lunes, 12 de marzo de 2018

Trístico (Óleo espejil)






¿No podría leernos algo más alegre?
(Alguien del público)

¿Falta mucho para que termine?
(Otro del público)


El espejo devuelve el rostro más enjuto y las lágrimas menos puras, con un destello mugriento. La expresión avergonzada del doliente que quisiera un escondite de preferencia en la penumbra.

Con cada trazo nos parecemos más, la semejanza se vuelve réplica rigurosa. El espejo ha abierto su cárcel y el silencio hace un escándalo en todos los oídos. Clon del clown; un mimetismo sentimental en escombros que la sombra exige. Ingravidez de espuma manchada a la driva que mantiene flotante un aire taciturno. Por nuestras venas corre un vaho frío en lugar de temperamento. Con los labios plenos de muecas indefensas hemos dejado caer la sonrisa que se fingía vital y exuberante; no obstante, recogemos los galardones espurios de su uniforme.

Todos los tristes cuentan las estrellas con mucha lentitud y se sientan con el puño bajo el mentón a contemplar las nubes nocturnas, el abismo de la insignificancia. El río de la desdicha es más navegable que el del júbilo. El intrépido está más cerca del altar del renombre y la riqueza que el hombre plañidero, pero el payaso duerme más tranquilo que el lanzador de cuchillos.