Aparento más edad de la que tengo, sugerida por mis ojos nostálgicos y mis ademanes morosos como corresponde a una princesa. Dejé mi cuna dorada en Europa y mi casa de muñecas. Rechacé gallardos pretendientes que me admiraban a hurtadillas en fulgurantes salones de espejos.
El no tener hijos es mi estigma. Los rumores se extienden por todo el Imperio: fundé una dinastía de estrellas extintas. Fui entronizada con un nopal en la cabeza y la hostia rancia con que comulgué dejó un regusto a espectros en mis labios. Estoy en un país bárbaro exhibiendo mis monárquicas piltrafas.
Hoy el pueblo vino a obsequiarme una calavera de azúcar que se me resquebrajó en las manos.