viernes, 23 de octubre de 2015

El evangelio según los mercaderes del templo




1 Principio del evangelio de los mercaderes del templo, almas piadosas que con su opulencia salvarán a la humanidad.

2 Como está escrito en Isaías el profeta: el pueblo elegido de Dios, Israel, será el tenedor mayoritario de la acciones que cotizan en las bolsas de valores internacionales.

3 Tanto el cordero como el buey son monedas de curso legal. ¿A qué viene tanta cólera?

4 Voz del que clama en el desierto: el "holocausto" judío es una falsedad, mas constituye una industria muy lucrativa.

5 Aconteció en aquellos días que un fariseo predicó: nosotros interpretamos las Sagradas Escrituras según nuestra conveniencia.

6 Y todos se admiraban de su doctrina y comenzaron a seguirlo diciendo: "He aquí la voluntad de Dios".

7 Y estaba Leví, hijo de Alfeo, sentado en el banco de los tributos públicos y dijo: "Sus impuestos son para subvencionar la guerra contra los palestinos".

8 Y un israelita preguntó: "¿Es lícito matar a alguien en sábado?".

9 Y los del pueblo de Israel enfermaron a muchos de los que estaban sanos, inculcándoles demonios.

10 Y los israelitas rogaron: envíenos a todos los cerdos para entrar en ellos. Y fue hecho.

11 Y Yeshua el galileo predicó: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?

12 Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.

13 Los afanes de este siglo, y el engaño de riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

14 Estaban allí sentados algunos escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:

15 ¿Por qué habla este así? Blasfemias dice. ¿Quién se cree que es?

16 Otra vez, queriendo entrar Yeshua a la sinagoga, los israelitas lo detuvieron diciéndole: "Son cinco denarios por la entrada más el impuesto para patrocinar la guerra".

17 Y Yeshua les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:

18 Oíd: el matador salió a matar.

19 Y al matar, los israelitas se regocijaron.

20 Y entonces Yeshua el galileo nos humilló diciendo con voz suave, amorosa y pausada: "Se me van todos a chingar a su madre".


jueves, 15 de octubre de 2015

Tierra



Tierra hollada por amantes venideros,
repartes sortijas a los ademanes solitarios,
cierras los párpados con lágrimas de polvo.
Románticos demonios se beben tus perfumes
y ángeles ebrios quieren atrapar tus silencios
con una redecilla de profundos ojos.
Tierra, pan de carne, no dejes a tu esposo soltado de la mano
con estériles esperanzas por asumir.
Tierra, te me entrego sin miedo a extraviarme:
la transparencia ya no es una necesidad.
Ya no tengo rostro, perdí mi nombre.
Somos tan afines que te llamo sin palabras.
Voy contigo lleno de confianza
sin preguntar el rumbo ni el destino.
Tierra, me pides más emociones de las que dispongo.
Úntame tu casta.

lunes, 5 de octubre de 2015

Manual de Botánica (Abeto)


El abeto está muy vinculado al origen del género humano. Se lo considera ente propiciatorio de la procreación. Su fruto en forma de piña alargada era venerado como un símbolo fálico. En la antigüedad se solía golpear suavemente el cuerpo de las mujeres con ramitas de abeto para desearles fecundidad al igual que se golpeaba el tronco del árbol para instarlo a dar frutos. Una tradición señala que los recién casados empuñaban manojillos de abeto para favorecer la descendencia.
Pero también el follaje, los piñones y la resina era utilizados por mujeres insatisfechas para elaborar menjurjes que servían a la hora de hacer conjuros: "¡Te alabo, oh piña venturosa! El hombre que tengo no me gusta. Que el cielo me envíe otro más joven".

Teofrasto, en su obra De historia plantarum, ponderaba su esencia perenne debido a su gran fortaleza ante los rayos.

Cuando se tala un abeto, un genio que habita en él sale a suplicar por su vida y si se persiste en la tarea ambos mueren. Si un abeto ha resistido centenares de años debe ser tratado con respeto aunque ya no tenga follaje y su corteza languidezca: algún día caerá solo por una ráfaga de viento.

Árbol nupcial, el abeto,
es buscado por doncellas;
de su tronco toman ellas
sus ramas como amuleto.
Se frotan el vientre inquieto,
los pezones y la frente
con el verdor bienoliente
que guarda frutos y vida:
la constancia prometida
como espuma de simiente.