viernes, 22 de abril de 2011

Hieros Gamos

Image and video hosting by TinyPic

Mientras llega el ocaso y los pescadores vuelven a lanzar sus redes, yo te aguardo, asumiendo la misma postura con que solía escucharte. El jardinero está dormido. El huerto huele a palabras que no dijiste. Esperaré sin tiempo. Mi fidelidad fue profetizada por un fulgor andrógino. He abandonado la lectura de los viejos pergaminos. Carne, espíritu e intelecto son las semillas de mis visiones. Soy la mensajera de tus acólitos perdidos. Plenitud de plenitudes.
Tras cumplir con el mandato de ser fructíferos, ¿nunca más volveré a tocarte? Quiero ungirte con bálsamo de nardos. Mi piel huele a ti, he aquí mi atavío. Mi alma va en pos de ti, allá es mi guarida. Mi mente está en ti, he ahí mi tesoro. Fe recibe, Amor da. Yo te espero. No temo. No pienso llorar como una magdalena. ¿Por qué lavar con lágrimas los pies de quien no ha de ensuciarse?

sábado, 9 de abril de 2011

Vericuentos 4 (Foto Familiar)

Image and video hosting by TinyPic
La cámara fotográfica era gigantesca, descomunal. Aun así, difícilmente nos captaba a todos. En la imagen resultante no se aprecia con claridad quién es quién. La respuesta unánime para participar en esa absurda e imposible foto de familia, fue solo para complacer a los ancestros quienes insistieron en retratarse rodeados por todos sus descendientes. ¿Cómo decir "no" a nuestros padres Adán y Eva?

viernes, 8 de abril de 2011

El Caracol

Image and video hosting by TinyPic
El caracol se desplaza recorriendo mundo con aire circunspecto. Es parsimonioso alpinista de tallos, muros y las más intrincadas pendientes. Con sus dúctiles antenas se arrastra entre las hojas con una mansedumbre que no pierde ni en los momentos de peligro, cuando se repliega y no del todo salvo en los casos de hostilidad directa en el refugio de su concha. El peso de la misma lo mantiene esbelto por sabia disposición de la Naturaleza ya que de otra manera no cabría en el portátil aposento.
El caracol degusta las cosas con voluptuosidad y filosofía. Con húmeda devoción toca su entorno y lo explora. Untuosamente se encariña con sus hallazgos. Va por la vida con toda calma aunque sabe que la suya es breve. Siendo lánguido siente que estira el tiempo, que lo dilata. Pero su pulpa viscosa es finita y un buen día el caracol no viaja más. Se queda varado, consumiéndose, dejándose secar y muriendo oculto en su concha lleno de un inapelable aburrimiento… y de tristeza.