Prólogo
Fui una vez un ave blanca
que brincaba en los charcos.
Hoy la bandada joven
me arrebata las migas.
Ya no soy ágil cuando
picoteo las ramas.
Vuelo bajo y despacio
eludiendo pedradas
con pescuezo atrofiado
y plumas percudidas
que poco a poco pierdo.
Aguilucho
Al romper el
cascarón
mamá águila te
ve con desaliento,
no agita las
alas en señal
aprobatoria
cuando pías.
Le irritan tus
clamores gemebundos.
Desde lo alto,
el bosque
es un reino
desafiante
y tu porvenir
no figura entre
los astros
que las ramas de
abeto dejan entrever.
Tu pinta no es
la de un futuro
gran depredador,
serías el
hazmerreír
en un estandarte
de la legión
romana;
el primogénito
en cambio
augura pico
grande
y garras
poderosas.
Para ti no hay
comida,
bien podrías ser
el iniciático
rito de tu hermano.
Así las cosas,
el nido no es
lugar seguro.
Pueden orillarte
al precipicio
en plena noche.
Ente
Es el que es,
sin el que fue
ni el que será.
Más o menos
a mitad de fila.
Hijo del Azar
que nunca
lo ha abandonado
en el umbral
de la
certidumbre.
El de camisa
gris
que avanza
hacia la niebla
con cómico
rostro
lastimero.
Soledumbre
La soledad tiene feudo,
es un ámbito amarillo
de hospitalidad embaucadora
con su soñoliento prado
pródigo en flores esbeltas.
Atrae con tormentos de
azúcar
y heridas contemplativas.
La soledad tiene su señorío
donde el sol siempre está
en una postura de ocaso
melifluo,
donde el silencio tiene
reverberaciones ambarinas.
Instinto
Será mi propia sangre
la que mis manos manche
y lo que lleve puesto
mi personal pellejo.
Me curaré la herida
usando mi saliva.
Como monedas falsas
acuñaré mis faltas,
si ofendo viejos ritos
afrontaré el castigo;
si el alma tengo sucia
es mugre de mis uñas.
Cortejaré a mis damas
urdiendo mis patrañas,
no habré de encaramarme
en una espalda aparte.
Un código privado
tendré sin acatarlo.
Vivo con lo que tengo.
Si soy, he sido siendo.
Ánima anónima
A la pregunta “Quién”,
responde “Alguien”,
sin orgullo
y sin épica en la voz.
Nunca pone
cara de
tengo-algo-que-decir.
Coramorazón
Corazón:
con mis harapos
de escarcha,
hoy entiendo
tu recinto
de sangre con nudos,
panal de mieles
venenosas.
En el más popular de los
olvidos
El anónimo ente
y don cero a la izquierda
con el prójimo equis,
como un clan de ningunos,
resolvieron un día
celebrar su asamblea
en la casa de nadie
a las nunca en punto.
Luego, uno de tantos,
se paró en la tribuna
y fue muy elocuente
cuando dijo que no;
y los nulos sujetos
ante tal negativa
escogieron la nada
como único culto.
Y sin nombre ni ego,
ni siquiera una sombra,
abrazando al silencio
consiguieron no ser:
sin carácter ni señas
en un célebre olvido,
como ilustres fulanos
de un ausente vacío.
Golpes de pecho
Parece mentira
que tenga la culpa
de todos los males.
Yo soy más nocivo
que el número trece
cayendo en un martes.
Mi sola presencia
provoca el espanto
de los habitantes.
Pródigo, acarreo
desdichas, fracasos
y calamidades.
En donde respiro
un rayo fulmina,
la tierra se parte.
Lo verde se seca,
desbordan los ríos,
se infectan los aires.
No entiendo este estigma
de ser yo la causa
de todos los males.
Los cambios de clima,
los astros que chocan,
la peste y el hambre.
Los hombres de ciencia,
no entienden, no explican
estas facultades.
Tal vez siempre he sido
un siervo del cosmos
haciendo su parte.
En tanto se escucha
la turba que viene
dispuesta a lincharme,
les pido disculpas
por mi tremendismo
y torpes modales.
Caminata
Solo,
individual y lento
calzando precipicios
con suelas gemebundas.
Tórridos pasos
que avanzan por la vereda;
vago con sudor
en las pestañas:
la vida está
en la huella siguiente.
Algún día
He de temer
que algún día
no me conmueva la lluvia
y no me hierva la sangre
aunque la mezcle
con vino.
