miércoles, 6 de diciembre de 2017

Vericuentos 15 (Licencia para matar a un personaje)



Entiéndeme bien, escritorzuelo: quiero que en la próxima página a más tardar acabes con ese personaje que me ha amargado la vida y a quien odio tanto. No me importa cómo lo consigas ni que esto parezca un conjuro. Haz que se atragante y muera de asfixia cuando la mujer que amo le haga probar mi receta favorita pero cocinada para él. Que agonice lentamente por la picadura de un alacrán escondido en las botas que me robó. Ponlo a correr por las calles para que resbale al pisar mierda de perro callejero y se rompa la cabeza. Que sufra un infarto mientras se carcajea ante mi foto nupcial. Sería estupendo que fuera la víctima inaugural de una novela detectivesca sobre un asesino serial en ciernes, empujado al crimen por la infidelidad de su novia. Nada más alentador que saberlo cadáver putrefacto en un relato sobre un mosquito epidémico asolando una isla tropical. Apela a tu imaginación para una muerte innovadora inyectándole tinta en las venas. Me regocijaría leer con todos los detalles, un pasaje en el que una congestión alcohólica lo despachara al otro mundo, no sin antes pasar por un bello estado de coma. Que  lo castraran las puertas de un elevador al cerrarse y muriera por una hemorragia idéntica a tu verborrea. Regálale un ejemplar del Kamasutra infectado con esporas de ántrax en cada capítulo, o un cachorrito chihuahueño lleno de pulgas con peste bubónica. Haz que lo aplaste una avalancha de tus obras completas e inéditas. Inspírate para que lo linchen todos los plagios que abundan en tus textos. Piensa en este genial golpe creador: que los errores ortográficos de mi mujer lo fulminen de vergüenza ajena.

Que se suicide ahorcándose con el cabello de su amante y esposa mía. Acaba con él. Elimínalo. No me importa cómo lo hagas: bórralo de la trama.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Homo Lectoris 12 (Lectura Íntima - Roma)


Fue en Roma, al final de la república, cuando cobró auge la "lectura íntima". Tanto de estudio como de entretenimiento. El disfrute de los libros a puerta cerrada, en privado. Lectura por placer y de consulta profesional. 
No obstante, el leer con fines recreativos fue adquiriendo nuevos adeptos. Un público que sin ser intelectual o erudito (tampoco era inculto) acudía a las bibliotecas de gente rica para quienes el acopio de volúmenes era señal de distinción, o bien, un botín digno de un encubierto alarde. Al mismo tiempo, se llevaron a cabo grandes esfuerzos por alfabetizar a la población y lectores bisoños daban rienda suelta a su recién adquirida habilidad buscando libros de todo tipo: dramas, cocina, consejos para vivir, jardinería, religión, cosmética, literatura; en fin, lo mismo de hoy. La misma queja de siempre: demasiados libros. Aunque para muchos fueran un elemento decorativo (igual que ahora), no significa que no hubiese, aunque fuera una minoría, lectores entusiastas y aplicados que iban más allá de lo ornamental.
Los textos de historia tenían mucha demanda, en ellos se entremezclaban los hechos reales y los mitos. Los de filosofía eran coto de un público más reducido y especializado. Dominio de aquellos que consideraban el acto de "pensar" como algo concupiscente y a la vez divino: calistenia epicúrea.

Coexistían la lectura silenciosa y en voz alta. Hay que tener en cuenta que para los romanos la oratoria fue muy importante. Se prestaba gran atención a las pausas, al tono, énfasis, la viveza o lentitud de las frases. Los caracteres debían abandonar su naturaleza incolora y neutra. Dar vida a un pasaje con voz y ademanes era tan primordial como escribirlo. Sin embargo, poco a poco la lectura interiorizada y silente se fue extendiendo. Así cada quien eligió sus textos según sus confidenciales preferencias.
Cada quien dando vueltas, solo, en el patio de su propio manicomio.

martes, 28 de noviembre de 2017

Ensayo individual sin vestuario (Hoy)

