El estilo ante todo: guantes de piel, vestido largo y botas de
mujer que domina; aunque tenga la cara de princesa medieval. No iba a realizar
mi primer vuelo luciendo como una bataclana. No soy una bruja en su escoba. Elevarse
aunque sea unos pocos metros por encima de la polvorienta llanura amerita un
toque de elegancia. En el aire se requiere más garbo que con los pies en la
tierra. El viento en el rostro es una caricia de algodón. Durante el corto
vuelo el sentido de libertad me envuelve como un manto de exquisito tafetán.
Claro que... montarse en un aeroplano es como si una pájara ciega
guiara a una mariposa tullida, pero abandonarse al placer de la errancia más
caprichosa no tiene paralelo. Es un trance que ningún narcótico puede siquiera
vagamente remedar. El motor, los controles y las propelas me inspiran cierta
experiencia animista, como si pudiera transmitirles mi júbilo de anacoreta aérea.
Pero no olvido que lo inesperado siempre acecha como una nube oscura. Una falla
insignificante y...
No soy una bruja en su escoba, más bien una sílfide con alas de
tela y alambre.
Thérèse Peltier (1873 − 1926) La primera mujer en pilotar sola un aeroplano.
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