El sufijo
-tzin, en náhuatl o mexica expresa un trato reverencial, respetuoso pero
también tiene una connotación cariñosa y, aunque no tiene equivalente en
castellano, suele denotar delicadeza en el trato por lo cual a veces se le
equipara al diminutivo.
La lengua de
los mexicanos
Miguel
León-Portilla
Uni verso
Soy mono ♪
tono:
sólo verso sobre ti.
Foto de una
Dama con sombrero
Mirando de
tapadillo
bajo el ala
del sombrero
hay un
rostro pendenciero
ante el
cual me maravillo.
Lo refinado
y sencillo
se hacen
una sola cosa
en esta dama
española.
Es un
asunto muy serio
ese toque
de misterio
entre los
labios de Lola.
Noche
(villanela, casi canción de cuna)
Está la
noche quieta en mi ventana,
como una
centinela bienhechora
y no piensa
moverse hasta mañana.
Me brinda
confidencias y se afana
diciéndome
misterios que atesora:
está la
noche quieta en mi ventana.
Una
estrella fugaz, cual filigrana,
me mira,
hace una pausa, se demora
y no piensa
moverse hasta mañana.
Soliviantando
mi médula asturiana,
como una
institutriz o mi tutora
está la
noche quieta en mi ventana.
La noche,
no por fatua, se engalana:
viene a
verme modosa y soñadora
y no piensa
moverse hasta mañana.
Con carita
de negra porcelana,
me asegura
que soy como una aurora:
está la
noche quieta en mi ventana
y no piensa
moverse hasta mañana.
Insomnio
Λολα
Ella es como
la litúrgica
estrella
que cruza su
ventana
buscando un espejo
de lluvia
en donde
reflejarse.
Ella es vigía del
cofre nocturno
que recauda el
firmamento,
con una trémula
oscuridad
debajo de sus
ojos:
el lucero remeda
sus insomnes pupilas.
En conjunción
forman
un solo astro
caprichoso e
indiviso
de exánimes
guiños.
No es la luz de
una estrella extinta
o moribunda;
aunque a veces
parece
que desea
desertar del
Universo.
Palimpsesto
Borrar cada palabra letra a letra,
Borrar cada vestigio, cada huella.
Borrarme yo, borrarme a mí.
Borrarme
de la inscripción en piedra de mis ruinas.
Borrarme de la lista de invitados,
del acta notariada y los registros.
Borrarme del retrato y de la especie.
Desapareceré sin dramatismo
como si fuera un truco con los naipes.
Me borraré gentil de la memoria
de aquellos que me amaron y me odiaron.
Desapareceré del mapa y los radares;
de la escena del crimen y el sepulcro.
Del teatro, del elenco y de la obra.
Cuando te miré
Cuando te miré,
te reconocí;
aunque nunca te había
visto. Bien por mí.
Estaba seguro.
Tal vez sonreí
o acaso de nervios
mis labios mordí.
Un íntimo círculo
tracé en torno a ti,
sin dudar bendije
al número pi.
Te hice un escrutinio
de frente y perfil,
me abrumó el portento
de encontrarte al fin.
Tuve algo de miedo,
frío o algo así:
la usual desconfianza
de verme feliz.
Cuando te miré, te reconocí.
Villanela de la margarita
Qué malas son esas dudas que asesinan margaritas,
por esta humilde vocación de amarte
por esta humilde vocación de amarte
que tu ego de mujer no necesita.
Está de más, bellísima afrodita,
sé que te quiero y llevo la peor parte,
por ello dejo en paz la margarita.
Tan alto como el cielo lo permita,
tu efigie llevaré como estandarte
aunque tu orgullo no lo necesita.
Si de mi galanteo estás ahíta
—hasta el punto de casi desquiciarte—
¿para qué deshojar la margarita?
No me despiertes —riesgo hay, bonita—
cuando vaya sonámbulo a acosarte
con besos que tu piel no necesita.
Con gran delectación, aquí y ahorita,
saetas con melcocha he de clavarte
en vez de deshojar la margarita.
Tu hermoso corazón lo necesita.