He de temer
que mañana
la frustración me arrincone
y sin distingos condene
lo fallido
y lo logrado.
Ya me veré
comparando
un artefacto moderno
con algo rudimentario
lleno de absurda nostalgia.
Sé que armaré una tragedia
por el sabor de las cosas,
las tradiciones perdidas
y por la estética en turno.
He de temer
que algún día
no me conmueva la lluvia.
Modestia aparte
Yo entiendo mucho menos este
asunto,
no tengo ni siquiera
conjeturas.
No sé cuál es su origen ni
sus causas
ni su composición ni cuánto
dura.
No sé para qué sirve ni su
especie,
ni siquiera el color o su
textura.
Ignoro si se bebe o se
mastica,
ignoro si hay que olerlo o
si se embarra.
No sé si es peligroso o si
es benigno,
tampoco si se quiebra o se
desarma;
no sé calificarlo o
describirlo,
del todo desconozco su
importancia.
No sé si se pone o si se
oculta,
no sé si puede haber algún
repuesto,
no sé si es natural o si es
postizo.
Ignoro si es el mal o es el
remedio.
Yo no entiendo absolutamente
nada.
Admito mi ignorancia a ese
respecto:
acerca del amor yo no sé
nada.
Preferencias
Prefiero ser un desmañado yo
a ser émulo de los ases.
Prefiero comparar
a aceptarlo todo.
Prefiero al escéptico
que a aquel que cree saberlo
todo,
al que falla
antes que al infalible.
Prefiero la parcela de
misterio
al país donde todo tiene
explicación,
el método refinado
al resultado bárbaro;
el bostezo con labios partidos
al beso de porcelana.
Prefiero el silencio
a la conversación cortés
para pasar el rato,
la última palabra
al discurso interminable.
Prefiero los instantes
de alegría
a la insípida
bienaventuranza eterna.
Prefiero la discreta piedad
a la pomposa lástima.
Prefiero ser un individuo
inofensivo
y pobre de espíritu
a ser peligroso e intrépido
en multitud.
Prefiero una mano áspera
a una pezuña tersa.
Prefiero la imperfecta
bondad
a la impecable vileza.
Prefiero vivir
herido por desdenes
femeninos
que morir de amor,
a María Magdalena
antes que a Cleopatra.
Prefiero mi plegaria
intuitiva
a lo desconocido
que el rezo ecuménico
a un tótem milenario.
Mejor tratar
a los errores y aciertos
con equidad.
¿Para qué tantos héroes?
Todo parece indicar
que no habremos de entendernos,
que vendrán más amenazas,
que el lenguaje de la sangre
será el único que hablemos,
nuestra unánime desdicha.
¿Para qué tantos héroes?
¿Para qué las fanfarrias?
¿Para qué el monumento?
Si nos sobran los dioses
y nos faltan adeptos.
Todo parece indicar
que tendremos que
habituarnos
a una atmósfera de miedo,
a vivir en sobresalto
abrazando a nuestros hijos
sin soltar una pistola.
Muros de noche
Chasquea con los dedos
la noche en sus pasillos,
se juegan nuestra vida
los dioses citadinos.
La noche se derrama
en forma de veneno
y un ebrio tras la bruma
en el baldío ha muerto.
Destellos de chaquira,
guiños falsificados,
alas de mariposa
tatuadas con cigarro.
Con disfraz de silueta
se pone a tiro el alma
y con alcohol robusto
moja su piel helada.
La noche te sorprende
en plena escapatoria,
cargando tus espectros,
cargando con tu sombra.
Piel
Tenemos que hablar,
piel mía.
Ya no eres la cáscara
bruñida
arropando mis atolondrados
huesos.
Mantón de pellejo ajado:
¿qué fue de tu melodramática
constelación?
La juventud se mofa de
nosotros,
con sus gráciles cuerpos nos
increpa.
Capa trapienta:
después de todo nunca te
condecoró la albura.
Mi ropaje de tiras:
cúbrete con periódico
para ocultar las cicatrices.
Ocio
He mojado a la lluvia
y le he soplado al viento.
Le di un golpe a mi sombra
con los ojos cubiertos
y reflejé a la inversa
el orbe del espejo.
He pintado a la noche
de una oscuridad tersa
y tatué el firmamento
con ceniza de estrellas
cuando el magno silencio
me otorgó una respuesta.
