Sextina de las preces
Es una espina tórrida en el
pulso
lo que me solivianta al ver tus
piernas;
persigo como autómata los pasos
que sueles propagar con digno
porte.
Relámpagos castaños en tu pelo
me inducen a incluirte entre mis
preces.
Eres deidad de mis votivas
preces,
al escoltarte se me abulta el
pulso
y la brisa se ufana de tu pelo
tornándose en espejo de tus
piernas.
Me arrodillo y avanzo ante ese
porte
como un faquir, clavándome tus
pasos.
Ante mí, un archipiélago de
pasos
trastoca la sintaxis de mis
preces;
se congratula el mar con tanto
porte
y siento como arañas en el
pulso.
Soy orden mendicante de tus
piernas,
el indigente que te roba un
pelo.
Hay un brillo aromático en tu
pelo
de pétalos mordidos. Sigo pasos
que me guían al mar a ver tus
piernas
y a abrazarlas rodeándolas de
preces,
pues tal honor me lo he ganado a
pulso
al bienquerer tu transparente
porte.
Le sienta bien a mi aflicción el
porte
peligroso, tan tuyo. Rostro y
pelo
¿qué culpa tienen ellos de este
pulso
que identifica sin errar tus
pasos?
Junto mis manos, te dirijo
preces
para reverenciar tus magnas
piernas.
Con unción te descifro, tienes
piernas
que endomingan caminos con su
porte.
Vivo ante ti tartamudeando
preces.
En vez de plumas opto por tu
pelo
como pendón visible de tus pasos
que con su ondeo me trastorna el
pulso.
Si mi pulso congenia con tus piernas
se debe a que tus pasos tienen
porte
y a que a tu pelo extiéndense mis preces.