Siempre le he tenido recelo a la frase Vive el hoy como si fuera tu último día y a todas sus variantes. Me parece un ardid retórico. Un eslogan de los que preconizan Vivir el momento y de quienes son presuntos eruditos en grandes verdades. Hoy, ahora, ya, ahorita. Carpe Diem. Si la memoria no me falla, la moraleja en la fábula de la hormiga y la cigarra era sin duda lo opuesto.
Hagamos una pausa. Al fin y al cabo, de ser hoy mi último día tanto si lo supiera como si no es difícil que hiciese algo extraordinario. Imagínense vivir con la consigna de hacer algo excitante o trascendental cada vez que uno abre los ojos por la mañana. Acaso para muchos o algunos la mejor manera de gozar el hoy postrero sea no hacer nada. No ponerse filosófico. No obtener, mucho menos propagar conclusiones o enseñanzas. No inquietar o aburrir al prójimo con adioses emotivos teñidos de una gratitud extemporánea o redundante; mucho menos decirle lo que debe hacer con su incanjeable presente.
Vive el hoy... es casi una tautología. Un remedo de moraleja proferida por un iluminado espurio. Un arrebato propio de los espíritus eufóricos. Como esas revelaciones "profundas" que proliferan en los libros de superación personal que de tanto repetirlas aunque sea con palabras distintas ya no expresan nada.
Pobrecito del ayer, tan denigrado, tan sin prestigio. Harapiento, sin que nadie le haga caso, por la calle repite su pregón embustero: Todo tiempo pasado fue mejor. Los hoyistas y los futuristas no le tienen mucho respeto a pesar de que lo usan como bastón, como catapulta. Su facha espectral desagrada a la juventud.
Y el futuro, con su camisa limpia y almidonada procura animar a los descorazonados: Mañana será otro día. No importa que el porvenir se vislumbre vetusto. Aunque los agoreros lo manoseen no abandona su aire virginal.
¿Y si los físicos tuvieran razón y pasado, presente y futuro fueran meras ilusiones?
Vivir como si no hubiese mañana. El problema es que con semejante proceder el tiempo aparenta ser más raudo y las horas no pueden ingerirse a cucharaditas. Un duro contraste cuando evocamos las noches en vela, las jornadas interminables en que el reloj volvíase pachorrudo hasta la exasperación. Hay que tener paciencia con el tiempo. El hoy se ocupa sólo de sí.
Está claro que quienes tienen un presente adverso, quizá no lo sobrevivirían de no ser por la expectativa de un futuro "menos peor". Y aunque es irrebatible que el mañana puede no llegar, el intuir su lejano contorno resulta esperanzador (a veces) pese a su remotidad.

Tal vez no exista Dios ni el futuro esté a cargo de los astros o la baraja pero... ¿y el Azar? ¿Ese duende voluble que con un estornudo puede apagar las velitas del pastel? ¿Ese gnomo refunfuñón que puede echar por tierra los planes y los planos de los arquitectos de su destino? Si bien el hoy es todo cuanto tenemos, casi nadie deja de flirtear con el mañana. La subsistencia del ser humano ha tenido lugar gracias a su instinto previsor. Vivir el hoy como si fuera el último día, por más entusiasmo que se le ponga, no deja de tener su lado dramático, no erradica el cariz espeluznante de la ocasión. Por otra parte, no todos quieren una existencia continua al borde del desfiladero, no todo el mundo encuentra estimulante el dejarse llevar por las emociones límite. Aunque en un solo día pueden experimentarse todos los matices del corazón, hay personas que no buscan las piruetas anímicas. Hay gente que prefiere un día terminal que sea plácido, reflexivo y ascético. Tener un día en paz no es poca cosa. Acaso sea mucho pedir.

martes, 21 de noviembre de 2017

Exposición de un Coleccionista 6 (En un lugar de la Mancha... de tinta)



Una obra que —valga la coincidencia— ha hecho correr mucha tinta entre los críticos. Más tinta que la empleada aquí  para realizar tan admirable pieza maestra. El nº 6 en mi catálogo personal y uno de mis mayores orgullos. De autor anónimo, esta joya fue comprada a la Fundación Blackshit en cinco millones de euros; con anterioridad perteneció al acervo del barón Mebieronlakara. Los organizadores de museos y galerías tuvieron dificultad para decidir si colgar el cuadro o llamar al personal de limpieza con su más potente desmanchador.
Pero el público la aceptó de inmediato. Hubo necesidad de reglamentar el tiempo de estadía de los visitantes. No fueron pocos los que acudieron con una lupa para apreciar hasta el más mínimo detalle, lo cual se convirtió en moda, en un gesto casi obligatorio para juzgar el arte. 
Un académico resaltó "su calidad simbólica de una inspiración metafísica llena de sutiles toques urbanos". Una reseña del groenlandés Járnsaxa puso en alto "el dominio técnico de innegable tradición dentro de la escuela flamenca propio de las mejores telas"; ¡ejem!... de las mejores telas para la confección de vestidos carnavalescos y t shirts de adolescentes confundidos. Otro especialista fue más enigmático: "reflexión especular del mundo putrefacto en que habitamos. Una advertencia moral de un profundo tremendismo".
Podemos afirmar que todas las corrientes pictóricas europeas y tendencias vanguardistas americanas se encuentran representadas en los estrechos y, a la vez, monumentales límites de este cuadro. Alarde de perspectiva tanto espacial como temporal; sobre todo eso: temporal. Una postura radical si nos atenemos a la semántica: raíz del disparate.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Yantar de Gesta 10 (El postre de Cleopatra)



