Sextina del
miedo
Con revólver
persígnase la noche
para escupir su
oráculo de muerte,
no hay más
trinchera en la ciudad que el miedo,
perdió su brújula
el lugar del crimen.
Caminar distraído
por la calle
es un recuerdo.
Sal portando un arma.
Acaricia a tus
hijos con un arma,
pues yendo en
los pasillos de la noche
no va a
escoltarte Dios en cada calle
si se anuncia
con gárgaras la muerte.
El hampa en lid,
los diáconos del crimen
te darán pus de
plomo para el miedo.
Un tintero de
voces tiene el miedo
y un lingote de
fango pesa un arma,
decapitar es épica
del crimen
cuando reparte
naipes la atroz noche
y cuelga el
pergamino de la muerte
en las márgenes
rojas de una calle.
Endriagos de
metrópoli en la calle
orinan en capítulos
de miedo,
por cada
reverencia de la muerte
es ungida con coágulos
un arma
que gotea en los
filos de la noche
el fétido dolor
de un raudo crimen.
Siluetas de humo
pautan contra el crimen
exigiéndole al
odio que se calle.
Tatuada de cadáveres,
la noche
es asfalto
podrido por el miedo
que transita rascándose
con su arma
el gatillero
andante de la muerte.
Vicio de
masturbarse con la muerte
el de las
bestias báquicas del crimen;
es un muñón lo
que sostiene el arma
tras un gruñir
porcino a media calle
y los gusanos fúnebres
del miedo
devoran la
careta de la noche.
El crimen hiede
a séquito de muerte,
calibra tu arma
al ir por esa calle
donde el miedo
babea cada noche.