martes, 23 de febrero de 2016

Reporte meteorológico




Tu desamor me llega por el norte,
cruza un gran nubarrón por mi esperanza
y mientras complemento este reporte
vientos de soledad en lontananza
afectan mi barómetro: Hay vacío.
Mi imagen por satélite presenta
un mapa de pronóstico sombrío
y signos de una etapa turbulenta.
Una banda espiral de sensaciones
se registra con rayos en mi centro,
con predominio de altas depresiones
y aludes de negrura cuerpo adentro.
Descenso abrupto de temperatura:
los radares confirman la ruptura.

viernes, 5 de febrero de 2016

Exposición de un coleccionista 4 (Nada)


Ad Reinhardt


A mediados del siglo pasado los artistas plásticos emprendieron la búsqueda de un cero pictórico, visual. Pasaron de la policromía a la monocromía (más bien, monotonía). Una especie de parodia o historieta de la energía oscura. No sabemos si era un intento de reproducir el mundo, un estado de la mente o del hígado. Tal vez un reflejo de un vacío existencial o una manifestación del espectro ordinario de posturas sexuales.
Fue una corriente (quizá debamos decir artificio o chiste) que se autodenominó ná de ná. Una técnica (¡qué risa!) para crear la ausencia de imágenes de manera tridimensional. La tela pasaba a ser una mera pantalla para timar al ojo con objetos que tampoco existen. Todo ello siempre desde la perspectiva del espectador imaginario.
Durante el Renacimiento, las probabilidades de encontrarse con una obra así eran de casi cero, ahora se han elevado a 99.999%. Hay que tener mucho talento para entender la sutileza y profundidad de la idea que la pintura trata de captar. Es algo así como llenar un hueco con otro hueco. Una noción imponente aunque mal asimilada. Una expresión del cero absoluto donde la temperatura se detiene.
Cuadro provocador donde los haya —ya en plan místico— cuyo peligro mayor es la tentación de las irónicas paradojas. Lo que es sacrilegio para el místico es una inofensiva humorada para el pintor. Un barril sin fondo para la pirotecnia filosófica.
Esta corriente podemos llamarla arte abstracto porque el pintor se abstrae tanto que se olvida de pintar. Una estética que apuesta por el alejamiento de los objetos; a una distancia tal que no se ven.
Obviamente el cuadro no lleva firma.

jueves, 4 de febrero de 2016

Magnate onírico


Ella me llama embustero porque asegura que mis sueños son inventados. Y es cierto; al menos en un alto porcentaje. Fuera de algunas pesadillas recurrentes en que me veo perseguido por tornados, casi todas mis experiencias oníricas son imaginación pura y no fijaciones de mi subconsciente.
De modo que ella me echa en cara mis patrañas aunque sean elaboradas en su homenaje. Secuencias de imágenes en donde ella es la protagonista, la bienamada. Pero es inútil. Cada vez que le narro uno de mis sueños inventados pone su clásica sonrisita ladeada y a la vez garbosa cuyo significado es: "No te creo nada". Tal proceder me lastima porque yo pongo mucho esmero en mis fantasiosas producciones. No he logrado convencerla de que durante esos trances, mis pensamientos, mis sensaciones y cualquier manifestación corporal, son de una magnitud equiparable a la realidad.
Como heroína de todos mis ensueños tengo que conseguirle excelentes maquillistas, asistentes, el mejor vestuario, las locaciones más arrobadoras, los camarógrafos de mayor fama.
Incluso he lanzado costosísimas campañas de publicidad ideadas por expertos en mercadotecnia quienes distribuyen su imagen en el metro, en los taxis, en portadas de revistas. Se fabrican perfumes y cosméticos con su nombre y hasta ropa con su firma. En el súmmum de mi idolatría he llegado a pagar para que interrumpan la cotización de la bolsa de valores en las pizarras luminosas de Wall Street con tal de que aparezca su nombre.
Todo en vano. Ella no se conmueve siendo la estrella de mis sueños apócrifos. Sobra decir que la trama en ellos es siempre la misma: el amor. Ella, la inalcanzable, la desdeñosa, la diosa con un séquito de enamorados. Yo, el hombrecillo gris, el ninguneado, el insignificante.
En ocasiones ni siquiera tenemos parlamento. Todo se reduce a miradas, gestos, escenas de una calculada lentitud que son un verdadero despliegue estético. No niego que es un trabajo muy placentero pero a la vez arduo ya que tengo que editar mis sueños para que queden a mi entera satisfacción. A veces debo mantener los ojos cerrados durante horas en una especie de meticulosa vigilia.
Pese a todo siento orgullo porque gracias a mi imaginación ella se ha convertido en una primera figura.
Ayer le conté el sueño donde se estrenaba la última y más fastuosa producción. Todo un éxito. Ella feliz firmando autógrafos; admirada y envidiada. Yo convertido en un realizador genial y creativo, dueño de todo un emporio de la industria onírica. Un magnate. Ella y yo hacemos una glamorosa pareja cuando etéreos caminamos sobre la alfombra roja.