No soy ninguna inútil. Sé cocinar. Juego a
hacerme la tonta, pero que no les asuste la sensibilidad que no empleo. Debo
pedirle a Paty que me devuelva mis platos blancos y candelabros de plata;
perdónenme por ser tan sentimental. También debo preguntarle dónde conseguir
corazones de apio y cebollines. Necesito además 12 copas grandes de vino. Pero
ahora viene lo más importante: cocino sin ajo. Yo misma horneo el pan
francés (¿los tengo impresionados?). Esperen a que vean mi destreza al cortar
en trocitos muy pequeños las nueces, las castañas y los cacahuates. De
especias: romero, laurel, orégano. Un huevo duro bien troceado -esta parte me
excita, no sé por qué-. Mejor dos huevos; los hombres no suelen estar muy bien
provistos. El pavo se coloca en el horno a 180 grados centígrados, unos 350
fahrenheit -conozco acerca de conversiones de unidades-. Se le agrega aceite,
vinagre, cebolla y las especias. Esta parte me brinda una gran seguridad
emocional. Hay que ser disciplinada, no sé de dónde sacan que soy una caótica.
Soy muy precisa en muchas cosas, es sólo que las cámaras me ponen un poquitín
nerviosa. Me han deificado tanto como símbolo sexual que el público no me ve
como cocinera. Puedo estudiar un libreto mientras preparo mi receta
especial. Bien, y ahora las champiñones pero, ¡que no sean de lata! No cometan
tal herejía. Los chícharos también deben ser frescos. Cocer dos horas. ¡Feliz
Día de Acción de Gracias!
¡Ah! Me olvidaba: Soy valiente para amar.