jueves, 12 de abril de 2018

Estado de sitio



Estado de sitio

Débil, arrinconándome la Vida
con un trozo de vidrio en la garganta
en un sórdido túnel sin salida,

su sombra fantasmal se me agiganta;
la intrepidez se me ha desvanecido,
tengo angustia y no puedo hablar de cuánta.

Ya casi es un dialecto mi gemido,
un estertor agónico e inconexo
sin una ubicación en el olvido.

Me he humillado teatral y genuflexo
ante el Azar que toma decisiones
sin permitir el más remoto nexo

con lo que otrora fueron ilusiones,
como cuando un revés determinante
acaba con la fe de que dispones.

Muere una convicción en un instante,
un ideal de cáscara compacta
se vuelve añicos con afán mutante.

Ya con la egolatría tumefacta
ante los trances más inofensivos
toda nuestra bravura se retracta.

La penumbra no deja espejos vivos,
sólo tiene oquedad en torno suyo
y una serie de cultos expiativos.

En madriguera tal me disminuyo,
como una bestezuela temerosa
dentro de un esperpéntico capullo.

Se ha vuelto mi habitáculo esta fosa
de taciturnidad y aquejamiento
porque el mundo colérico me acosa.

Es una abdicación, no me arrepiento
de claudicar al pie de un precipicio
sitiado por un mal presentimiento.

Acontezco en un ámbito ficticio,
en medio de pretéritas quimeras
cuando a solas les hablo y acaricio.

El miedo es de costumbres pendencieras,
sientes que su negrura es un vil hado,
como un dios que aguardara a que te mueras.

Cogiendo un rumbo exótico he arribado  
a un túnel sin salida y sin retorno,
de mucho a poco y nada me degrado.

Como síntoma grave de trastorno,
creo que tengo un témpano a mi lado
a juzgar por mi gélido contorno
o tal vez por mí mismo estoy sitiado.