miércoles, 9 de mayo de 2018

Las mamás no tienen la culpa





 A mi madre, que es el primer año que estoy sin ella.

A medida que se acerca la fecha ignominiosa, las madres comienzan a experimentar un pánico helado en las rodillas, una opresión trepidante en el pecho ante la llegada del Día de las Madres.
Yo también hice espeluznantes trabajos manuales en la escuela para celebrar a mi mamá en su día. Pobre Ella, ¿qué culpa tenía?

Dos semanas antes de tan magna efeméride, bajo la tutela de maestras y maestros que más bien fungían como cómplices o incluso como cerebros de tal crimen, comenzábamos a elaborar con nuestras manitas endemoniadas y destructoras, algún artefacto tan feo como inútil para homenajear a la autora de nuestros días. A saber: un "espejo" hecho con un plato desechable de cartón pintado de color dorado con un atomizador, palitos de paleta alrededor para darle la apariencia del astro rey y una luna de espejo adherida al centro. Otro esperpento: una cosa rara confeccionada con horquillas para la ropa, recubiertas con odorífica laca oscura que a muchos volvió drogadictos, puestas simétricamente sobre una franela amarilla fosforescente, utensilio de cocina que según los adultos, servía para poner las sartenes calientes después de preparar los alimentos. Un último caso: un adorno frutal vaciado en yeso y decorado con pincelazos torpes tan horrendo que era testimonio de primera mano de nuestro fracaso futuro como artistas plásticos.

Y sin embargo, las madres se conmovían con nuestra cándida ineptitud.

Luego el asunto se ponía peor. Sí, el Día del Festival de las Madres. ¡Jesús mil veces!
En tan solemne ocasión, teníamos que llevar como de "sorpresa", el regalo envuelto en celofán para hacer la entrega oficial, por supuesto, después de unas bonitas declamaciones ("Mamá, soy Paquito, no haré travesuras") y bailables en honor de las abochornadas mamás.
Como número culminante, llegaba la hora del desayuno o merienda para terminar de agobiarlas bajo el sol febril de mayo con un calorón, sirviéndoles unos tamales mal cocidos que parecían engrudo y un vaso desechable lleno de refresco Joya de fresa o ponche (al tiempo, si me hace favor). Una rebanada de pastel de sabor indefinido pero con la crema batida de tono casi blanco.

Ya en casa, Mamá no sabía dónde colocar el bello presente. Primero, para que nadie viera semejante bodrio y, segundo, para no herir mis sentimientos. Después me abrazaba, temblándole la barbilla de la emoción y con lágrimas en los ojos: "¡Ay, m'ijo!".
Y uno correspondía amoroso al potente abrazo maternal diciendo: "Mamá... todavía tengo que pagar el dinero del material con que te hice esa pendejada".

martes, 1 de mayo de 2018

Yantar de Gesta 12 (Sopa de suela de zapato a la Chaplin)


Muy nutritiva sin lugar a dudas. Es parte de la alimentación ideal. Además, sirve para desarrollar resistencia en los dientes, en especial los incisivos. Se recomienda que la olla para el cocimiento tenga suficiente cochambre; así, el toque maestro del sabor estará asegurado. Algunos (en forma maliciosa) la llaman "sopa de indigente", pero eso indica falta de cultura gastronómica, poco amor por la buena cocina y las recetas proclives a salvaguardar la economía doméstica.
El zapato elegido para la sopa deberá registrar un alto kilometraje; por ello se recomienda recurrir al vetusto y ruinoso calzado de algún vagabundo con pie de atleta: hongos suculentos donde los haya. Entre más fétido mejor, pues de este modo se preservan óptimas las propiedades vitamínicas. Esta elección es tan importante y delicada como seleccionar un pollo o un trozo de carne porque influye en la consistencia del extracto.
Si un quiere caer un poco en lo extravagante —por no decir en el lujo—, puede agregar zanahorias muy bien picadas o cortadas en cubos y un puñado de chícharos; y ya en el súmmum del dispendio, un manojito de cilantro. Algunos chefs de prestigio recomiendan un toque de finura mediante la incorporación de una lata vacía de sardinas.
Hay que revolver en forma uniforme el exótico menjurje para que el caldo se impregne de la aromática amalgama, lo cual trae beneficios digestivos.
Todo el conjunto ha de hervirse a fuego muy lento (unos 25 minutos), sin llegar al burbujeo desmedido. La sal se adiciona al gusto pero teniendo en consideración que el principal ingrediente ya es salado por naturaleza y de sabor intenso. Un truco para engañar un poco al paladar consiste en agregar unas gotas de limón.
Este platillo puede servirse sin bochorno alguno en las mesas más postineras, ya que no sólo es exquisito y sustancioso sino que deja en el comensal una magnífica sensación de barriga llena y auténtico calor de hogar.

sábado, 28 de abril de 2018

Diez en conducta



Me corresponde este día
el comportarme muy bien,
amarrando a mi heroína
sobre las vías de un tren.

En este día me toca
un proceder intachable,
empujando a las personas
cuando atraviesen la calle.

Merezco un diez en conducta,
una estrellita en la frente,
la incómoda investidura:
aureola de buena gente.

Mostrar mi actitud modelo
me toca en esta jornada,
a algún gato callejero
pondré en su cola una lata.

El desempeño de un santo
mostraré frente a los niños:
descompondré el anticuado
carrusel de caballitos.

