Un torniquete espectral de nubes como pólvora del viento, corola de terror, un telón de sombras torcido. Le gusta formar pliegues en el cielo. Viene con una sola rueda desde una remota oscuridad. Parece una broma del arco iris. Contiene un pájaro ígneo en el centro pero su cónica magnificencia exhibe un gélido dominio. Le digo: Monstruo barrendero, nos conocemos por las huellas. Un tornado de color naranja con zigzag viperino donde penetran los buitres feligreses del desasosiego.
En sus contornos lleva la inquietud de los horizontes difusos. No es borrón y cuenta nueva. Se me echa encima como un dios ofendido por tan poca idolatría. Envuelvo con mi miedo a los árboles arrancados de raíz. Por los muros de mi pesadilla girando arremete una espiral domadora de relámpagos.
Tractores, ferrocarriles y casas rodantes me producen vértigo con su tiovivo. No hay refugio. El remolino viene hacia mí justo cuando estoy remendando la esperanza en forma de mi única camisa; aunque se tambalea la calamidad siempre llega. Ahora quiero perseguirlo. Encuéntrenme si pueden.