sábado, 10 de junio de 2017

Führerin (Eva Braun)





La tildan de fatua e insípida pero su corazón es un remolino de lumbre inofensiva. No la comprende el pueblo alemán aunque tampoco ella a sí misma. Tal aura de tontuela, de mecanógrafa pintándose las uñas es un ardid que aprendió en el convento. Mórbida como el Amor, único cometido que tiene en la vida, no aspira a más que a un cuento de hadas, al romanticismo de una saga germánica en donde ella es la lánguida heroína. Hay que disculpar sus idílicas abstracciones, nunca tuvo una muñeca y su ternura no está entrenada para la realidad. Otro secreto: le inquieta que la intuyan; su guardarropía es sólo un escondite, un fulgente disfraz para encandilar a las visitas. Sus iniciales, EB, parecen formar un desfavorable trébol de cuatro hojas en el broche junto al cuello. Fuma imitando a actrices hollywoodenses pero su tedio es genuino: la ceniza que pende del cigarrillo es un mal augurio. Pese a sus pícaros pómulos manzaniles tiene una expresión de púdica melancolía, como después de un suicidio fallido. A menudo sus pupilas, cual confituras de membrillo, miran con una beatitud elegíaca que perturba. En torno suyo las aves de presa traman acrobacias bélicas y discuten quién aniquila a quién. En el fondo ella es un ángel bávaro cuyos níveos pies -tenues copos- flotan sobre torcidos cadáveres que parecen pilas de cartón. Se tapa los oídos haciendo mohínes infantiles, en un acaramelado gesto por confundir a los gritos rojos de la muerte. De noche sus almohadas intercambian pesadillas.

jueves, 8 de junio de 2017

Yantar de Gesta 8 (Huevos fritos de Einstein)



Lo más importante a la hora de preparar huevos fritos, es tomárselo con calma y no intentar hacerlos a la velocidad de la luz. Hay que tener en cuenta el campo gravitatorio de los ingredientes. No hay que olvidar que los componentes de la receta (en este caso, la energía) son tan importantes como su presentación en la mesa (en este caso, la materia). No es un simple juego matemático, la cocina es una ciencia y hay que tenerlo presente en todo momento. Además, al tener frente a nosotros a la sartén no hay que pensar en que los agujeros negros se tragan todo. Se recomienda una sartén antiadherente.
Lo mejor es emplear un aceite que contenga electrones con órbitas estables en la medida de lo posible, esto en virtud del fenómeno de expansión de los huevos cuando se vierten en la sartén. Algunos preferirán mantequilla o manteca de cerdo lo cual es perfectamente intercambiable. Se sugiere agregar media cucharadita de agua por cada huevo para que los bordes queden perfectamente fritos. Hay que tener cuidado de no acercarse mucho cuando comience el chisporroteo, momento óptimo para verter los huevos. (Cuidado con las cáscaras). 
Como ya se mencionó, el fuego lento es lo mejor para que el intercambio de iones no queme la parte blanca, mejor conocida en la jerga científica como clara.
La cocción ideal tiene lugar a los 55 °C, temperatura a la cual las ondas del espacio-tiempo tienen amplitud y frecuencia mesurables para el cerebro humano.
Le saldrán unos huevos fritos deliciosos, con una excelente textura... o intragables. Todo es relativo dentro de la ciencia gastronómica.

viernes, 19 de mayo de 2017

Absurdidades


                       Hay algo en mí que no concuerda,
                       es una falta de sentido;
                       como un espejo sin azogue,
                       como una fecha en el olvido.

                       Hay algo en mí que no armoniza,
                       que viene y va, me infunde miedo,
                       es un temor que no controlo,
                       un griterío pero quedo.

                       Hay algo en mí del todo absurdo,
                       tengo dos pies de arreglo zurdo.

                       Hay algo en mí que está deforme
                       y no en el cuerpo ni en el alma,
                       es como un monstruo, mi mellizo,
                       que me destripa, el ruin, la calma.

                       Hay algo en mí descabellado,
                       como encerrarme en una celda,
                       reo de mí, la llave arrojo,
                       lejos de mí, entre las rejas.

