Semblanza sobre la autora
A muchos no sorprenderá confirmar que la
autora fuera una judía (practicante)
perseguida durante la época más cruda del nazismo. Alemana, se le
considera una de las más importantes escritoras y filósofas del siglo XX.
Arendt (1906-1975), desde pequeña mostró
mayor disposición para la lectura que los juegos infantiles. Por sus manos
pasaron desde los clásicos griegos hasta los pensadores de su tiempo como
Martin Heidegger quien fue su maestro.
Emprendió estudios bastante serios y arduos
en las universidades de Marburgo, Friburgo y Heidelberg. En esta última
institución fue una de las pocas mujeres que logró obtener el doctorado en
filosofía bajo la dirección de Karl Jaspers.
Después de que Adolf Hitler se nombrara
Canciller, se vio obligada a emigrar a París para vivir en calidad de asilada
durante casi siete años (1933-1940). Al caer Francia bajo el yugo alemán
(entrando por los Campos Elíseos tras tomar la ciudad), tuvo que huir a Nueva
York en donde obtuvo la ciudadanía norteamericana en 1951.
En Estados Unidos de Norteamérica colaboró
con varias revistas haciéndose cargo de diversas temáticas, para después
impartir cátedra sobre teoría política en la School for Social Research de Nueva York.
Algunas obras suyas son La condición humana (1958), Eichmann en Jerusalén (1963), Hombres en
tiempos sombríos (1968), Sobre la violencia (1970) y La crisis de la república
(1972). También fue una poeta circunstancial y con escasa obra, y en virtud
de que su obra lírica no ha sido muy difundida a través de traducciones, no
podemos afirmar si era notable o no en este género.
Murió en 1970 a consecuencia de una
insuficiencia cardiaca.
Reseña
“Sobre la violencia”
El libro Sobre la violencia —originalmente
aparecido como suplemento de The New York
Review of Books en febrero de 1969— es un texto e donde se revisa el
vínculo entre las fuerzas que emanan de un gobierno u una ciudadanía que está
en contra de semejante presión, por lo cual se vale de la violencia para contrarrestarlas.
Su éxito no fue inmediato ya que la primera traducción del alemán al castellano
tuvo lugar hasta 1973. Haremos un análisis que en principio podría cobrar visos
de petulancia por su carácter crítico, pero lo que se busca es aportar
elementos para una mejor comprensión del texto, el cual ya se ha convertido en
un clásico del tema. Hágase notar que quien estas líneas escribe, no es un
experto en la obra arendtiana sino tan solo un gran admirador incondicional.
La obra Sobre
la Violencia apareció en 1970 y está escrita en forma de ensayo, en donde
Arendt trata de plasmar la forma farsante y embaucadora, con la que diversos
sectores de la sociedad tratan de justificar el uso de prácticas agresivas
contra sus semejantes. Apresurémonos a aclarar que aquí no se aborda la
violencia familiar o la que prevalece en las calles ni tampoco en los
cuadriláteros deportivos. Hablamos de autoridad y mando. Ya se sabe: si existe
alguien que repudia ciertos hábitos considerados reprobables dentro de una
ciudadanía; habrá otro sector que no solo los defienda sino que incluso los
apoye.
Y he aquí uno de los primeros puntos de
controversia en el excelente libro de Arendt: la raza humana es en esencia
conflictiva y belicosa. Han transcurrido milenios desde la aparición de los
primeros seres humanos en la faz del planeta, y ese aspecto, en esencia no ha
cambiado. Y no parece que cambie en los siglos venideros. No podemos
imaginarnos un mundo donde impere la paz y la armonía todo el tiempo, y en
donde cada persona se la pase regalándole flores a su prójimo. Seamos francos,
el ser humano es un ente agresivo y antagonista por naturaleza; lo trae en los
genes. De otra manera no existirían deportes como el boxeo, el rugby y
cualquier competencia que entrañe el hacerle el mayor daño posible al oponente.
En su libro-ensayo, Arendt examina dos puntos
fundamentales y al mismo tiempo diferenciadores: la trascendencia y la necesidad
de la violencia dentro del poder.
Arendt hace también un señalamiento muy
pertinente: la violencia, como ninguna otra reacción humana, suele estar ligada
con el poder. Es un fenómeno que se repite una y otra vez a lo largo de la
historia.
Lo más saludable del ensayo de Arendt es que
no condena la violencia basándose en una moral religiosa, histórica o
costumbrista dentro de una sociedad; sino que se apoya en lo legal, lo
científico e incluso en lo lingüístico ya que por momentos el lector piensa que
los términos “violencia” y “poder” son sinónimos. Parece que es muy obvio: para
la filosofía política, la violencia tiene dos caras: la violencia organizada
del Estado o aquella que irrumpe frente al gobierno la cual lleva a cabo
demandas, y casi siempre de manera espontánea y no muy organizada que digamos. Es
un hecho que en su estudio, la autora se enfoca en el binomio violencia-poder.
Su análisis se concentra en hacer un acercamiento muy minucioso a los móviles,
los símbolos y personificaciones que experimenta la virulencia de los ataques y
las embestidas en el mundo contemporáneo. Todo ello al revisar las posturas al
respecto que antes se consideraban incuestionables; poniendo por encima la
reflexión sobre la costumbre, la siempre bien acogida “tradición”.
