domingo, 19 de noviembre de 2017

Yantar de Gesta 10 (El postre de Cleopatra)



He ordenado a mi doncel principal el postre que me convierte de nuevo en niña: dulce de coccora*. No hay en todo Egipto lo juro por Isis— confitura que se le compare. El jefe de cocina tiene instrucciones de no apartarse en los más mínimo de la receta bajo pena de morir envenenado por un áspid. Yo misma le he instruido en el arte de elegir los ingredientes: harina de trigo, nueces picadas, higos secos y miel de abeja. Así de escueta es la lista.
Primero hay que mezclar 200 gr. de harina con agua (del Nilo y ya una vez pura) para obtener una masa de mediana consistencia; algo así como el vientre de una gata preñada. Después se agregan 200 gr. de higos secos cortados en partes muy pequeñas junto con las nueces picadas sin que lleguen a partículas porque después se incrustan entre los dientes. Con todo el amasijo se hacen bollitos lo más esféricos posible y más o menos del ancho de mi nariz. Sí, mi nariz ya mítica; después de todo, el olfato es el sentido que tiene más relieve a la hora de la degustación.
Los bollitos se hornean durante diez minutos. Una vez cocidos se bañan en miel de abeja previamente hervida con el mismo fervor que la arena del desierto del Sahara. Por último, se espolvorea encima semillas de granada como un toque regio y... ¡a paladear! Después de morir quiero comer esta delicia una y otra vez. No me importa que en el Más Allá los dedos me queden pegajosos.

* Nombre antiguo de las semilla de granada.