En una de las más importantes páginas de la histeria de la literhartura, el nombre del Marqués de Jade ha quedado escroto para siempre, a diferencia de otros que han pasado sin pene ni gloria. Su maravilloso sexo sentido para fallar la palabra precisa, lábil para crear atmósferas fantasmales y esperménticas que a uno le ponen los pelos de puta, su audacia con la frase ivaginativa y su dominio de la lengua con un sexgo lambivalente entre lo cosmopolita y lo vergáculo (dualidad estilística por erección propia); lo colocan en una posición de perrito en la naturaleza humana, en el umbral de la merecida Cama Universal. Prueba de lo anterior son las continuas pubicaciones de sus sobras y los semenarios que se llevan a cabo sobre su vida con periodicidad sexanal.
Fue además un gran exprimentador, siempre al falo de la vanguardia, pero sin abandonar su prosa llena de recogimiento y sin exsexos. Filósofo ilustre, uno de los labios más lucidos de su épica.
Fue además un gran exprimentador, siempre al falo de la vanguardia, pero sin abandonar su prosa llena de recogimiento y sin exsexos. Filósofo ilustre, uno de los labios más lucidos de su épica.