Bucanero
Al abordaje
de tu bizarro espíritu,
te conquistas.
Tú eres tu mejor botín.
Pareciera que no tiene
importancia
Pareciera que no tiene
importancia
pero hay ciertas minucias
que devastan:
hace poco no estaba ese
edificio,
han talado los olmos de tu
cuadra,
se esfumó el que afilaba los
cuchillos
(las mañanas extrañan su
zampoña),
la morena que no faltaba a
misa
de pronto ya no cruza tu
ventana.
Pareciera que no tiene
importancia
pero un día suceden cosas
duras:
una prenda habitual te
desconoce,
al releer un libro que fue
un credo
ya no comulgas más con esas
líneas.
Pareciera que no tiene
importancia.
Helenismo
Las Helenas contemporáneas
tienen algo en común
con la Helena clásica:
no haber puesto nunca
un pie en Troya.
Nudo
Soy un nudo
con mucha cohesión.
Compacto,
macizo.
A menudo se me confunde
con un guijarro sin
entrañas,
con humo coagulado,
con un diente iracundo.
El tiempo me ha vuelto
impenetrable.
Imposible deshacerme.
Ternura
Has de preferir
la ternura,
aunque sea comprada,
aunque sea fingida.
Analogía 1
Como una serpiente hecha
nudo
y no obstante
avanza
a fuerza de revolcarse.
Duermevela
Sollozos que serpentean,
cortante frío en el pecho;
basca de cuerpo vacío
y angustia de guantes
negros.
Evocaciones verdugas
y sensación de estar muerto,
circundado por la nada
falto de espacio y de
tiempo.
Me cubre la madrugada
con sus hojuelas de miedo.
Zozobra
Idéntico a las aves
con vendaval adverso,
como un lucero extinto
surcando el universo.
Cayéndoseme encima
telones y tramoya,
en altamar perdido
flotando en una boya.
Cual pompa de jabón
enfrente de una espina,
basura de una fiesta
igual que serpentinas.
Idéntico al cuchillo
glacial de la zozobra
cuando el abatimiento
en mi interior maniobra.
Palabroide
Mi peregrinación
a la palabra
asido de una pausa
sempiterna.
Y dijo Dios
Todavía
no sabes hablar
y ya quieres
esculpir palabras
con tu charquito
de lodo.
Centinela ciego
Sé quién
anda ahí
por su aurífera
lengua
de raudos aforismos.
Artista
Si como afirma
Blaise Pascal que
la elocuencia
es la pintura
del pensamiento;
acabo de realizar
un cuadro
abstracto.
Nombradía
Palabra, dime tu nombre.
Conversación
El que fui y yo
no nos hermanamos,
agrios discutimos
de metamorfosis,
de un dios moribundo,
de piedras parlantes
y de amores idos.
Primeros auxilios
Lamiéndome las heridas
como quien lame un sobre
para sellarlo.
El tenorio
Quiso cortejar a
las cosas
inquietándolas
con piropos.
Fue persiguiendo
a una fragancia
con estrepitosos
suspiros.
Íntimo, le dijo
a la brisa
hálitos que
engendran rubor.
Mantuvo un
diálogo galante
con la jovial
hiedra de un muro.
Con su maletín
cubrió un charco
para que cruzara
una piedra,
puso su mano en
los tobillos
de una gris y
tímida banca.
Le hizo un guiño
a una bicicleta
apoyada junto a
un buzón;
la contienda de
cada día
fue a ofrecerla
a una estatua en ruinas.
Tendió su
pañuelo bordado
para las
lágrimas de aceite
de una máquina
agonizante.
Besó a una
puerta giratoria
¾De suyo, ¡qué bárbaro beso!¾
como en película
de antaño.
Ante una sombra
aristocrática
hizo una
reverencia augusta.
Frente a la
muchacha florista
dilató un
coqueto silencio
con su mejor
cara invisible.
Nupcias
El día en que mi
sombra y yo
nos casamos,
nos hicimos
promesas sentimentales,
votos
imposibles.
Los anillos eran
siluetas de vaho,
los invitados al
banquete
brindaron
escondidos
con pócimas
espectrales.
En nuestra luna
de miel
perdimos la
virginidad
cerrando los
ojos.
Le llevé el
desayuno a la cama:
tajadas de
sonámbula penumbra.
Hemos sido
semifelices.
Cuando la beso
se me ennegrecen
los dientes.
