Se propaga como epidemia y en todo su interior hay vacío: es el estuche de la nada; pero puede convertirse en corral o balsa. En vaso para tu vino, en tu radiante columpio, en tu sillón predilecto. En las persianas de tu sacra morada. Es asunto frecuente del haikú. Úsalo para espantar a los malos espíritus. No desdeñes las notas musicales de su flauta mágica ni la cuchara para la sopa nutricia ni el chasen para tu aromático té. Practica su mística del viento. Puede convertirse en tu escalera grande o en otra chiquita, en el petate para tu sueño reparador. En el cálamo, la poética pluma para tu caligrafía. El papel para tus cartas de amor o tu nota suicida. Tu talismán infalible. Puede ser la conciencia tranquila de tu farsa ecológica. La bienaventuranza o la peor pesadilla de tu jardín.
Se disemina cual plaga
el pletórico bambú,
es anfitrión del haikú
y al crecer no se rezaga.
Su fragancia es algo vaga
y es de índole invasora,
desestabilizadora
de otras especies vecinas
mas en sus verdes cortinas
muchos usos atesora.