domingo, 11 de noviembre de 2012
Soneto muu muuu trijte No. 2
Este alegre dolor de ser tan triste
Clarilda Oliver Labra
Yo sufro con anómalo cariño
este alegre dolor de ser tan triste,
a esta jaula de pájaro me ciño
bien avenido a mi ración de alpiste.
Aunque a veces, eufórico, me riño,
mi esencia melancólica persiste.
El trágico que soy saca un corpiño
de corista: combino drama y chiste.
¡Qué se ha de hacer! Histrión de baja estofa
repito mi papel sin pretensiones
con cinta de medir en cada estrofa.
Triste en todo mi espectro de emociones
-vuelvo a decir con lastimera mofa-.
Triste en sus numerosas acepciones.
viernes, 12 de octubre de 2012
Victoria brillante
Se sabe que muy joven aún,
aprendió en Mesopotamia los ciclos lunares y predijo eclipses. De vuelta en su
ciudad natal obtuvo un módico respeto de los más encumbrados sabios. Tenemos
informes de su infancia y sus precoces aptitudes. Un rollo de papiro en griego
(circa II a.n.e.) con caligrafía anónima, habla de ella en estos términos:
"Una niña tesalia contemplaba día y noche el cielo. Sentada en el borde
del puente sobre el río Peneo, su mayor regocijo era balancear los pies con los
ojos puestos en las alturas". El texto refiere también cómo la niña pudo
aprender por sí sola el manejo del gnomon o reloj de sol ancestral: una simple
varita de madera incrustada en la tierra y rodeada de pedruscos en círculo. Sus
primeras observaciones astronómicas las hizo valiéndose de este instrumento.
Dedujo sin ayuda de nadie, que la dirección permanente tomada por la
sombra más corta en todos y cada uno de los días indicaba el norte; partiendo
de ahí era fácil señalar los restantes puntos cardinales.
No obstante, su afán
autodidacta y falta de experiencia la llevó a poner en peligro su salud. Tras
observar al sol con fijeza durante largo tiempo una tarde nítida y sin nubes, la
aquejó una ceguera súbita y total. Los gritos de espanto llamaron la atención
de un peregrino. Fue necesario llevarla en brazos a su casa. No pudo concebirse
otro remedio para contrarrestar el daño que mantener a la niña en un aposento
por completo a oscuras. No le fue permitido recibir visitas de su amado sol
durante una semana. En forma gradual recobró la vista, se mantuvo tranquila un
tiempo pensando en cómo mejorar su reloj y entonces pudo volver a sus observaciones.
Su nombre: Aglaonike. "Victoria brillante". La primera astrónoma de quien
se tiene conocimiento.
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Aglaonike,
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Prosa
jueves, 11 de octubre de 2012
Rezo
Maestro
deseo que ella sea mía
por ello rezo
sobre mis rodillas
sobre mis vergüenzas
sobre mis sacros pecados
mi vileza la purificará
La niña se fue de pinta por la calle Santa María
Pues eso. Que Cristoforo Colombo
nunca dijo que la Tierra era redonda. El mito fue inventado alrededor de 1620 y
lo divulgó hasta el cansancio un escritor estadounidense de nombre Washington
Irving. La forma esférica del planeta se conocía desde Eratóstenes entre los
siglos III y II a.n.e. Incluso desde Pitágoras (sin método científico que lo
sustentara) se sospechaba de la redondez terrestre. De modo que las personas
con una mediana cultura en el siglo XV (Reyes Católicos incluidos) sabían en
dónde estaban parados.
El argumento insensato de Colón
para obtener financiamiento fue que la Tierra era más pequeña de lo que se
pensaba y, por tanto, una ruta distinta para llegar a Asia era posible.
De hecho, Colón pensaba que la
Tierra tenía (nada de risas ¿eh?) aspecto piriforme. "Quizás el mundo no
es como se lo describe, sino que tiene forma de pera, esto es, redonda en todas
partes salvo cerca del tallo, donde se proyecta mucho; o como una bola redonda
con algo parecido al pezón de una mujer en algún lugar...". Con esas
palabras, el muy degenerado.
Ah, y el nombre del continente no se debe ni a Amerigo Vespucci ni a Richard Ameryk, sino que tal honor corresponde una tabernera del Puerto de Palos de nombre América a quien los navegantes apodaban en forma cariñosa y con ese tacto proverbial de los hijos de la mar, "La Pechugas".
domingo, 30 de septiembre de 2012
Perfume de Arco Iris (Rosas Rojas - Anne Sexton)
Rosas Rojas
(Anne Sexton)
Tommy tiene tres años y cuando se porta mal
su madre baila con él.
Ella pone el disco,
“Rosas Rojas para una Dama Triste”
y lo arroja a través de la habitación.
Hay que confesar que,
ella nunca le puso la mano encima,
sólo la pared le puso la mano encima.
Él se saca rosas rojas en diferentes partes,
en la cabeza, aquella vez que estaba soñoliento como un río,
en la espalda, la vez que fue un espantapájaros roto,
en el brazo como si un diamante lo hubiese mordido,
en la pierna, torcida como una vara de regaliz,
todo ese baile tuvieron juntos,
La Dama Triste y Tommy.
Te caíste, dice ella, sólo recuerda que te caíste.
Me caí, es todo lo que él les dice a los doctores
en el hospital. Una dama gentil vino y
le hizo preguntas pero debido
a que no quiere ser enviado lejos dice, me caí.
Nunca dice nada más a pesar de que ya habla muy bien.
Nunca mencionó lo de la música
o como ella cantaba y gritaba
alzándolo y arrojándolo.
Él aparenta ser su pelota.
Trata de doblarse y rebotar
pero se aplasta como una fruta.
Porque ama a la Dama Triste y los moretones
de rosas rojas que le produce.