Escena del crimen
Me sigue entre los muros de
la noche,
se altera mi latir con su
pisada
y surge a contraluz
magnificada
ante los faros súbitos de un
coche
Me espanto con el énfasis
del eco
y presagio en la esquina una
celada.
Con miedo, a tientas, tramo
una pedrada
y propino con saña un golpe
seco.
Contemplo su negrura sobre
el suelo:
herida en la cabeza
mortalmente.
Por no exponerla al morbo de
la gente
—con lástima, anormal, que
hasta me asombra—
cubro lleno de horror con un
pañuelo
el rostro del cadáver de mi
sombra.
Baja del
ejército
No debe ya mirar
rostros de mujer
cual si fueran
concupiscentes
epifanías.
Mal visto que
ande a la redonda
embistiendo con
los labios
a femeninos e
inquietantes
pies bajo las
mesas.
No es de buen
tono
ir tras el halo
fragante
de las damas que
bulliciosas
van de compras,
mucho menos
proferir requiebros
con la voz
polvorienta.
A sus edad ya no
le es lícito siquiera
hojear las
tórridas revistas
que manos más
viriles
le arrebatan en
los kioscos.
Arribo
Llega el día en
que el amor
cierra el puente
levadizo
con un siniestro
ruido de cadenas herrumbrosas.
Día en que se
pierde el frenesí
de las épocas en
celo.
Se desploman de
rancios los piropos
y se atrofian
los ardides noveleros.
El corazón ya no
se impacienta
con anárquicos
latidos,
las manos
olvidan los roces y caricias.
Los pies
regresan a la tierra
después de
galanos vuelos migratorios.
Llega el día en
que el amor declara
que la deleitosa
agonía ha terminado.
Analogía 2
Igual a una fogata
que ya ha perdido el juicio
y quiere suicidarse
arrojándose al río.
Miramientos (villanela)
Pupilas como piedras con
rocío,
retinas temblorosas que
escudriñan
las oquedades puras del
vacío.
Contemplo el orbe estéril
que es más mío,
me llego a estremecer cuando
me guiñan
pupilas como piedras con
rocío.
La soledumbre tiene señorío
en desiertos que nunca
desaliñan
las oquedades puras del
vacío
¿No hay acaso belleza en lo
baldío?
Lo exuberante y yermo: que
ambos tiñan
pupilas como piedras con
rocío.
La plenitud también produce
hastío
mas pediré un fulgor cuando
me ciñan
las oquedades puras del
vacío.
Y aunque de mis palabras no
me fío,
sé que risas y lágrimas me
aniñan:
pupilas como piedras con
rocío,
las oquedades puras del
vacío.
Diatriba
Hablando mal de mí conmigo
mismo,
hurgo en mi yo y emprendo
una profunda
introspección de ególatra
turismo,
un remedo de mí es quien me
secunda.
Dicterio
Malgastando mi esperanza
en plegarias harapientas,
soy animal que anda a
tientas,
trémulo, con desconfianza.
Mi identidad no me alcanza,
para mí soy un extraño,
pierdo vigor y tamaño.
A vivir no me acomodo
y a mi yo culpo de todo
cuando crédulo me engaño.
Tiempo
En la infancia
se descubre
que la eternidad
no se siente.
Escapatoria
Huyo de mí
rumbo a mis adentros,
a la prisión
del íntimo ego.
Una reunión
que es un desencuentro.
Nomás eso
faltaba
Por si fuera
poco:
cargar con el
corazón y sus tiliches.
Subirlo al pecho
como un fardo
de ropa
maloliente.
Llevarlo de una
orilla a otra,
sin apoyarse en
nadie,
con un
estoicismo vergonzoso.
Prendérselo como
una insignia siniestra.
O bien, ir a
sacarlo del laberinto,
de la fosa séptica
o la taberna:
pagar lo roto
y disculparse.
De vuelta
no levantarle
mucho la voz.
Y encima
aguantarle sus lagrimitas.
Idilio
Imprudente,
se enamora.
Corazón de barro
y cera
para endurecerse
o derretirse
según los actos
de quien ama.
Ahora su paisaje
imaginario
se llena de
sotos, tamarindos
y resina de
ámbar:
estampas
ternuroides que aprende
en versos de
Virgilio.
Se contrista
porque el idilio
y la imagen
perseguida será
afamada entre
sus dedos solitarios
por breve lapso.
Al concluir el
trance
se duele porque
el desdén de la
mesera
no era de la
tristeza indicada.