Hacer reflexionar es lo primero que el lector
advierte como propósito, al recorrer sus ojos el escrito. Ahora bien, una tesis
sobre la violencia, aunque nos circunde cada día, no está llamada a convertirse
en algo muy popular.
Nótese que en la última parte del texto.
Hannah Arendt intenta establecer el origen, las causas —de
un modo muy superficial, es cierto— del
fenómeno de la violencia a partir de la esencia, la naturaleza del
comportamiento de los humanos, llegando incluso a insinuar su animalidad tomando
en cuenta sus hipotéticas raíces biológicas, aunque sin llegar a comprenderla,
ni siquiera se muestra curiosa o indecisa al respecto. Desde el nacimiento de
la civilización, e incluso antes, el dominio de los hombres sobre otros hombres
ha sido un asunto de cada día y en todo el orbe. No es una novedad.
La forma como interactúan —y lo seguirán
haciendo—, las personas que no piensan de la misma forma, con frecuencia se
transforma en agresividad que se va guardando en el interior de uno mismo hasta
que estalla. A veces es deliberada y otras no. A menudo es estrepitosa y llena
de ímpetu pero en otras ocasiones es sutil y casi imperceptible, pero no por
ello deja de ser violencia. No todo son golpes o tormentos, también existe la
agresividad verbal mediante insultos y amenazas, así como el aspecto emocional
que hace a una persona abusar de hipotética superioridad mental y psíquica.
Según muchos expertos existe una conexión
entre los tres tipos de violencia que va más allá de la simple terminología. Dicha conexión está dad casi siempre por la
cultura de cada persona. No se puede esperar mucha resistencia de parte de un
ser sensible que ha vivido entre libros y una buena instrucción en las
escuelas, versus alguien que ha visto transcurrir todos sus años entre las
calles y maleantes.
Comentarios, críticas y opiniones
Se percibe que la autora es a menudo
demasiado radical: se va a los extremos sin conocerlos muy bien del todo. Esto
no es un defecto ya que Arendt no se convierte en una fanática del tema, sino
en su examinadora. Un aspecto que la autora no considera, es que el uso de la
violencia contra causas “buenas o nobles” no resulta casi nunca censurable;
pero cuando se refiere a “causas innobles o indignas”, la historia es otra
cosa. No parece estar unificada ni ser una una sola cosa. Es, según lo que nos
conviene. Arendt parece que no
En tanto que el discurso, la perorata y la
palabrería permiten intuir quién es determinada persona; la violencia deja
permite hacer ver de lo que es capaz.
Llama la atención el hecho de que la
ensayista parece no darse cuenta de la barbarie que prevalece, a pesar de los
milenios, dentro de nosotros; y ese aparente sentido común y ungido de
circunspección y diplomacia del ser humano que va por la calle. Resulta casi
inverosímil que Arendt parezca no comprender la actitud primitiva que pervive e
nosotros. Nos guste o no, hay más del comportamiento animal en nosotros del que
queremos admitir. Tenemos instintos y muchas veces nos cuesta dominarlos; el
que a veces lo logremos no quiere decir que no existan.
Y aquí volvemos a la violencia buena vs la
mala: si un acto agresivo sirve para apuntalar la verdad, entonces es bueno y
es benigno; en caso contrario es nocivo. ¿Así de fácil? Si yo reacciono de
forma espontánea para hacer surgir aquello que es noble, entonces mi violencia
es racional, en caso contrario es irracional. Más aún, si mi conducta se
transforma en ímpetu estratégico con metas y objeticos claros y, por lo tanto
reacciono de modo brusco, la violencia es irracional y maligna.
Tal parece que la cuestión es tendenciosa. Es
en ese sentido en el que acotamos que Arendt es extremista. No se puede decir
en forma tajante: “Esto es negro y esto es blanco. Punto final. No más
discusiones”.
Las protestas callejeras con o sin pancartas,
los movimientos estudiantiles, incluso las huelgas en apariencia silenciosas y
pacíficas; a menudo se tildan como hechos marginales cuando no lo son. Por lo
general derivan de aconteceres políticos o económicos que conducen a la
violencia. Arendt sostiene: La
arbitrariedad con la cual se utiliza la violencia, evidencia el peligro latente
de que el fin sea superado por los medios a los que justifica y que son
necesarios para alcanzarlo.
Lo cual quiere decir, que no importa cuán
agresiva se ponga la gente al momento de reclamar, de exigir algo que considera
un derecho. Se llega a un punto en que las manifestaciones y las protestas son
más importantes que aquello que pretenden lograr en forma individual o
colectiva. Para decirlo en pocas palabras: la violencia se convierte en un fin
en sí mismo. No todo es mando y obediencia, existen acuerdos, zonas de
concertación en donde dos bandos pueden coexistir, pero para esto se requiere
mucha fuerza de voluntad y paciencia. Otro punto a favor de la autora es cuando
asegura que el poder no es una propiedad, sino que se ejerce y solo existe
cuando se transforma en acto. No es un título nobiliario o principesco en un
cuento de hadas en donde se es rey o príncipe solo de nombre.
Para concluir, diremos que Hanna Arendt está
de acuerdo en que la violencia puede ser efectiva en el corto plazo, pero que
de ninguna manera puede sustituir al poder.