domingo, 22 de febrero de 2015

De almas y cosas peores

Si hay almas que
se reconocen
lo mejor sería que
ni siquiera se rozaran
porque terminan más solitarias
él viendo cómo a su ternura
se le quiebran los dientes
al moder el nombre
que no quiere pronunciar
y ella con una iracunda decepción

sería mejor que esas almas
no se rozaran
porque terminan tumefactas

sábado, 21 de febrero de 2015

Abbá



Dios: siendo yo un niño
en el umbral de la era de hippies apostólicos,
supe de quien con fe llaman tu hijo
y de rodillas blasfemé: son tan diferentes.
Tú cósmico, Él galileo.
Me conmovieron sus retorcidos miembros por los clavos
y el bello torso de una floral fragilidad
expuesto sobre la cruz.
Me hablaron de su séquito
de pescadores harapientos y mujeres difamadas.
Él mejilla por mejilla, Tú ojo por ojo.
En el templo se condujo como el paladín justiciero
que cualquier chiquillo vitorea.
Dicen que musitó dóciles palabras
con las que te bendecía antes de morir.
¿Pensaste en la Madre cuando se coaguló
la sangre en sus cabellos?
Corre el rumor de que lo embalsamaron
con supersticiones y la ascención tuvo otra ruta.
Junto a tu trono ecuménico y calígine
no hay espíritu santo a la siniestra
ni vástago a la diestra.
No yerres: perdí la fe
no el deseo de amar a un padre celeste.
Él misericordioso, Tú punitivo.
El cordero sacrificado, desde un fétido despeñadero
está llamando a su rebaño.
Tiemblo aún ante su resplandor
de estrella pechiabierta.
En verdad os digo que no se te parece.

Charcos 2


tiendo galante
mi abrigo con remiendos:
ella ante el charco


a tus pies besan
ondas de agua en un charco
las muy traviesas


la transeúnte
as en salto de charco
y con tacones


reflejos de agua
cuidado con las nubes
al brincar charcos



fin del chubasco
el quieto charco enturbia
tus pies descalzos



aún [y aun] con truenos
tus bellos pies salpican
perlas de lluvia



frente a un gran charco
el estilo ante todo
para brincarlos



cita en un charco
el reflejo de luna
cautiva al mirlo


Charcos 1
http://luismarianolugubrisvox.blogspot.mx/2012/06/charcos.html

jueves, 19 de febrero de 2015

El vendedor de humo




Soy el vendedor de humo. Mi trashumancia me lleva a aldeas y ciudades para ofrecer a las almas nefelibatas la posibilidad de hacer reales sus más añejos y recónditos anhelos. Pongo al alcance de los lánguidos soñadores (mas no incautos) un recurso sencillo y barato para ver cumplida cualquier fantasía.
No digo "materializar" porque sé que con mi producto la diferencia entre lo tangible y lo intangible es insignificante. ¿Mi secreto? Humo que brota de mis manos. Humo púrpura con efectos alucinógenos.

No es la inhalación lo que provoca el trance onírico sino una serie de estímulos ópticos que inducen al cerebro a crear figuraciones. Un radiante campo multiocular se encarga de abrir nuevas dimensiones a las pupilas tan ocupadas en siniestras oscuridades. Humo que se traga lo feo y volatiliza locas ilusiones. Humo como colirio bienhechor. Consigue que alcen vuelo alas cercenadas, que se elimine el lastre de aprendizajes inútiles. Procura inéditas sensaciones. Obliga a las despechadas sombras a reverenciarse a sí mismas. Nada como una buena dosis de humo bajo los párpados para purificar la visión y prepararla para el disfrute de prados y manantiales que no por ser espejismos son menos deleitosos.
Anímese, diga adiós –por un instante al menos– a esos paisajes de abismos abandonados. Por unas pocas monedas puedo convertirme en la comadrona de entelequias que nacen por error. Soy el marchante del fuego fatuo y del extinto resplandor como el de algunas estrellas. Soy un mago del disfraz y de la nadería: vendedor de humo. Un humo fresco. No contiene cenizas. Inofensivo: no es tóxico.
Brindo lo etéreo como un viaje sin camino, sin migas de pan; hacia universos ignotos y maravillosos, hacia latitudes consteladas. Desde allá puede enviarme una nota. En aras de la brevedad que tanto le place puede escribirme con caracteres invisibles o ya en el súmmum del laconismo, un mensaje en blanco. Nada mejor para un vendedor de humo. Lo importante es saber que Usted se encuentra bien.

martes, 17 de febrero de 2015

Amores imposibles (Acotando a Darío Jaramillo Agudelo)



º Puede que seas el amor imposible de tu amor imposible. Pero esto es un milagro.

º Un amor imposible es el más feliz de los amores.

º Que no nos vengan con los azarosos amores posibles.

º [Deja] que yo te ame sin creer nunca que te alcance.

