jueves, 5 de marzo de 2015

Huella























(Sextina de Lolitzin)

Me pide usted que le describa a Lola;
tendrá que imaginársela en la playa
calzando espuma y coloreando brisa. 
Podrá beber del cuenco de su huella,
pues todo dulcifica de algún modo
esta áurea dama de nutricio paso.

Si apenas me he acercado, paso a paso,
al palpitar limítrofe de Lola
y he podido inferir de cierto modo
su linaje mirífico de playa,
se debe a que he seguido cada huella
convirtiendo en mi cómplice a la brisa.

Salpicada de albores y de brisa,
puedo esbozarla así como de paso
y podría jurar que su ágil huella
es una cicatriz que deja Lola
en las íntimas dunas de la playa;
no me atrevo a explicarlo de otro modo.

Es lo que hay, sabe usted, y pues... ni modo,
confío en la elocuencia de la brisa
porque con ella está junto a la playa
convirtiéndose en púlpito a su paso.
Al mar —el novio único de Lola—
le gusta ir a besarle cada huella.

La arena, reverente ante su huella,
se azucara con sol de un terso modo,
es la magia cantábrica de Lola: 
su andar es difundido por la brisa
con fragancia distinta en cada paso 
y llega hasta mi erial desde su playa.

Le digo a usted que un día iré a su playa
para que pose en mí su magna huella:
en mi pecho el tatuaje de su paso.
Será según su grey de espumas y a su modo. 
Su perfume es ya vicio de la brisa
que solo quiere estar siguiendo a Lola.

Por eso voy al paso y de buen modo,
sigo la huella de bronceada brisa
hasta la playa donde reina Lola.


El hombre elefante



Joseph Merrick, conocido como "El hombre elefante" de cuya enfermedad no vamos a escribir aquí; tenía una vena poética que puede apreciarse en los versos que agregó a otros de un poeta llamado Isaac Watts que aparecen en su texto "Falsa Grandeza":

Is true that my form is something odd,
but blaming me is blaming God:
could I create myself anew
would not fail pleasing you.

John Merrick

If I could reach from pole to pole
or grasp the ocean with a span
I would be measured by the soul
The mind is the standard of the man.

Isaac Watts

Una adaptación al español en forma de soneto:

Es verdad que mi aspecto es algo extraño,
mas culparme por ello igual sería
culpar a Dios y su sabiduría
por hacerme distinto a su rebaño.
Si yo me creara en forma y en tamaño
nuevo entero, jamás les fallaría,
y en grato a ustedes me transformaría
sin causar un siniestro desengaño.
Si me brindaran la ocasión tan sólo,
si esplendiera la luz sobre mi palma,
si pudiera abarcar de polo a polo
o si abrazara al mar intensamente,
sería valorado por mi alma:
el don común del hombre es tener mente.

lunes, 2 de marzo de 2015

Escritorio público


En el Mercado Juárez de Monterrey existe un pequeño local que aparentemente no tiene ningún nexo con el resto de los tenderetes que pululan ofreciendo sus mercaderías a los visitantes. Es el escritorio público de Don Hermenegildo. Un oficio que es ya una especie en extinción. Un negocio humilde con una vieja máquina de escribir, una mesa patuleca y un par de sillas. ¿A quién se le ocurre en esta época de frenesí tecnológico, de mensajes instantáneos y todo tipo de avances en comunicación, intentar ganarse el sustento con una actividad tan rancia? A Don Hermenegildo, nombre que por cierto suena tan intimidante que a uno le parece que el señor fuera a sacar en cualquier momento una pistola o por lo menos un machete.
Yo le pregunto si todavía hay personas que soliciten sus servicios y me mira como pensando: "pobre hombre moderno ignorante"; pero con indulgencia responde: "desde luego".
Las tareas en el escritorio público son variopintas: llenar formularios para cumplir con un requisito burocrático, solicitudes de empleo, trámites legales, elaboración de facturas, trabajos escolares que alumnos perezosos prefieren no pasar en limpio. Algunos maestros igual de holgazanes delegan la puesta al día de las boletas de calificaciones. 
Algunos escribanos que son competidores se han actualizado con computadoras e impresoras, pero Don Hermenegildo sostiene que existen aún múltiples formatos que no pueden imprimirse y necesitan ser mecanografiados. Por otra parte él tiene un par de ventajas. Habla náhuatl y otomí y muchos de sus clientes no saben español de modo que funge como traductor. A Monterrey llegan tantísimas personas de comunidades indígenas en busca de trabajo o a vérselas con alguna dependencia de gobierno, las más de las veces para tratar algún asunto en la que llevan las de perder.
Incluso algunos que saben hablar y leer español se avergüenzan de su trémula caligrafía y recurren a Don Hermenegildo. Otra de sus ventajas es que es experto redactando cartas de amor. Junto a su vetusta máquina de escribir, además de papel, sobres y diccionarios, cuenta con ejemplares de poesía amorosa de donde extrae las más vehementes frases para enamorados. Lee en voz alta algunas líneas y traduce en seguida. Sugiere palabras, expresiones. Pregunta: ¿de qué color son sus ojos? Pide que le describan el cabello, la risa, el andar. Vuelve a inquirir: ¿Cómo la llamas: palomita, chiquilla, mi flaca, cachorra, mamicuchi, mamilín, mamirrica, caramelito, pirañita, cielo, fierecilla, lucero, tesorín, mi solecito, la nómber guan, amore, pirada, pitufina, morcillita, bambina, ratoncita, darling, chata, tomatito, sapita?
Cartas para declararse, para pedir perdón, para decir te extraño, para pedir matrimonio, cartas para reprochar, para dar rienda suelta a los celos. Cartas cachondas cargadas de dulce concupiscencia. Cartas para ponerse romántico.