Red Roses
(Anne Sexton)
Tommy is three and
when he's bad
his mother dances
with him.
She puts on the
record,
"Red Roses for
a Blue Lady"
and throws him
across the room.
Mind you,
she never laid a
hand on him.
He gets red roses in
different places,
the head, that time
he was as sleepy as a river,
the back, that time
he was a broken scarecrow,
the arm like a
diamond had bitten it,
the leg, twisted
like a licorice stick,
all the dance they
did together,
Blue Lady and Tommy.
You fell, she said,
just remember you fell.
I fell, is all he
told the doctors
in the big hospital.
A nice lady came
and asked him
questions but because
he didn't want to be
sent away he said, I fell.
He never said
anything else although he could talk fine.
He never told about
the music
or how she'd sing
and shout
holding him up and
throwing him.
He pretends he is
her ball.
He tries to fold up
and bounce
but he squashes like
fruit.
For he loves Blue
Lady and the spots
of red roses he gives her.
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Red Roses,
Rosas Rojas,
Traducción
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Homo Lectoris 5 (Leehelenistas)
Leehelenistas
Para los griegos era más importante saber
leer que escribir. Al menos en eso los eruditos parecen estar de acuerdo. En lo
que no coinciden es en definir si prevalecía la lectura en voz alta o en
silencio. El sentido común nos inclina hacia la primera práctica ya en la
Grecia Clásica el predominio en la vida cotidiana era de los textos
utilitarios, de profesión: decretos, contratos, transacciones, discursos, demandas,
pasquines e incluso publicidad. Por otra parte, la scriptio continua (escritura continua, sin espacios
ni signos de puntuación) que se usaba entonces y se siguió usando muchos siglos
después; hace pensar que la lectura en voz alta era de mayor ayuda para
desentrañar el sentido de lo escrito. No obstante, hay evidencia de lectura
privada, silenciosa, con fines de entretenimiento. Y es que en la Grecia
antigua no todo eran libros de filosofía, retórica, tragedias, historia,
ciencias, medicina y otras tantas disciplinas consideradas como
"excelsas". No. También había libros de cocina, de carpintería al
estilo de "hágalo-usted-mismo", de consejos de belleza, de chistes y
de chismes, de confección de ropa, de diseño de acueductos, de caza, de manejo
de armas, de jardinería. Hasta libros pornográficos que por desgracia no se han
reeditado.
Sócrates desconfiaba de los libros, tal vez
por ello no escribió ninguno. Y la actividad de la lectura llegó a parecerle un
impedimento para el desarrollo de la reflexión personal, del pensamiento
propio. Un excesivo contaminarse de ideas ajenas propiciando la atrofia
intelectual, el ocio de las neuronas.
Parece que el gran filósofo atribuía a los
libros un defecto que hoy se considera una virtud: las múltiples
interpretaciones del texto, la libertad de elegir el uso del contenido. Platón,
su discípulo, secundaba -con algunas reservas- la postura de su maestro. En
cambio Aristóteles, discípulo de Platón, enloquecía por los libros.
Séneca, en sus cartas a un destinatario tal
vez ficticio llamado Lucilio, desaconseja la lectura de muchos libros sugiriendo
en cambio leer poco y en forma muy selectiva. Sus razones: leer demasiados
libros era un malgasto del espíritu, un extravío. Una disipación absurda y
nociva propia de las almas enfermas. Un proceder depravado de las mentes
desordenadas. A los que encontraban gozo en ir de un libro a otro, repetía esta
máxima: "Es propio de un estómago inapetente probar muchas cosas, las
cuales, siendo opuestas y diversas, lejos de alimentar, corrompen".
Ya entonces se quejaban de los muchos libros
en circulación. Eso no ha cambiado.
viernes, 7 de septiembre de 2012
Exposición de un coleccionista 2 (Cuadro negro)
Malévich
Cuadro negro
Para habituarse a su entorno, el autor trabajó su lienzo al natural. Diligencia no falta. Se percibe en la homogénea composición del conjunto; alarde de acromatismo que suscita un vértigo álmico. El observador se precipita en las espirales de la abolición, en una pesadilla de infinitos etcéteras. La sombra de la sombra en donde el pensamiento se oscurece. Nada para los ojos. La noche no puede detener su hemorragia.
Para habituarse a su entorno, el autor trabajó su lienzo al natural. Diligencia no falta. Se percibe en la homogénea composición del conjunto; alarde de acromatismo que suscita un vértigo álmico. El observador se precipita en las espirales de la abolición, en una pesadilla de infinitos etcéteras. La sombra de la sombra en donde el pensamiento se oscurece. Nada para los ojos. La noche no puede detener su hemorragia.
Perfecta amalgama de la realidad con el Yo
nigérrimo, aunque también podría ser una oblicua referencia al mercado negro de
obras de arte, los huevos negros de Owakudani o la bola de billar número ocho.
Un retorno a los antiguos, a la majestad pródiga y ecuménica. La genialidad
está en la omisión. Para ser un artista universal nada mejor que una obra que
satisfaga todos los gustos. Puedo decir: pomposa falta de imaginación... mas me
gana la risa.
Este óleo (número 2 en mi catálogo personal) tuve
que retirarlo de mi galería que mantengo abierta al público ya que se convirtió
en un juego obsesivo para ciertos concurrentes maniáticos, quienes, diariamente
con lupa en mano se pasaban horas examinando cada centímetro cuadrado. Algunos
incluso, pasándose de audaces, se turnaban para montarse en hombros uno encima
del otro con el fin de inspeccionar las pinceladas superiores.
Es fácil engañar al ojo. Esta pintura, en todo caso...
colgársela en el cuello como rótulo de la muerte.
¿Son estos los privilegios de la vista?
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