º Todos los amores imposibles son eternos.

º No son celosos los amores imposibles.

º Por todo el tiempo que dediqué a mis amores posibles, descuidé a mis amores imposibles.

º Yo no voy nunca solo al fondo de mí mismo... Allá voy con mis amores imposibles.

º Mis amores imposibles me ayudan a domesticar a mis fieras interiores.

º Cuando gastaba horas y horas olvidando a la amada posible, también olvidé a mis amores imposibles.

º Nunca sentirás la piel de tu amor imposible, ni sabrás a qué huele.

º Amores imposibles ineficaces como la compasión, como la compasión, necesarios.

º Amores imposibles que hicieron imposible la sola soledad.

º Sólo son felices los amores imposibles que son imposibles desde el principio y siempre.

º Sufrí. Vinieron a salvarme los amores imposibles, amores sin astucia y sin heridas.

º Los eternos amores imposibles no se tocan, no se cruzan, no pueden verse entre sí.

º Los amores imposibles son los más ridículos amores.

lunes, 16 de febrero de 2015

Estilos


*
Estilo de la mujer tendida

Bajo una solar cauda
yace –y yo me cohíbo–
tu cuerpo sin moverse
mas también fugitivo.

Mi corazón en sueños
se desmorona en gránulos risueños.

Del futuro me acuerdo
que pude conocerte
detrás de tu sombrero
que no me deja verte.

Tú, inmóvil, me consternas
con la aurífera imagen de tus piernas.


Estilo del sombrero que no me deja verte

Con mis ineptos trazos
te dibujé un sombrero,
cuando admití una noche
de grillos, que te quiero.

¿Por qué no entiendo nada
si tu esencia me ha sido revelada?

Sabiéndome tu nombre,
decirlo no podía
pues sus diáfanas letras
eran mi profecía.

¿Por qué hiela el espanto
ante aquello que ya esperamos tanto?

 *
Estilo de la mujer de las palabras

Ya no sé cuántas eras
siguiéndote he vivido
para decirte frases
de idílico sentido.

Para hallarte, primero,
descubrí un mapa tuyo en un sombrero.

Pido invadir tus venas
con mi naval palabra,
pues el amor –lo sabes–
es una lengua bárbara.

Piensa en este deseo
por si un día ante ti tartamudeo... Lolitzin.




jueves, 12 de febrero de 2015

Homo Lectoris 10 (Puro rollo - Grecia clásica)


Ya en lo que han dado en llamar la "Época dorada" de la cultura griega (hace unos veinticinco siglos más o menos); filósofos, poetas, historiadores y dramaturgos ponían el grito en el Olimpo por la cantidad de libros que circulaban en el mercado. Era una queja muy extendida. Igual que ahora. Idénticos síntomas de hartazgo por el inmenso número de obras disponibles.
Sócrates se oponía a la lectura de libros porque los consideraba nocivos para la memoria y el aprendizaje, un sucedáneo chapucero de la sabiduría (bien pudo ser el mismo Platón poniendo en labios de su maestro palabras que en realidad no profirió). Para el filósofo los libros eran objetos que no aceptaban interacción alguna, exponían su tiránico discurso y nada más. Séneca recomendaba contar con unos pocos y muy selectos libros de cabecera. De modo que, hablar de la plaga libresca no es una novedad. Por supuesto esa actitud quejumbrosa y llorona no excluía a los copistas (en su mayor parte esclavos), quienes no estaban encantados con transcribir una treintena de rollos de papiro para un solo ejemplar de la Ilíada o la Odisea: muchos de ellos no escribían sino dibujaban los caracteres sin entenderlos lo cual propiciaba las erratas.
Difundidos en formato físico, los volúmenes podían llegar a manos de quienes los entendían y quienes no. Eran sugeridos, prestados, regalados, discutidos. Víctimas de la indiferencia o sujetos a múltiples y disímiles interpretaciones. Igual que ahora.
Para que un libro se considerara publicado era menester su lectura en voz alta, por el propio autor o un criado, ante una audiencia. Aunque la oratoria, la conversación culturosa y la tertulia intelectual gozaban de alta estima en la época helenística clásica, el libro y la lectura silenciosa fueron ganando adeptos. La gratificación íntima, personal de un lector frente a su papiro fue desplazando al binomio orador-público. El rollo oral vs el rollo escrito.
Libros sobre cualquier tema, sin excluir ejemplares de profecías, exhortaciones morales, consejos culinarios, manuales tipo "hágalo usted mismo", tratados sobre sexualidad, tácticas militares, primeros auxilios, etc. De todo como en botica. Igual que ahora.
Sócrates no creía en un vínculo entre el lector y el texto escrito, ni en esa complicidad con el autor que en nuestro tiempo tanto nos gusta idealizar plenos de romanticismo. Nada de: "Soy un libro y les voy a contar mis intimidades con una lectora".