Niztilol
Me dije al verte
en sueños por la calle:
"Mujer inteligente
se aproxima", (*)
y yo te agradecí
el gentil detalle
de mejorar la
atmósfera y el clima.
Pensé luego:
"Ojalá que me saludes",
y devino un febril
descubrimiento;
al hablarte deduje
tus virtudes:
sensible, culta,
noble y con talento.
Fue un aura epitalámica
completa:
tu voz, tus
ademanes, tu vestido.
Tu corazón
volvióse un frío asceta
y a la par, tu
intelecto, más sentido.
Me embrujaron tu
estilo caminero,
tu risa triste y
—claro— tu sombrero.
(*) Roque Dalton
Estilo de la mujer
tendida
Bajo una solar
cauda
yace ¾ y yo me cohíbo¾
tu cuerpo sin
moverse
mas también
fugitivo.
Mi corazón en
sueños
se desmorona en
gránulos risueños.
Del futuro me
acuerdo
que pude conocerte
detrás de tu
sombrero
que no me deja
verte.
Tú, inmóvil, me
consternas
con la aurífera
imagen de tus piernas.
Estilo del
sombrero que no me deja verte
Con mis ineptos
trazos
te dibujé un
sombrero,
cuando admití una
noche
de grillos, que te
quiero.
¿Por qué no
entiendo nada
si tu esencia me
ha sido revelada?
Sabiéndome tu
nombre,
decirlo no podía
pues sus diáfanas
letras
eran mi profecía.
¿Por qué hiela el
espanto
ante aquello que
ya esperamos tanto?
Estilo de la mujer
de las palabras
Ya no sé cuántas
eras
siguiéndote he
vivido
para decirte
frases
de idílico
sentido.
Para hallarte,
primero,
descubrí un mapa
tuyo en un sombrero.
Pido invadir tus
venas
con mi naval
palabra,
pues el amor ¾lo sabes¾
es una lengua
bárbara.
Piensa en este
deseo
por si un día ante
ti tartamudeo.
Travesía
Parte un mexica a ver a una española,
llevo una brújula en el pecho inquieto
—le he conferido dones de amuleto—
le hablo en la jerga de una caracola.
Pese al sueño y el frío, cada ola
me robustece sangre y esqueleto
—el Mar Cantábrico resulta un reto—.
Es mi bitácora una fecha sola
y es mi destino un solo y bello punto.
Mi itinerario de marinas furias
me sabe a maravillas en conjunto.
Y después de huracanes y penurias
tras llegar a la costa al fin, pregunto:
Busco a Lolitzin. Es de aquí, de Asturias.
Almas
Sentimientos encontrados,
con el corazón perdido:
hay nudos en su tejido
y variedad de sangrados.
Creo que tengo menguados
el pulso y el pensamiento.
Gozo de un llanto contento,
padezco una triste risa.
Estando mi alma indecisa...
¿Por qué siento lo que siento?
Rumbo
Con lo fácil que es perderse,
qué difícil encontrarse.
Tengo una brújula sabia
que bien podría ayudarte
cuando huyendo de ti misma
tal vez puedas columbrarte;
rauda, en plena escapatoria:
no hacia atrás ni hacia adelante.
Te has perdido sin moverte,
más lejos sin apartarte.
En un sendero sin pasos,
sin rumbo: ya te extraviaste.
Mas tenle fe a tu penumbra,
tus venas habrán de guiarte.
Caminarán sobre espejos
tus bellos pies cardinales.
Estática de perdiste
y sedentaria has de hallarte.
Dísticos dispares
Perdóname esta ofrenda tan sencilla
al convertir tu nombre en mi capilla.
Llevo tu nombre en mi pellejo ajado
como alfiler de broche atravesado.
Cuando siento temor no me denigro
pues profiero tu nombre ante el peligro.
Ayer hablé contigo aunque no estabas,
un diálogo en silencio mas sin trabas.
Tuve un trance de imágenes espurias:
que yo andaba de incógnito en Asturias.
Así es como te pienso con frecuencia:
extraigo de mi pecho tu presencia.