Bandera blanca
Estoy listo para rendirme,
hay valor en mi cobardía.
Dejo todo en manos ajenas,
en la voluntad que no es
mía.
He perdido sin cuenta darme
el espíritu que tenía.
El no continuar, pese a
todo,
tiene algo de sabiduría.
Efluvios
Ella dijo, veraz, sin
aspavientos,
que despido un olor, cierto
regusto
a semen melancólico y
vetusto
que emana de mi piel y
movimientos.
Le exigí a mi organismo
estar atento,
que no me diera más ningún
disgusto,
la vista, olfato, oído,
tacto y gusto,
pueden causar en otros
desaliento.
Si soy agrio y mefítico es
acaso
señal de que he vivido la
derrota,
efluvios como estigmas del
fracaso.
Si hasta ahora pensé que no
se nota
es porque la mentira en que
me baso
me ha servido muy bien y no
está rota.
No
Digo que no
pero te espío,
digo que no
pero te sigo.
Digo que no
pero me escondo,
digo que no
cuando te nombro.
Digo que no
pero te pienso,
digo que no
aunque te espero.
Digo que no
pero te llamo,
digo que no
pero te amo.
Rito
Toda tú me erotizas;
de tus pies a tu frente
hago un imaginario
y lánguido trayecto
con mi lengua y mis labios.
Toma como un cumplido
el albino jarabe
que escurre por mis ingles,
por mis muslos morenos,
febril pulpa vertida
en un ámbito yermo.
Ambos
Te presiento
muy cercana,
porque el viento
tu olor gana.
Te he tocado
—compañera—
cual
si al lado
te
tuviera.
Me
confortas
—flor
en ciernes—:
tú me
importas,
me
conciernes.
Junk mail
Así como luce el ocaso dominical
con su matiz de incandescencia
inútil
querría verte y descubrir
tal vez
que tu cuerpo desnudo
a pesar de ti misma
propaga una insensata
ternura
capaz de inducirme
a acariciar al tiempo en mis
rodillas.
Quizá un fragmento de
relámpago
pueda surgir de mi nulidad
sentimental
al ver tu boca de ángel
indócil
a quien seguramente se le
derraman salitrosos
los “te quiero”.
Mis labios con costras
ya indoloras
son relevados por el teclado
que balbucea
y la pantalla catártica
que intenta remedar tu
rostro.
Quizá yo estoy más solo
chica mala.
Sé que de nada te
arrepientes.
Prometo no hablar de
primaveras.
Nada de requiebros: cigarros,
no cigarras.
Soy tu rucio sucio,
chip de besos lesos.
Pese a la diferencia de
edades
me tuteas:
ninfa de corazón desdorado.
Casida
Se parece a la
noche:
lúgubremente
pura,
como el
confesionario
que sabe de
lujuria.
El cuenco de sus
manos
es más
apetecible que sus labios.
Sus poses
restituyen
aquel ´placer
siniestro
de las antiguas
nobles
que provocaban
duelos.
Una vez me ha
tocado
y con mi sangre
me dejó tatuado.
Insomnio
Ella es como
la litúrgica estrella
que cruza su
ventana
buscando un
espejo de lluvia
en donde
reflejarse.
Ella es vigía
del cofre nocturno
que recauda el
firmamento,
con una trémula
oscuridad
debajo de sus
ojos:
el lucero remeda
sus insomnes pupilas.
En conjunción
forman
un solo astro
caprichoso e
indiviso
de exánimes
guiños.
No es la luz de
una estrella extinta
o moribunda;
aunque a veces
parece
que desea
desertar del
Universo.
A primera vista
Me convertí en tu lacayo
en menos que mata un rayo.
Ámbito
El ámbito donde estuviste
ayer
conserva su radiante
exactitud celeste,
el honrado perfume de tu
nuca.
Y ángeles inoportunos
deambulan por la
reverberación
de tu presencia.
Oprimido el césped,
aguarda el retorno
de tu pisada
que semeja un pájaro remiso.
Hasta el silencio
se ha quedado
ávido del rumor
de tus desplazamientos.
Diablo guardián
Un garabato de luz
vi en tu talle fugaz
y algo muy joven en mí
quiso alcanzar el olor de tu
falda.
Cuando cruzaste ante mí
casi me escandalicé
cuando mi diablo guardián
puso su lengua vulgar en tu
espalda.