He ordenado a mi doncel principal el postre que me convierte de nuevo en niña: dulce de coccora*. No hay en todo Egipto lo juro por Isis— confitura que se le compare. El jefe de cocina tiene instrucciones de no apartarse en los más mínimo de la receta bajo pena de morir envenenado por un áspid. Yo misma le he instruido en el arte de elegir los ingredientes: harina de trigo, nueces picadas, higos secos y miel de abeja. Así de escueta es la lista.
Primero hay que mezclar 200 gr. de harina con agua (del Nilo y ya una vez pura) para obtener una masa de mediana consistencia; algo así como el vientre de una gata preñada. Después se agregan 200 gr. de higos secos cortados en partes muy pequeñas junto con las nueces picadas sin que lleguen a partículas porque después se incrustan entre los dientes. Con todo el amasijo se hacen bollitos lo más esféricos posible y más o menos del ancho de mi nariz. Sí, mi nariz ya mítica; después de todo, el olfato es el sentido que tiene más relieve a la hora de la degustación.
Los bollitos se hornean durante diez minutos. Una vez cocidos se bañan en miel de abeja previamente hervida con el mismo fervor que la arena del desierto del Sahara. Por último, se espolvorea encima semillas de granada como un toque regio y... ¡a paladear! Después de morir quiero comer esta delicia una y otra vez. No me importa que en el Más Allá los dedos me queden pegajosos.

* Nombre antiguo de las semilla de granada.






miércoles, 15 de noviembre de 2017

Ojos de Pacún



de pacún tu mirada
vasta y oscura

º
dos: ambos, mutuos
testigos oculares
uno del otro

º
río en tus ojos
donde hurto dos guijarros
de buena suerte

º
asoman bajo
el arco de tus cejas
luceros brunos

º 
llenos de furia
me sugieren cautela
tus ígneos iris


º 
ver es tu oficio
con intención curiosa
paisajes raros




º
leo en tus ojos
pronóstico del tiempo:
fuerte tormenta

º
cual un espejo
me retratan tus ojos
no muy exacto

º
cual vagabundo
me pierdo en los pasillos
de tus pupilas

º
dardo en tus ojos
mi corazón se torna
ave abatida

º
en tu mirada
el fulgor de lo oscuro
sin darte cuenta

º
olas inquietas
la marea en tus ojos
luego la calma

º
hago señales
a tus ojos errantes:
ese-o-ese [s.o.s]




sábado, 11 de noviembre de 2017

Exposición de un Coleccionista 5 (Cubismo o "El dado discreto")


El cuadro de esta ocasión es una obra de arte (no se rían). La cima del cubismo firmada por un jugador famoso de Las Vegas y fanático del café con azúcar, Juan Echaeldado, responsable de la bancarrota de múltiples casinos. Valorada en un millón de euros, el título de tan magna creación es "El dado discreto" aunque los críticos prefieren llamarla "La casa pierde". Derrocha buen gusto e indiferencia social. Es merecedora de los museos y galerías con más prestigio. Como se ha cotizado a un precio tan alto en las subastas, forzosamente tiene que ser arte y sus valores estéticos no pueden quedar en entredicho. La maniobra sutil de manipular el sombreado gris es de una exquisitez fuera de este mundo. La maestría con que se ha prescindido de los puntitos negros es todo un golpe de ingenio. También un golpe al cerebro para erradicar la inteligencia. Se requiere no saber arte para ser artista. Hay talento, no cabe duda; recóndito, muy escondido en alguna parte pero lo hay. El talento estriba en no tenerlo.
También hay técnica, sólo que está oculta en el juego de la muñeca a la hora de lanzar el dado.
Aunque... pensándolo bien, no es la imagen sino el concepto y las posibilidades decorativas lo que atrae al degustador artístico.
Aunque... pensándolo otra vez, tampoco es eso. Lo que importa es que la obra no toque el corazón ni el cerebro.
Lo primordial es que sea considerado cultura.