Soy vendedor de humo —bien lo sabes—
curandero de inútiles jarabes.
Si el mar y tu mirada juguetean
sabré cómo tus ojos espejean.
Con el aliento que sutil exhalas
robustecen los pájaros sus alas.
No te enfades conmigo, Lola: brilla;
pues eres el fulgor de mi capilla.
Capillita de luz con muchas gamas
que en modo tutelar en mí derramas...
Desde allá, donde está lo que más amas.
Cuaderna vía
Te escribo y las
palabras se enfrascan en peleas,
quiere ser cada una la
primera que leas.
Pretenden galantearte,
las bellas y la feas;
se enuncian casi a
gritos con tal de que les creas.
Sí, ya hay
suficientes desgracias en el mundo,
con tristura lo dices y
—claro— te secundo
mas tu persona tiene un
encanto profundo:
vuelves a un alma
estéril en un ente fecundo.
Quisiera que a mis
sueños llegaras de visita
algo más a menudo,
irrumpiendo sin cita.
Reverdecer tú puedes la
ensoñación marchita
que el vivir cotidiano,
monótono, me quita.
Sobre el papel, contigo,
intento ser festivo,
tutearme con tus ojos es
el mejor motivo,
si comparecen penas,
pienso en ti y las esquivo
aunque tú yo sabemos que
no es definitivo.
Quisiera que a mis
sueños llegaras sin llamado
digamos... cada noche,
volando, a pie o a nado.
Quiero que mi onirismo
se quede a tu cuidado:
no deseo ver otro
tornado anaranjado.
Esbozo
Es un boceto a lápiz
(que no se le parece)
lo único que tengo
para que la venere
es un apunte torpe
de trazos inexpertos
una intuición apenas:
la espuma de su espectro
son líneas con un
lápiz
(que no le hacen
justicia)
como un ritual a solas
de mi alma a Usté adicta
como un perfil a ciegas
mientras hago progresos
con la dádiva suya:
la puerta que me ha
abierto.
Pisadas
º
Fruye la playa:
tu pie se vuelve espejo
de miel maciza.
Se me enarena el pulso
al ir tras tu pisada.
º
Dejas tu avance
en la apretada arena,
tu peso ausente.
Sólo queda el azúcar
de tu planta radiante.
º
Calzas arena
y a tu talón persigo
con alta espuma.
Tus pies son los que
rigen
mis mareas en curso.
º
Que al mar lo pises
es todo cuanto anhela,
te ofrece su agua.
Son de alcurnia marina
tus heráldicos pies.
º
Con el mar juegas
a que enjuague la arena
de tus empeines.
¿Eres de pies traviesos
o el mar me está
mintiendo?
º
Te identifico
—docta en bellas pisadas—
por tu trayecto.
Tu pie al hollar la
arena
también mi pecho oprime.
º
Ante tus pasos
la arena y yo nos
vemos
como rivales.
Tantas huellas en fila:
igual cifra de
celos.
º
Náutica dama
tiranizando olas;
ya es el momento.
Sobre tu altar caminas:
mi boca y sus riberas.
Pandemónium
Ya si tú me
encaminas al infierno
me dejo
conducir con alegría,
que así con
semejante compañía
empieza bien
cualquier suplicio eterno.
No sé si al
confesarlo te consterno
o te enfada mi
impúdica herejía,
actúo como el
joven que solía
ser: mis lapsos
vehementes no gobierno.
Tú y yo: que el
pandemonio nos aplauda
al llegar sin
pendiente, con demora,
según el
transcurrir de la clepsidra.
Mas si al
infierno me encaminas rauda,
seré la grey
que fiel te condecora
y nos
embriagaremos con tu sidra.
Documental
Después de muchos siglos,
algún intrépido paleontólogo
encontrará mis fósiles
en un estado de conservación
que perturbará a la ciencia.
Mis parietales emotivos
y con anómalas hendiduras
por evocarte tanto.
Las falanges sobre el pecho
en idolátrica postura;
las costillas sentimentales
con residuos de íntimo carbono.
