domingo, 25 de enero de 2015

Tornados anaranjados


Para sentir angustia, nada mejor que tener a la mano un gran tornado color naranja. Me permito sugerir un trompo de esos que al girar con aterradora magnificencia, se llevan todas las certezas, los cándidos vislumbres y todo aquello que alguna vez uno consideró noble y valioso. Algunos tornados son muy contundentes en su devastación porque además poseen una cualidad hipnótica a medida que se acercan lo cual aumenta el riesgo de formar parte de su botín.
Yo sueño con tornados anaranjados desde niño y nunca he visto uno. Pero mis tornados oníricos son muy pulcros y todo lo abaten.
Relampaguean, tienen melenas eléctricas, producen un vértigo de incendio gélido. Parece que un oponente dorado del sol estuviera dentro de ellos.
Es extraño pero no siempre mis tornados vienen del horizonte y arrasan campos de trigo; a veces salen del ropero o cuando levanto una piedra pero siempre son gigantes que se tragan todo con sus revoluciones. En el remolino distingo papeles con palabras muy queridas, mi voluntad de ser, ángeles distraídos, pedacería de anhelos antiquísimos y reconocibles rostros de muertos que no están muertos.
En serio se los digo: para experimentar angustia no hay nada como un desfile de inmensos tornados anaranjados. Y los míos algún día gozarán de todo el temor, respeto y fama que se merecen.


sábado, 24 de enero de 2015

Yantar de Gesta 3 (Marilyn Monroe)


No soy ninguna inútil. Sé cocinar. Juego a hacerme la tonta, pero que no les asuste la sensibilidad que no empleo. Debo pedirle a Paty que me devuelva mis platos blancos y candelabros de plata; perdónenme por ser tan sentimental. También debo preguntarle dónde conseguir corazones de apio y cebollines. Necesito además 12 copas grandes de vino. Pero ahora viene lo más importante: cocino sin ajo. Yo misma horneo el pan francés (¿los tengo impresionados?). Esperen a que vean mi destreza al cortar en trocitos muy pequeños las nueces, las castañas y los cacahuates. De especias: romero, laurel, orégano. Un huevo duro bien troceado -esta parte me excita, no sé por qué-. Mejor dos huevos; los hombres no suelen estar muy bien provistos. El pavo se coloca en el horno a 180 grados centígrados, unos 350 fahrenheit -conozco acerca de conversiones de unidades-. Se le agrega aceite, vinagre, cebolla y las especias. Esta parte me brinda una gran seguridad emocional. Hay que ser disciplinada, no sé de dónde sacan que soy una caótica. Soy muy precisa en muchas cosas, es sólo que las cámaras me ponen un poquitín nerviosa. Me han deificado tanto como símbolo sexual que el público no me ve como cocinera. Puedo estudiar un libreto mientras preparo mi receta especial. Bien, y ahora las champiñones pero, ¡que no sean de lata! No cometan tal herejía. Los chícharos también deben ser frescos. Cocer dos horas. ¡Feliz Día de Acción de Gracias!
¡Ah! Me olvidaba: Soy valiente para amar.

Aviso de ocasión

Palabra, dime tu nombre


Se solicita una palabra
con los siguientes requisitos
edad: reciente o milenaria
con experiencia en dar alivio.

En español de preferencia
aunque no sea una egresada
de la academia de la lengua.
Inmune a la desesperanza.

Capacidad de liderazgo
que no se duerma en los laureles
que no provenga de otros labios
que tenga voz independiente.

Disponibilidad de horario
veloz en casos muy urgentes
con un sonido dulce y claro
que tras mi oreja esté pendiente.

Excelente presentación
más bella que las circunstancias
que aunque no exista salvación
me diga que no pasa nada.

Acudan las interesadas
trayendo sus solicitudes
hay contratación inmediata
el sueldo es según aptitudes.

Se solicita una palabra
con experiencia en dar alivio.

viernes, 23 de enero de 2015

Homo Lectoris 9 (El arte de la lectura)