Tus encantos más sencillos
(villanela)
Tengo debilidad por tus
tobillos,
tu nuca y el breve arco de
tus cejas
porque son tus encantos más
sencillos.
Llevas la austeridad de los
membrillos
en la honesta belleza que
reflejas
con la debilidad de tus
tobillos.
Tus cejas son benévolos
cuchillos
con los que bienhechoras
llagas dejas
en quien ve tus encantos más
sencillos.
Hay un matiz de pan que
arroja brillo
rodeando con esperma muy
añeja
esta debilidad por tus
tobillos.
Me pierdo en tus nostálgicos
pasillos
si alucino tus ojos como
rejas:
la red de tus encantos más
sencillos.
En estas preferencias me
encasillo,
tras esa mansedumbre de tus
cejas
y esa debilidad por tus
tobillos
porque son tus encantos más
sencillos.
Tenaz
Contigo
me he equivocado
una y otra vez
mas nunca
me he dado
por vencido:
tengo
voluntad de yerro.
Mismamente
Boca sin otro pan
que un tibio seno
bajo este cielo
de segunda mano.
Fiera
Tu corazón es de tiza:
si hoy a tus pasos me
acoplo,
después se irá con un soplo,
de tu palma, mi ceniza.
Sé bien que eres tornadiza
con páramos y con picos
de amores pobres y ricos.
Cruel y aromática fiera:
te hace falta como quiera
mi voluntad en añicos.
Séquito
Ir tras de ti
como una sombra impuntual,
como una escolta de
hormigas,
cual cisne quebrándose
que parece lisiado
fuera de su estanque.
Como tu indiferencia
Como tu indiferencia lo
prefiera,
según decidas continuar
dudando.
El tiempo, para ti, no
implica “cuándo”:
tengo el deber de amarte
aunque no quiera.
Tu eternidad será muy
pasajera
y te me encajarás en lo más
blando;
heridas de humo se me irán
cuajando,
con tu frialdad se volverán
de cera.
Al llamarte fingiéndote mi
muerte,
cada pisada tuya que resuena
me pone el corazón
engurruñado
y en presa encaramada se
convierte.
Te lo confieso no sin poca
pena:
puedo vivir sin ti pero a tu
lado.
Decirte
No quiero
decirte nada,
junto palabras
tan sólo:
día descascarado,
pereza de sol y viento.
No quiero
decirte nada,
sólo busco entretenerte
y todo
se vuelve absurdo
como morder
una piedra.
No quiero
decirte nada,
trato sólo de rozar
tu aromática mejilla
con la punta
de una frase.
No busco
decirte nada,
sólo deseo
encontrarte
temblando,
desprotegida,
en mi ruta
de palabras.
No busco
decirte nada,
sólo pienso
estratagemas
para captar
tu atención
como un mimo callejero.
No busco
decirte nada,
sólo pretendo
nombrarte.
No quiero
decirte nada;
no obstante
no lo consigo.
Claridad
Tu claridad
me atraviesa.
Siendo sencilla
me hieres
pero benévolamente:
me haces creer
que soy noble.
Me conmueve
cualquier cosa,
hasta el vaivén
de tu puño
cuando escribes
un recado;
o tu forma
de sentarte.
Aroma de yerbabuena
vas esparciendo
a tu paso
y los objetos
te chistan:
te dicen linda
en secreto.
Tu claridad
me atraviesa,
siendo sencilla
me hieres.
Contigo
nadie se burla
si dices
que alguien
es bueno.
Nunca
Dijiste “nunca”
y todavía
es
nunca.
Amuleto
No es tu listón
en mi cintura.
No es un rizo
de tu pelo
ni tu tiara
de doncella.
No es tu pañuelo.
Es tu corazón
lo que en mis fauces llevo.
Otrosí
Con ese tatuaje
de cobra
encima de tu
Monte de Venus,
júrote
que me
erotizas.
Abordaje
Voy a
invadir tus venas
con mi
naval palabra,
porque
el amor —lo sabes—
es una
lengua bárbara.
Jaicusillo
¿Un haiku pides?
Hecho está. Eso es todo.
No es culpa mía.
Adiós
Adiós, aunque aún o llegas;
mil hurras por mi derrota
con una flor que no brota
y cosquillas solariegas.
Las penas son mis colegas
con pétalos en la fusta.
La lozanía vetusta
de tu piel fantasmagórica,
—no es malabar de retórica—,
dice adiós y eso me gusta.