Moby Dick se buscaba prometida,
pues Cupido arponeó dejando herida
su cola en términos sentimentales.
Así el gigante de los animales,
con cánticos de entrega reprimida
y piruetas en cada zambullida,
demostraba sus ánimos nupciales.
Tras pesquisa infructuosa y extenuado,
tras lustros de trayectos y faenas,
se vio como un proscrito ya olvidado.
Y supo por un grupo de sirenas,
que de no ser por él hubieran dado
por especie ya extinta a la ballenas.