Merezco un diez en conducta,
una estrellita en la frente.

viernes, 13 de abril de 2018

Ojos de Pacún 3










º
prístinos ojos
como puertas sombrías
al firmamento

º
una mirada
anegada en penumbra
está soñando

º
en sus pupilas
de abismática calma
hay un enigma

º
en esos ojos
pernoctan las estrellas
—nadie haga ruido—

º
mirar sereno:
es la noche acunando
lágrimas de humo

º
ojos que irradian
una paz taciturna
sin mirar nada

º
si abres los ojos
en un duelo de luz
los astros pierden

º
alza con vida
todo lo que está inerte
con su mirada

º
ojos ambiguos
mas apáticos nunca
nunca huidizos

º
son sus pupilas
de donde el sol no mancha
con sus fulgores

jueves, 12 de abril de 2018

Estado de sitio



Estado de sitio

Débil, arrinconándome la Vida
con un trozo de vidrio en la garganta
en un sórdido túnel sin salida,

su sombra fantasmal se me agiganta;
la intrepidez se me ha desvanecido,
tengo angustia y no puedo hablar de cuánta.

Ya casi es un dialecto mi gemido,
un estertor agónico e inconexo
sin una ubicación en el olvido.

Me he humillado teatral y genuflexo
ante el Azar que toma decisiones
sin permitir el más remoto nexo

con lo que otrora fueron ilusiones,
como cuando un revés determinante
acaba con la fe de que dispones.

Muere una convicción en un instante,
un ideal de cáscara compacta
se vuelve añicos con afán mutante.

Ya con la egolatría tumefacta
ante los trances más inofensivos
toda nuestra bravura se retracta.

La penumbra no deja espejos vivos,
sólo tiene oquedad en torno suyo
y una serie de cultos expiativos.

En madriguera tal me disminuyo,
como una bestezuela temerosa
dentro de un esperpéntico capullo.

Se ha vuelto mi habitáculo esta fosa
de taciturnidad y aquejamiento
porque el mundo colérico me acosa.

Es una abdicación, no me arrepiento
de claudicar al pie de un precipicio
sitiado por un mal presentimiento.

Acontezco en un ámbito ficticio,
en medio de pretéritas quimeras
cuando a solas les hablo y acaricio.

El miedo es de costumbres pendencieras,
sientes que su negrura es un vil hado,
como un dios que aguardara a que te mueras.

Cogiendo un rumbo exótico he arribado  
a un túnel sin salida y sin retorno,
de mucho a poco y nada me degrado.

Como síntoma grave de trastorno,
creo que tengo un témpano a mi lado
a juzgar por mi gélido contorno
o tal vez por mí mismo estoy sitiado.

martes, 3 de abril de 2018

Exposición de un Coleccionista 8 (Reseña Capciosa)





Manchas y chorreaduras muy estéticas, ejemplo paradigmático del neo-abstractismo post-rupestre, un movimiento artístico derivado del embarradurismo improvisado e impulsivo que hace de la emoción sincera su principal rasgo estilístico. Con la espontaneidad como dogma, todo objeto arrojadizo capaz de salpicar es válido. Verbigracia: un huevo negro. La técnica alcanza cotas de esplendor a la contra: la destreza del descaro, el bellaco talento del ocio. Hay que dejar escurrir la inspiración. Los pintarrajeos son merecedores de una pared con preeminencia en un museo y una sesuda reseña. Este cuadro excelso se titula "Salpicón fúnebre", y por el monto que pagué por él uno podría adquirir un submarino nuclear o un telescopio satelital de última tecnología. El presupuesto de todo un año de varios países pobres. No hay que olvidar que el precio de una obra, está en función no sólo de sus atributos artísticos, sino de su procedencia: quién o quiénes han sido los poseedores de una obra tan magna; y ésta, estuvo en las manos del mismísimo Rico McPato. El nombre del ex propietario le da una magnificencia adicional a la pintura. Una creación digna de figurar en la sala de espera de un dentista.
La obra fue retocada el años pasado por su autor, con el único propósito de mejorar su indiscutible calidad.

sábado, 24 de marzo de 2018

Carta ambarina



Mi niña ambarina:

Te escribo porque extraño tu boca de dátil maduro. No me censures la analogía sentimental con que te evoco, pues por tus labios he aprendido a divinizar al tacto. Me agrada acosar a esa miel de tus besos como si fuera un niño en pos de vedadas dulzuras. Te quiero por tu rostro de sol soñoliento.
En estos últimos días me la he pasado concibiendo toda clase de extravagancias con respecto a tu imagen que parece un recinto de palomas risueñas. Esta misma carta es prueba de ello: en sus estrafalarios renglones dejo constancia de mis delirios y empeños. Hago comparaciones inauditas pero espontáneas, como cuando alabo tu cabellera insumisa que aparenta ser cómplice del viento. Ya casi no creo en mis sentidos ni en mi otrora diáfano sentido común. Me ofusco al mirarte en un ámbito de huidiza e intacta niebla, como una fantasmagórica visión que burlona me hace ademanes para que me acerque; mas te alejas una y otra vez cuando en vano extiendo mis brazos hacia ti. Contigo pero sin nadie. A tu lado pero solo en un ilógico festejo: la lluvia se desplaza hacia arriba y el amanecer surge por el sur cuando me sorprende borracho con un ramillete de flores marchitas. No nací para el alejamiento, para lo remoto inaccesible. Añoro tu cuerpo de hoguera intáctil que me envuelve en un mágico deslumbre, tu arquitectura carnal que me tortura y solivianta cuando me montas como si fuera un corcel de espuma turbia, poseyéndome cual amazona bárbara y romántica. Te echo de menos como nunca, como quien se desarraiga de su apacible morada. ¿Recuerdas que una vez comparé el ardor de no tenerte con la sed? Me hace falta tu primaveral presencia. Para contrarrestar en forma ineficaz tu partida, trazo garabatos con tu nombre. En el colmo de la exageración y el dramatismo coloco mi mejilla menos maltratada en el suelo que has pisado.

Vuelve pronto.
Tuyo.