                       Hay algo en mí del todo absurdo,
                       es el pavor con que me aturdo.

domingo, 14 de mayo de 2017

Documental





Después de muchos siglos,
algún intrépido paleontólogo
encontrará mis fósiles
en un estado de conservación
que perturbará a la ciencia.
Mis parietales emotivos
y con anómalas hendiduras
por evocarte tanto.
Las falanges sobre el pecho
en idolátrica postura;
las costillas sentimentales
con residuos de íntimo carbono.
El hueso sacro más bien
sacrílego después de tantas
noches de apasionados
ayuntamientos contigo
                      —de ti sabrán por tu ADN en mis
                      salvajes dientes—.
                      Las rótulas rotas de tanto suplicarte.
                      El fémur ternuroso
y el peroné fiel hasta mi muerte.
Concluirán que pertenezco
a una vulnerable especie:

Homo amare,

hace mucho tiempo extinta.

jueves, 11 de mayo de 2017

Filosofismas 6




° Si te ganan al ajedrez, mantén una actitud digna aunque te duela la soberbia.

° La inteligencia, suele ser una estúpida que no sabe lo que quiere.


° No lo tomes tan a pecho; la ignorancia a veces es una necia bendición.



° Cuando hablan de "vida inteligente" en otro lugar del Universo, suena a veces como si nos jactáramos de tener intelecto... o de no tenerlo.



° A menudo, quien se quiere pasar de listo termina por figurar como un tonto.



° No hay que confiarse mucho de la inteligencia: en ocasiones es una verdadera inútil.



° Es algo muy inteligente estar cerca de alguien más inteligente que uno.



° En un aprieto todos nos excusamos "ya no me acuerdo" en lugar de "ya no intelijo".



° De los ignorantes también se aprende.



° Quien concluye que la inteligencia y la sabiduría son lo mismo, es un ignorante.

lunes, 8 de mayo de 2017

NN

                                        Nada
                                        Ni
                                        No
                                        Nadie
                                        Ni Nadería
                                        Ni Nomás Non
                                        Ni Neutro
                                        Nanay Negro
                                        Ninguno
                                        Neonegado
                                        Nudo Nocivo
                                        Nihilista
                                        Nulo
                                        Nadilla Nadir
                                        Nunca
                                        No Nombre
                                        Ná de Ná
                                        Nomen Nescio

viernes, 28 de abril de 2017

La Chica Avon



       Por causa de la vanidad materna fue que viví mi primer gran amor. Mi depositaria: la Chica Avon. En aquellos años sesenta, el único quehacer de mi madre, viuda muy joven, era estar guapa.  Su apariencia figuraba como su mayor preocupación desde el alba hasta la hora de dormir. Quizá también entre sueños. Ir con ella de compras a las tiendas de almacenes podía derivar en una larga espera en los departamentos para damas. Muy en especial frente a los mostradores de perfumes, polvos, cremas y lociones. Como agravante de la situación, la credulidad de mi madre ante el persuasivo libreto aprendido de memoria por las dependientas, la hacían blanco fácil de los “increíbles” descuentos y las compras a crédito. Consumidora compulsiva, inerme ante la trampa de un viejo truco, para ella un precio que terminaba en 99 centavos se traducía en el número inmediato inferior y no en el superior. Por suerte las cosas cambiaron un poco el día en que sonó el timbre de la puerta: de pronto ahí, la representante Avon llama” en el umbral. El impacto fue tremendo. Lejos de ser como las otras vendedoras casa por casa, maduras y no muy agraciadas, la señorita frente a mí rebosaba lindeza, carisma y cordialidad, aunque no necesariamente en ese orden. Nada raro el que mi madre la recibiera como a una embajadora que da cuenta de sus credenciales. A escasos minutos de conocerse ya se trataban como íntimas.

