Me
dije al verte en sueños por la calle:
"Mujer
inteligente se aproxima", (*)
y
yo te agradecí el gentil detalle
de
mejorar la atmósfera y el clima.
Pensé
luego: "Ojalá que me saludes",
y
devino un febril descubrimiento;
al
hablarte deduje tus virtudes:
sensible,
culta, noble y con talento.
Fue
un aura epitalámica completa:
tu
voz, tus ademanes, tu vestido.
Tu
corazón volvióse un frío asceta
y
a la par, tu intelecto, más sentido.
Me
embrujaron tu estilo caminero,
tu
risa triste y —claro— tu sombrero.
(*) Roque
Dalton