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miércoles, 4 de mayo de 2011

Lágrimas de champaña

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Más sola que una infinita pantalla negra. O el vacío en su versión cinematográfica. Luces, cámara. Tienes el papel protagónico en medio de una chusma frenética que te arranca el vestido mientras recitas a Whitman sobre un podio. No estés triste. También eres la máxima atracción del circo. La desnudista sobre la cuerda floja. Nada de sombrilla, solo Chanel No. 5 para mantener el equilibrio. Recuerda siempre dos consignas: no mirar hacia abajo e ir de rubia en todos los ángulos. Al final tendrás que suicidarte. Perdona si nos encogemos de hombros. Son exigencias del libreto.
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Con lágrimas que saben a champaña
humedeces tus pechos y tu abrigo,
tus cejas interrumpen su castigo
seductor y su efecto de guadaña.

Tu diamante más íntimo se empaña
y el magnate se ha vuelto tu enemigo:
a los estrenos no va más contigo,
tu saldo en rojo prueba que te engaña.

Despides a tu pérfida amanuense
de un portazo después de la noticia
y cae la estrella de tu camerino.

Esa noche fatídica, el forense,
recoge un frasco y corta por codicia
un haz de tu melena de platino.

Corazones Solitarios

Mujer sencilla, treinta años, bien en todos los sentidos y que hasta ahora ha sido muy puesta a prueba sentimentalmente, ingresos medios de quinientos mil dólares al año, busca señor, incluso calvo, honesto y sensible, para fundar un hogar prolífico. Escribir a Marilyn Monroe, Sutton Place, Nueva York.

Anuncio pagado por Marilyn y publicado en la prensa neoyorkina en 1955. Nadie le respondió.

viernes, 22 de abril de 2011

Hieros Gamos

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Mientras llega el ocaso y los pescadores vuelven a lanzar sus redes, yo te aguardo, asumiendo la misma postura con que solía escucharte. El jardinero está dormido. El huerto huele a palabras que no dijiste. Esperaré sin tiempo. Mi fidelidad fue profetizada por un fulgor andrógino. He abandonado la lectura de los viejos pergaminos. Carne, espíritu e intelecto son las semillas de mis visiones. Soy la mensajera de tus acólitos perdidos. Plenitud de plenitudes.
Tras cumplir con el mandato de ser fructíferos, ¿nunca más volveré a tocarte? Quiero ungirte con bálsamo de nardos. Mi piel huele a ti, he aquí mi atavío. Mi alma va en pos de ti, allá es mi guarida. Mi mente está en ti, he ahí mi tesoro. Fe recibe, Amor da. Yo te espero. No temo. No pienso llorar como una magdalena. ¿Por qué lavar con lágrimas los pies de quien no ha de ensuciarse?

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Diario Apócrifo de Mata Hari

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Sé que es una afición torcida pero, me resulta fortificante porque requiere de dos atributos que taso muy alto: sofisticación y temperamento. Sólo me limito a poner en práctica la irrebatible superioridad femenina en materia de concupiscencia. Por otra parte, ellos, aunque pretendan negarlo, disfrutan el papel de criaturas sometidas. Es su auténtica esencia. Son los ejemplares de nulo intelecto los que patalean, los que rezongan ante esta condición. Su odio estriba en no poder tenerlas a todas.

Empíricamente he logrado descifrar algunos inquietantes matices de la forma de ser masculina. Su enigmática inclinación por los placeres excéntricos. Mencionaré algunas evidencias.
Nótese el impacto que provoca el tomar con ambas manos, frente a frente, a un varón por la cintura. No con palmas tímidas o cómplices, sino con una sutil sacudida y un apretoncito (valiéndose de las uñas en su caso) que transmita una actitud de señorío, como quien apuntala una bandera diciendo “estos son mis territorios”. La presa se sentirá enseguida turbada e incapaz de saber qué hacer. Dubitativamente hará intentos de responder a la embestida colocando aquí y allá sus brazos para terminar como un colegial en posición firme. Y es que tomar a un señor por la cintura implica vulnerar su continente medio, el sitio donde atesoran sensuales evocaciones de la infancia, mujeres imaginarias, a veces caricias tristes de forzados adioses. Los que tienen diablo guardián suelen mostrar marcada predilección por esta parcela donde esconden deshonestos perfumes y estrepitosos besos.