Ángel mío, mi reina, mi sangre, mi todo... 
Ni mitz tlazohtla  (Te amo)



"Las cartas de amor son lo más rentable de mi negocio", dice.


sábado, 28 de febrero de 2015

Dísticos dispares


Fotografía: Jandro Llaneza



Perdóname esta ofrenda tan sencilla
al convertir tu nombre en mi capilla.

Llevo tu nombre en mi pellejo ajado
como alfiler de broche atravesado.

Cuando siento temor no me denigro
pues profiero tu nombre ante el peligro.

Ayer hablé contigo aunque no estabas,
un diálogo en silencio mas sin trabas.

Tuve un trance de imágenes, diseños:
que yo andaba de incógnito en tus sueños.

Así es como te pienso con frecuencia:
extraigo de mi pecho tu presencia.

Soy vendedor de humo —bien lo sabes—
curandero de inútiles jarabes.

Si el mar y tu mirada juguetean
sabré cómo tus ojos espejean.

Con el aliento que sutil exhalas
robustecen los pájaros sus alas.

No te enfades conmigo, amada: brilla;
pues eres el fulgor de mi capilla.

Capillita de luz con muchas gamas
que en modo tutelar en mí derramas...

Desde allá, donde está lo que más amas.

viernes, 27 de febrero de 2015

Rumbo



Con lo fácil que es perderse,
qué difícil encontrarse.
Tengo una brújula sabia
que bien podría ayudarte
cuando huyendo de ti misma
tal vez puedas columbrarte;
rauda, en plena escapatoria:
no hacia atrás ni hacia adelante.
Te has perdido sin moverte,
más lejos sin apartarte.
En un sendero sin pasos,
sin rumbo: ya te extraviaste.
Mas tenle fe a tu penumbra,
tus venas habrán de guiarte.
Caminarán sobre espejos
tus bellos pies cardinales.
Estática te perdiste
y sedentaria has de hallarte.

martes, 24 de febrero de 2015

Décima con fines estratégicos





Sentimientos encontrados,
con el corazón perdido:
hay nudos en su tejido
y variedad de sangrados.
Creo que tengo menguados
el pulso y el pensamiento.
Gozo de un llanto contento,
padezco una triste risa.
Estando mi alma indecisa...
¿Por qué siento lo que siento?
















Homo Lectoris 11 (El vicio de la lectura)




De niño, como a los siete años, me regalaron mi primer libro que no era para fines escolares. Un libro muy famoso que editó José Vasconcelos: "Lecturas  clásicas para niños". Contenía extractos de las grandes obras de la literatura, desde selecciones del Gilgamesh, Cantar del Roldán, el Juglar de Nuestra Señora, Fábulas de Esopo, Don Quijote por supuesto, cuentos de los hermanos Grimm y muchas otras joyas. Yo me pasaba horas en un tanque de agua elevado a 10 metros de altura por el cual se llegaba a través de una escalera de caracol. Me perdía y nadie  lograba encontrarme.
Un día llegó la televisión a casa: un auténtico lujo. Fue una noche. Mi padre la encendió en tan solemne ocasión y el primer programa de TV que vi fue el que incluyo abajo. El actor es Burgess Meredith, un incomprendido actor especialista en dramas de Shakespeare que tuvo que ganarse la vida haciendo de "El Pingüino" en la serie de Batman en los años sesenta y como el entrenador en las secuelas de de Rocky.
El doblaje del actor principal corre a cargo de Carlos Riquelme, un actorazo mexicano.