El hueso sacro más bien
sacrílego después de tantas
noches de apasionados
ayuntamientos contigo
—de ti sabrán por tu ADN en mis
salvajes dientes—.
Las rótulas rotas de tanto
suplicarte.
El fémur ternuroso
y el peroné fiel hasta mi
muerte.
Concluirán que pertenezco
a una vulnerable especie:
Homo amare,
hace mucho tiempo extinta.
Lolitzin
Hay nombres
que sólo le quedan bien
a un único rostro.
El exorcista
He mandado llamar a un exorcista
porque en mi personalidad
ha ocurrido un tétrico fenómeno:
te has adueñado de mi cuerpo.
Y esta maligna posesión sin
permiso y sin consulta
me ha endemoniado el ánima y la
sangre.
Mi cabeza gira como el haz de un
faro
para seguirte a donde vayas.
Golpeo mi frente contra tu
corazón
de fuego macizo.
Mi piel tórnase roja si evoco tu
cabello.
La voz se me vuelve cavernosa al
nombrarte
por túneles repletos de fijas
tentaciones.
En mi pecho brotan
dermografismos
ante tus febriles piernas.
Flota mi yacija cuando sueño con
tu imagen.
Blasfemo en etrusco y en acadio
al advertir
que otra usa tu perfume.
Quizá me hiciste mal de ojo
o entraste en mí por medio de la
güija.
Celebraste alguna misa negra
sacrificando un gato callejero
o en tu adivinación con la
baraja
hubo trampa y fue causa de un
fatal presagio.
Exhibo ojos vítreos
de tanto mirarte en las
tinieblas,
me sale espuma en grumos por la
boca,
se me desplaza el corazón
convirtiéndose en joroba;
tales son los estigmas
de tu imperio en mi poseído ser.
Néctar
Ladrón de néctar
cual colibrí con hambre
pienso en tus labios.
Daríate
Daríate mi
cuerpo
pero está
maltratado:
la ruina que
extendieron
tormentas del
pasado;
pero no te
preocupes
que resurgiré a
nado.
Daríate mis
ojos
pero están
ocupados
mirándote
completa
brillar por
todos lados,
buscando
cortejarte
con pobres
resultados.
Mi corazón te
daba
sin cómo, dónde
o cuándo;
te daría mi
vida
pero la estoy
usando,
mas no te
mortifiques
que está bajo
tu mando.
Sextina de las preces
Es una espina tórrida en el
pulso
lo que me solivianta al ver tus
piernas;
persigo como autómata los pasos
que sueles propagar con digno
porte.
Relámpagos castaños en tu pelo
me inducen a incluirte entre mis
preces.
Eres deidad de mis votivas
preces,
al escoltarte se me abulta el
pulso
y la brisa se ufana de tu pelo
tornándose en espejo de tus
piernas.
Me arrodillo y avanzo ante ese
porte
como un faquir, clavándome tus
pasos.
Ante mí, un archipiélago de
pasos
trastoca la sintaxis de mis
preces;
se congratula el mar con tanto
porte
y siento como arañas en el
pulso.
Soy orden mendicante de tus
piernas,
el indigente que te roba un
pelo.
Hay un brillo aromático en tu
pelo
de pétalos mordidos. Sigo pasos
que me guían al mar a ver tus
piernas
y a abrazarlas rodeándolas de
preces,
pues tal honor me lo he ganado a
pulso
al bienquerer tu transparente
porte.
Le sienta bien a mi aflicción el
porte
peligroso, tan tuyo. Rostro y
pelo
¿qué culpa tienen ellos de este
pulso
que identifica sin errar tus
pasos?
Junto mis manos, te dirijo
preces
para reverenciar tus magnas
piernas.
Con unción te descifro, tienes
piernas
que endomingan caminos con su
porte.
Vivo ante ti tartamudeando
preces.
En vez de plumas opto por tu
pelo
como pendón visible de tus pasos
que con su ondeo me trastorna el
pulso.
Si mi pulso congenia con tus
piernas
se debe a que tus pasos tienen
porte
y a que a tu pelo extiéndense
mis preces.
