Somos una secta apocalíptica
con una membresía que asciende a millones.
Charles Simic — "Angustiados Anónimos"
No sé llevar la cuenta. Nunca creí que fueran tantas. A veces me clavan sus púas de hielo en el torso, otras siento como gusanos de cristal quemante sobre mi cuerpo que emergen desde un tétrico sótano. Es mi escolta de angustias en marcha, tentando la oscuridad con las uñas mugrientas y torcidas. ¡Si al menos tuvieran un mínimo de garbo!
Mientras intento dormir, pasan a recogerme en una carroza que huele a bichos pisoteados, con asientos que rechinan. Vamos de paseo a orillas de los precipicios y a pueblos fantasmas donde siguen en pie casuchas con hierba que brota de las paredes.
Son angustias que intentan rapar sus pelucas con quijadas de burro. Me da pavor el verlas remendar sombras con agujas de hueso y telarañas. Me flanquean arrojando cenizas de mis íntimos incendios.
¡Qué puedo hacer sino posarme cual trémulo pajarucho sobre el tendedero! Desplumado; así, cuando la suerte te dirige muecas de burla y eres como otro jugador de naipes que ha perdido hasta la ropa.