jueves, 22 de enero de 2015

Ferdinando el toro




Ferdinando es un toro gentil y exquisito, casi aristocrático. Repudia el zangoloteo y esos alardes de machos sudorosos. ¿Para qué tantos topes? ¿Para qué tanto brinco estando el prado tan parejo? Los demás toros, con fanfarronería, se empeñan en imponer su frenesí y mostrar la presteza de sus astas. Pero no Ferdinando. Él es refinado y prefiere el encanto de las flores silvestres. Introspectivo, parece un buda esperando la iluminación debajo de su alcornoque favorito. Mira con fijeza el horizonte y de cuando en cuando hace una pausa para aspirar el aroma de las flores que lo circundan. Le gusta la sutileza de los efluvios fragantes. Es un sibarita, el Epicuro de la manada. Los demás toros buscan nombradía, reconocimiento a su bravura y trapío. Pero no Ferdinando.

¿Se imaginan a Ferdinando en las fiestas de San Fermín? Los demás toros tratarían de embestir con sus pitones amenazantes a los corredores durante el encierro, soberbios entre los vítores de la multitud. Pero no Ferdinando. Seguramente permanecería contemplativo en el corral, tras la valla de su mansedumbre.

Ferdinando es un cuento de Munro Leaf que Walt Disney llevó a la pantalla mediante una colorida, exuberante animación. Ganó el Oscar de la Academia como mejor cortometraje en 1938. Dicen que creadores, dibujantes y guionistas acudieron a la ceremonia, seducidos por las taurinas galas hollywoodenses. Fueron también a lucirse a mitad del ruedo tras el paseíllo de la prensa.
Pero no Ferdinando.





Yo te sigo






Por ser hermosa sin llegar al empalago
por tu nobleza sin alardes de heroína
por tu paciencia sin matiz de conformismo
por compasiva alejada de la lástima
por ser alegre sin llegar a la estridencia
por tu prudencia que no implica cobardía
por tus pasiones que no son meros caprichos
por tu mesura que no es signo de avaricia
por ser virtuosa en lugar de santurrona
por ser tan digna sin caer en lo solemne

yo te sigo

Yantar de Gesta 2 (El Chef Guevara)



Una receta en verdad revolucionaria. Justo es admitir que se trata de una reelaboración basada en la destreza culinaria de la mamá de Camilo Cienfuegos, el más grande combatiente de nuestra (in)gesta heroica: mi toque para un explosivo ceviche de pescado. Un platillo al alcance del pueblo.
Lo primero es conseguir (así sea clandestinamente) un kilo de filete de pescado blanco. Hay que cortarlo en trocitos cúbicos, como municiones, como parque listo para la lucha armada. El jugo de 15 limones se vierte sobre el pescado de modo igualitario en concordancia con nuestra ideología. El resultado se refrigera por veinticuatro horas. En el ínterin se pueden realizar labores de reconocimiento y patrullaje. También es buena táctica ir preparando los demás ingredientes para el ceviche. En la terminología culinaria, táctica es el modo práctico de llevar a efecto los grandes objetivos estratégicos de la cocina. Para asegurar el avance, muchas veces se requiere sacrificar horas de sueño. Recuérdese que la noctunidad es una aliada inmejorable en estos casos.

Prosigamos con el plan. Se pica finamente, el producto de manos campesinas, a saber: 5 cebollas, una cebolla morada, un manojo de cilantro, tres tomates muy rojos, un chile jalapeño. Para los de paladar burgués se recomienda agregar rebanadas de aguacate. Característica fundamental de una guerrilla es la movilidad, por lo que hay que revolver muy bien todo el conjunto. Se le agregan dos cucharadas de sal y una pizca de pimienta. Condimentos que deben dosificarse cual si fueran lo más preciado en la mochila de un soldado.
Para servir, el ceviche se dispone en forma de columnas, pensando en una gran acometida. Así se llega al objetivo final: la victoria.

miércoles, 21 de enero de 2015

Noche (villanela casi canción de cuna)



Está la noche quieta en mi ventana
Y no se piensa mover hasta mañana
Lola Quiroga

Está la noche quieta en mi ventana,
como una centinela bienhechora
y no piensa moverse hasta mañana.

