de 2011

Teléfono



De niños el teléfono es un objeto divertido, un juguete. Recuerdo cuando descubrimos en el vecindario una casa deshabitada con la línea operante. Tras colarnos por una ventana la pasábamos en grande marcando al azar, haciendo preguntas tontas o capciosas y solicitando taxis para acudir a direcciones falsas. Al simular voces de gente mayor cubríamos el auricular con la mano o un trapo.
Con el tiempo la magia del aparato mengua. Cierto, de jóvenes sirve para maratónicos coloquios con la novia mas ya no es lo mismo. Las frustraciones son mayores que las recompensas: número ocupado, la bella durmiente no está, servicio interrumpido, interferencias; en fin.
Viene luego la etapa adulta y es entonces cuando los teléfonos se vuelven peligrosos. En especial si uno anda borracho o sentimental. La peligrosidad es doble: por los ridículos que uno comete y el costo de las llamadas. Uno termina diciendo cosas que no siente o pidiendo perdón hasta por existir.
Hoy día, cuando se busca una voz amiga, es más frecuente que la grabadora de mensajes nos socorra y registre nuestro monólogo lastimero a manera de único consuelo. Y todo porque el propietario del teléfono al que recurrimos está más deprimido que nosotros… y no contesta.