viernes, 23 de octubre de 2020

Ensayo individual sin vestuario 4 (Lo bello y lo bueno)

 


Sorprende descubrir que desde la época de los eminentes filósofos griegos hasta la actualidad, todo mundo sabe con exactitud y detalle, cuáles son los atributos más excelsos de nuestra especie. La raza humana entera, la sociedad íntegra puede decir sin vacilación dónde está lo bello y qué es lo bueno. Inclusive se establecen elementos comunes entre una cualidad y otra; rasgos que son afines. No obstante, parece que hay cierta polémica entre los individuos acerca de las características que definen a ambos calificativos y, es bueno —creemos— que tal diferencia de veredictos prevalezca. Porque… a juzgar por la conducta de las personas así como de los esteticistas y benévolos en particular; lo excelso de tales dones proviene de alguna definición escrita en algún lado. En lo que parece haber consenso es que tanto lo bello como lo bueno nos enriquecen como seres. 

Hay una mejora en nuestra naturaleza a través de ambos universos. Se presupone que mediante lo bello llegamos a lo bueno sin posibilidad de extraviarnos. Estamos, como quien dice, ante roda una filosofía. Una doctrina tan generalizada y habitual como la espiración. Se decreta que este proceder es la única zona loable y válida para el clan entero. 

Aunque lo bello y lo bueno sean solo algo aparente debe perseguirse el vivir en su terreno, no importa que no tengan mucho que ofrecer. Tampoco es significativo que los méritos que preconizan oculten valores contrarios a los que representan. Su simbolismo con frecuencia es un mero truco, un concepto que no parece muy cercano a la realidad; de hecho, hasta parece ingenuo por no decir ñoño. 

Sócrates determinó que entre las cosas bellas había muchas que eran muy diferentes entre sí, casi antagónicas. Para algunas personas lo bello y lo bueno son una cuestión moral mientras que para otras resultan ser materia estética, noción que se presta a infinidad de apreciaciones y juicios. ¿Todo lo bello es bueno y todo lo bueno es bello? Parece que no; mucho menos una aseveración semejante: o es buena ni bella. 

Todo parece indicar que los nazis han sido las criaturas más perversas de nuestra especie y los monjes budistas los más virtuosos. Tal es el mito universal. Según lo sabios, un desajuste en la mente es lo que nos lleva a vanas clasificaciones que son del todo arbitrarias, por no decir despóticas porque a menudo nada tienen que ver con lo real o verdadero, ideas que también están sujetas a ópticas y cambios continuos. 

Acaso testimonio semejante nos provoque tanto prurito como cuando afirmamos que descendemos de los monos y somos primates, pero los estudias llevados a cabo hasta la fecha así lo corroboran. Por suerte para nosotros los rústicos sin buen gusto, contamos con las directrices de los selectos e iluminados que nos dicen cuanto vale la pena admirar y aquello ante lo cual uno debe extasiarse. Según estos espíritus nobles —que parecen ser una aplastante mayoría— lo bello y lo bueno son los términos principales de una magna y sublime asignatura en la cual se asocian en grado extremo. Son los pilares de una religión axiomática y genuina. 

Aunque no se pretende hacer de este tema una tesis de retórica, se puede inferir que de un modo acaso instintivo, sabemos lo que es bueno y bello, porque de acuerdo con tal reflejo catalogamos lo que está frente a nosotros, lo que ocurre o no ocurre. Admitimos o rechazamos nuestro entorno, se consiente o se reprueba. Si lo bello va a estar determinado por la imagen, entonces tendremos problemas. Si lo bueno va a estar definido por su utilidad, también nos encontraremos con dificultades. 

Lo que vale la pena elogiar y aborrecer está definido por gente superior. No obstante,  ¿qué tiene lo repulsivo, lo repelente que lo estético no? ¿Por qué casi siempre lo feo y lo maligno despiertan tanta atracción y resultan tan seductores? Así pues, pongámonos profundos y disertemos sobre algo que nunca nos conducirá a un consenso pero servirá para dar rienda suelta a la palabrería. Eso sí, con semejante fijación se tendrá una excusa para poner un pie en la metafísica.