Me brinda confidencias y se afana
diciéndome misterios que atesora:
está la noche quieta en mi ventana.

Una estrella fugaz, cual filigrana,
me mira, hace una pausa, se demora
y no piensa moverse hasta mañana.

Soliviantando mi médula asturiana,
como una institutriz o mi tutora
está la noche quieta en mi ventana.

La noche, no por fatua, se engalana:
viene a verme modosa y soñadora
y no piensa moverse hasta mañana.

Con carita de negra porcelana,
me asegura que soy como una aurora:
está la noche quieta en mi ventana
y no piensa moverse hasta mañana.


Nínfula (Alice Liddell)
















Soy ninfa con crinolina
que no contesta tus cartas,
fuego del que no te apartas:
quien con besos te adoctrina.
Boca meliflua y salina
con que tus pómulos mido.
Eres mi fiel prometido
y a mis brazos te encomiendo.
Obedezca, Reverendo.
No soy un fruto prohibido.

Merolico


Gentiles damas y nobles caballeros: no padezcan más. Les ofrezco a un módico precio el mejor reconstituyente del mundo. Un elíxir maravilloso que no tiene parangón: lo cura todo. En estos humildes frasquitos está contenida la fórmula milagrosa desarrollada por mí siguiendo los sabios consejos de los brahamanes de Punyab. Esta pócima sacó de su postración melancólica a la bella princesa Gayatri tras infructuosos intentos de los médicos de su corte. Un bebedizo fenomenal que alivia no sólo las miserias corporales, sino también las del corazón y el alma. No es un vulgar jarabe que engatusa al organismo; no. Cura la diabetes, la hipertensión, las muelas cariadas, mordeduras de serpientes, la impotencia, infecciones bronquiales, la anorexia, la obesidad, el hipo, el insomnio, la neurastenia, el reumatismo y cualquier tipo de parálisis. Erradica parásitos, flatulencias, la facundia filosófica, las ínfulas literarias, las aspiraciones de vanas glorias deportivas, inquietudes ecológicas, los afanes de salvar a la humanidad. Sosiega las cuitas amorosas, la pena negra, la nostalgia, la frustración. Atenúa el lastre de las ilusiones. Fortifica la autoestima, hace crecer el cabello, elimina las arrugas, remueve de la ropa las manchas más difíciles. Su fragancia es un potente afrodisíaco que decuplica los orgasmos. Infunde vigor espiritual, es un excelente aditivo que hace rendir en un 200% el combustible de su automóvil y ahuyenta a cualquier tipo de virus de su computadora.
Puede usarse como insecticida e ingerido en dosis adecuadas (óptimas) produce una sutil embriaguez que predispone a las confidencias con la propia sombra como si fuera compañera de celda. Lleven consigo esta maravilla que no tiene fecha de caducidad a un precio ridículo. No se amontonen. Hagan fila.

Villanela de la margarita



Qué malas son esas dudas que asesinan margaritas.
Lola Quiroga

No quiero deshojar la margarita
por esta humilde vocación de amarte
que tu ego de mujer no necesita.

Está de más, bellísima afrodita,
sé que te quiero y llevo la peor parte,
por ello dejo en paz la margarita.

Tan alto como el cielo lo permita,
tu efigie llevaré como estandarte
aunque tu orgullo no lo necesita.

Si de mi galanteo estás ahíta
—hasta el punto de casi desquiciarte—
¿para qué deshojar la margarita?

No me despiertes —riesgo hay, bonita—
cuando vaya sonámbulo a acosarte
con besos que tu piel no necesita.

Con gran delectación, aquí y ahorita,
saetas con melcocha he de clavarte
en vez de deshojar la margarita.
Tu hermoso corazón lo necesita.