La chica Avon nos visitaba una vez por semana, por lo regular a media tarde. Pretexto ideal para que mi progenitora le ofreciera café y galletitas, manteniéndola un tiempo considerable en la sala. No se me permitía estar cerca porque eran “cosas de mujeres”, pero ello no era obstáculo para fungir como recepcionista y esperarla en el pórtico con el anhelo y la inquietud de cualquier pretendiente. Luego me las arreglaba para espiar desde la cocina fingiendo hacer la tarea. Mirando por el quicio de la puerta a la bonita cosmetóloga, mi enamoramiento tuvo origen. Sus cara apenas si mostraba trazas de maquillaje. Un toque de rubor, labios con brillo, cejas delineadas. Uñas sin esmalte. Vestía con discreto garbo ropas más modestas que las de mi madre. Al sentarse en el sofá entrelazaba los pies manteniendo las piernas púdicamente juntas. Sus ademanes eran de una morosidad hipnótica. De su maletín sacaba el catálogo y las muestras, mismas que colocaba armónicamente en la mesita de centro.

La plática entre ellas la captaba con claridad y un rasgo de mi dama que me hizo adorarla aún más fue su rechazo a vender por vender tomando ventaja de la obsesión de mi mamá. Por el contrario, desaconsejaba el uso de ciertas cremas y aplicaciones recomendando solo aquello estrictamente eficaz. Varias veces la oí recalcar su preferencia por los productos para el cuidado de la piel antes que los remedios. La prevención era su norma. No era ninguna ignorante ni advenediza y dominaba las prácticas del ornato femenino. Sabía que una mujer al gustarse a sí misma se llenaba de una recóndita complecencia.

Contraje el gusto por ver en la televisión los comerciales de Avon imaginando siempre a mi chica en lugar de la modelo en la pantalla. No me explicaba por qué no la elegían para un anuncio siendo mil veces más bella y encantadora. Más por extrañeza genuina que por halagarla, se lo pregunté tan pronto tuve oportunidad de hablarle a solas. Ella solo se rió y puso un dedo en mi mentón. Sin pensarlo mucho planté en su mano algo que quiso ser beso pero que debido a la prisa fue puro chasquido. De cualquier forma logré que los colores se le subieran a la cara. Ya recompuesta me obsequió un champú con el envase en forma de Mickey Mouse, acto que más bien me puso de malas al ratificar con ello sin necesidad, mi condición de chamaco. Le hice el fuchi. Con movimiento desdeñoso lo guardé en el bolsillo de mi pantalón. Creo que se dio cuenta porque en un detalle posterior fue más atinada dándome un jabón para caballero.

El idilio continuó viento en popa con intermitentes aunque raudos coloquios de pareja. Incluso en mí fue germinando la idea de escribirle una declaración en toda regla. Mi plan era entregarle una carta conformada por textos de personajes famosos. Los más apasionados que pudiera conseguir. Una especie de collage epistolar. No me importaba valerme de la inspiración ajena, el resultado tenía prioridad. También como parte de mi ofensiva romántica busqué ex profeso, sobres y papel especial como marco apropiado para las palabras que deseaba transmitir.

Pero una tarde la Chica Avon fue informal con su cita y no puso más un pie en nuestra casa. Mi madre no tuvo más remedio que preparar café para ella sola. En un principio concebimos las hipótesis más convencionales, las justificaciones de siempre que nos enlistamos cuando alguien incumple por vez primera, mas los días transcurrieron sin saber nada. Cero noticias. Por supuesto yo estaba muy abatido, preparado no con una sino varias declaraciones de amor bajo el colchón de mi cama. El último contacto fue a través de un mensajero quien dio a mi madre un paquete cuyo contenido era rigurosamente comercial: tubos colapsibles con emulsiones, coloretes, exfoliantes y otros potingues pero ninguna aclaración, ni una breve nota de despedida. El único papel era una factura. Los informes en verdad explicativos los recibimos por medio del periódico. La primera plana local era pródiga en pormenores sobre la huelga de vendedoras que trabajaban para la empresa multinacional de cosméticos. Sus condiciones laborales ni siquiera encubrían la explotación de la que eran objeto. Sin gremio que las defendiera. Sentí una opresión en el pecho al pensar en mi Chica Avon como en una criatura desprotegida. Imaginándola en toda clase de dilemas económicos. Sin salario fijo ni seguro social, forzada a transigir ante absurdos e injustos depósitos de dinero en garantía para que le entregaran los artículos que intentaba vender.

Al ver en mi baño el champú de Mickey Mouse me sentí como un canallita. Con inútiles remordimientos retroactivos y evocando agriamente el eslogan: Si tu representante Avon llama, dale la bienvenida.