Ginea
A todas la mujeres del pasado,
presente y futuro
(menos a ti).
Parió un fulgor la primigenia madre,
matriz de lo que es, respira y siente,
de todo aquello que la Vida encuadre.
Sol de lo extraordinario y lo corriente
donde coexisten en el universo
el pasado, el futuro y el presente.
De todo es la mitad y no su inverso
pero en sí misma está completa. Ella
transforma lo monótono en diverso.
En lo divino y en lo humano sella
pactos de castidad consigo misma:
aun siendo meretriz sigue doncella.
En el misterio tiene su carisma
y en tétricas honduras se remonta,
por entre cielos prístinos se abisma.
Con beso tardo y bofetada pronta
al Tiempo lo reduce o lo eterniza;
en toda la Creación está su impronta.
Carga, como una experta primeriza,
corazón de cristal que no se quiebra,
pesado, mas volátil cual ceniza.
Gobierna en el Amor y lo celebra
sonriendo al árbol del conocimiento,
al hombre del Edén y a la culebra.
Que se pudran mis párpados si miento:
la mujer, heroína siempre ha sido
de un mito, fábula, leyenda o cuento.
Al centro de sus pechos hay un nido
con que te hace creer ¾y te lo jura¾
que no existe el recuerdo ni el olvido.
Somos duendes al pie de su figura,
abrazando a su sombra como novia
y con ansias de oler su vestidura;
si tanta pleitesía no la agobia
como si fuera musa degradada,
le hará surgir una exquisita fobia.
Esposa audaz del Todo y de la Nada,
es una inmensidad y es una brizna:
ser como una sidérea flor le agrada.
Junto a ella el mar es gota de llovizna
y un lucero se nutre con su brillo:
la luz de su relámpago lo tizna.
Su código de honor es muy sencillo:
para ayudar a todos se desmiembra,
su rostro es mi pendón si me acaudillo.
Se le agasaja en vísperas de siembra
por su estirpe de surco. Se sitúa
en su trono magnánimo de hembra,
espejil como dama capicúa
mostrando su poder con elegancia:
entre lo varonil se individúa.
Con saliva amorosa y tierna, escancia
las venas de los seres derrotados,
de quienes tienen ya la sangre rancia.
Planta verdor en los marchitos prados,
en ella lo vital tiene su sede
e irradia buena fe por todos lados;
torna en fragancia dulce lo que hiede
jurando que no tiene tales dotes
y que no es su intención lo que hace adrede.
No cree en paladines ni en quijotes,
se ríe de quien júzgala perfecta
y parodia un error sin que lo notes.
Incluso zigzageando es una recta,
lo inexistente, arúspice, lo intuye
y a un cosmos increado lo detecta.
Hija de lo que Dios no sustituye,
es cual prófuga y rea del espejo,
destruyéndonos, ágil nos construye.
Soy para ti un infante entrado a viejo,
tu compañero soy, hombro con hombro,
quien te rinde respeto y no te dejo:
soy piedra fina y soy tu noble escombro.
Ángel puro de núbiles empeines:
la ciénaga que cruzas te la alfombro.
Con mil aspas de sol hago tus peines
como una insignia regia de tu imperio
en el que soberana siempre reines.
Seré tu alegre reo en cautiverio
en la torre boreal de tu corona,
tan alta y circundada de misterio.
Me ciega el resplandor de tu persona:
te enaltezco porque eres compañera,
lo que tu ser bendito proporciona:
nuestra vida que el cosmos admitiera
gracias a tu fecundo sacrificio
en una estirpe extraña y duradera.
Hada dominadora del oficio
con tan tramposos trucos que cautivan
surgiendo sin final y sin inicio.
Ustedes hacen que las cosas vivan
y que el universo sea maravilla
de ustedes las estrellas se derivan.
A los seres humanos nos orilla
el deseo de darles el cariño
¾una palabra ya de pacotilla¾
pero que al pronunciar sin desaliño
expresa con justeza lo que esplenden,
lo que son con un beso y con un guiño:
toda la sangre y vida que nos tienden.