Malévich
Cuadro negro
Para habituarse a su entorno, el autor trabajó su lienzo al natural. Diligencia no falta. Se percibe en la homogénea composición del conjunto; alarde de acromatismo que suscita un vértigo álmico. El observador se precipita en las espirales de la abolición, en una pesadilla de infinitos etcéteras. La sombra de la sombra en donde el pensamiento se oscurece. Nada para los ojos. La noche no puede detener su hemorragia.
Para habituarse a su entorno, el autor trabajó su lienzo al natural. Diligencia no falta. Se percibe en la homogénea composición del conjunto; alarde de acromatismo que suscita un vértigo álmico. El observador se precipita en las espirales de la abolición, en una pesadilla de infinitos etcéteras. La sombra de la sombra en donde el pensamiento se oscurece. Nada para los ojos. La noche no puede detener su hemorragia.
Perfecta amalgama de la realidad con el Yo
nigérrimo, aunque también podría ser una oblicua referencia al mercado negro de
obras de arte, los huevos negros de Owakudani o la bola de billar número ocho.
Un retorno a los antiguos, a la majestad pródiga y ecuménica. La genialidad
está en la omisión. Para ser un artista universal nada mejor que una obra que
satisfaga todos los gustos. Puedo decir: pomposa falta de imaginación... mas me
gana la risa.
Este óleo (número 2 en mi catálogo personal) tuve
que retirarlo de mi galería que mantengo abierta al público ya que se convirtió
en un juego obsesivo para ciertos concurrentes maniáticos, quienes, diariamente
con lupa en mano se pasaban horas examinando cada centímetro cuadrado. Algunos
incluso, pasándose de audaces, se turnaban para montarse en hombros uno encima
del otro con el fin de inspeccionar las pinceladas superiores.
Es fácil engañar al ojo. Esta pintura, en todo caso...
colgársela en el cuello como rótulo de la muerte.
¿Son estos los privilegios de la vista?