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miércoles, 12 de abril de 2017

Manual de Botánica 2 (Álamo)


Para protegerse en el infierno, nada mejor que llevar en las sienes un par de hojas de álamo. Otorgan vigor y audacia. Hércules solía llevar una pequeña alforja con ramas de álamo a la hora de emprender sus doce trabajos. Era como llevar una corona bienhechora.
No es mitología. El álamo infunde arrojo y enjundia. Lo llaman "Adán vegetal" porque fue el primer árbol creado por Dios. Una consagración.
Por el color de sus hojas se puede predecir el clima. Si el lado claro predomina se augura un paraíso solar; si el oscuro, la lluvia tendrá lugar.

Álamo, cetro de dioses.
Protector en los senderos
contra los súcubos fieros
que odian que bajo él reposes.
Bajo su sombra no hay poses
de paladín agobiado
o de humano acobardado.
Sus firmes hojas y ramas
en todas sus bellas gamas
te acogerán con agrado.

lunes, 5 de octubre de 2015

Manual de Botánica (Abeto)


El abeto está muy vinculado al origen del género humano. Se lo considera ente propiciatorio de la procreación. Su fruto en forma de piña alargada era venerado como un símbolo fálico. En la antigüedad se solía golpear suavemente el cuerpo de las mujeres con ramitas de abeto para desearles fecundidad al igual que se golpeaba el tronco del árbol para instarlo a dar frutos. Una tradición señala que los recién casados empuñaban manojillos de abeto para favorecer la descendencia.
Pero también el follaje, los piñones y la resina era utilizados por mujeres insatisfechas para elaborar menjurjes que servían a la hora de hacer conjuros: "¡Te alabo, oh piña venturosa! El hombre que tengo no me gusta. Que el cielo me envíe otro más joven".

Teofrasto, en su obra De historia plantarum, ponderaba su esencia perenne debido a su gran fortaleza ante los rayos.

Cuando se tala un abeto, un genio que habita en él sale a suplicar por su vida y si se persiste en la tarea ambos mueren. Si un abeto ha resistido centenares de años debe ser tratado con respeto aunque ya no tenga follaje y su corteza languidezca: algún día caerá solo por una ráfaga de viento.

Árbol nupcial, el abeto,
es buscado por doncellas;
de su tronco toman ellas
sus ramas como amuleto.
Se frotan el vientre inquieto,
los pezones y la frente
con el verdor bienoliente
que guarda frutos y vida:
la constancia prometida
como espuma de simiente.