Bajo el concepto de lectura, concibo cosas muy diferentes de lo que piensa la gran mayoría de los llamados intelectuales.
Conozco individuos que leen muchísimo, libro tras libro y letra por letra, y sin embargo no pueden ser tildados de "lectores". Poseen una multitud de "conocimientos", pero su cerebro no consigue ejecutar una distribución y un registro del material adquirido. Les falta el arte de separar, en el libro, lo que es de valor y lo que es inútil, conservar para siempre en la memoria lo que en verdad interesa, pudiendo saltarse y desechar lo que no les comporta ventaja alguna, para no retener lo inútil y sin objeto. La lectura no debe entenderse como un fin en sí misma, sino como medio para alcanzar un objetivo. En primer lugar, la lectura debe auxiliar la formación del espíritu, despertar las inclinaciones intelectuales y las vocaciones de cada cual. Enseguida, debe proveer el instrumento, el material de que cada uno tiene necesidad en su profesión, tanto para simple seguridad del pan como para la satisfacción de los más elevados designios. En segundo lugar, debe proporcionar una idea de conjunto del mundo. En ambos casos, es necesario que el contenido de cualquier lectura no sea aprendido de memoria de un conjunto de libros, sino que sea como pequeños mosaicos en un cuadro más amplio, cada uno en su lugar, en la posición que les corresponde, ayudando de esta forma a esquematizarlo en el cerebro del lector. De otra forma, resulta un bric-á-brac (decoración) de materias memorizadas, enteramente inútiles, que transforman a su poseedor en un presuntuoso, seriamente convencido de ser un hombre instruido, de entender algo de la vida, de poseer cultura, cuando la verdad es que con cada aumento de esa clase de conocimientos, más se aparta del mundo, hasta que termina en un sanatorio o como político en un parlamento.
Nunca un cerebro con esta formación conseguirá retirar lo que es apropiado para las exigencias de determinado momento, pues su lastre espiritual está encadenado no al orden natural de la vida, sino al orden de sucesión de los libros, cómo los leyó y por la manera que amontonó los asuntos en su mente. Cuando las exigencias de la vida diaria le reclaman el uso práctico de lo que en otro tiempo aprendió, entonces mencionará los libros y el número de las páginas y, pobre infeliz, nunca encontrará exactamente lo que busca.
En las horas críticas, esos "sabios", cuando se ven en la dolorosa contingencia de encontrar casos análogos para aplicar a las circunstancias de la vida, sólo descubren remedios falsos.
Quien posee, por esto, el arte de la buena lectura, al leer cualquier libro, revista o folleto, concentrará su atención en todo lo que, a su modo de ver, merecerá ser conservado durante mucho tiempo, bien porque sea útil, bien porque sea de valor para la cultura general.
Lo que se aprende por este medio encuentra su racional ligazón en el cuadro siempre existente de la representación de las cosas, y, corrigiendo o reparando, aplicará con justeza la claridad del juicio. Si cualquier problema de la vida se presenta a examen, la memoria, por este arte de leer, podrá recurrir al modelo de percepción ya existente.
Así, todas las contribuciones reunidas durante decenas de años y que dicen algo sobre ese problema son sometidas a una prueba racional en nuestra mente, hasta que la cuestión sea aclarada o contestada.
Sólo así la lectura tiene sentido y finalidad. Un lector, por ejemplo, que por ese medio no provea a su razón los materiales necesarios, nunca estará en situación de defender sus puntos de vista en una controversia, aunque correspondan los mismos mil veces a la verdad. En cada discusión la memoria le abandonará desdeñosamente. No encontrará razonamientos ni para la firmeza de sus aseveraciones, ni para la refutación de las ideas del adversario. En cuanto esto sucede, como en el caso de un orador, el ridículo de la propia persona todavía se puede tolerar; de pésimas consecuencias es, sin embargo, que esos individuos que saben "todo" y no son capaces de nada, sean colocados al frente de un Estado.

Muy pronto me esforcé por leer con método y fui, de manera feliz, auxiliado por la memoria y por la razón. Observadas las cosas bajo ese aspecto, me fue fecundo y provechoso sobre todo el tiempo que pasé en Viena. La experiencia de la vida diaria me servía de estímulo, siempre para nuevos estudios de los más diversos problemas. Cuando, por fin, estuve en situación de poder fundamentar la realidad en teoría, y sacar la prueba de la teoría en la práctica, estuve en condiciones de evitar el exceso de apego a la teoría, o descender demasiado en la realidad.
De esta forma la experiencia de la vida diaria en ese tiempo, en dos de los más importantes problemas, aparte del social, se volvió definitiva y me sirvió de estímulo para el sólido estudio teórico.


(Extracto del Capítulo 2 de "Mein Kampf")



Epigrimas



Epi: del griego "en", "sobre"

Grima: desazón, disgusto, rabia, sensación desagradable




Xenia 1

(Pañuelo de regalo)

Narigón Pontiliano, son tus mocos

elásticos, tan largos como pocos.

*


Denominación de origen


La codicia del tabernero Incróspito,

lo ha convertido en hábil milagrero:
puede estirar un ánfora de vino
y trocarla en veinte de agua.

*


Pedĕre Artis


Es popular la anomalía de nuestros senadores, Gárrulo,

en la vastedad de la república.
Dinámicas mandíbulas de efecto soporífero.
Al hablar exhalan flatulencias,
al peerse expelen articulada jerigonza de pujidos.

*


Xenia 2

(Pobreza)

No tengo dinero, Sulpicia.

Poseo tan solo flores
que te ofrendo como un detalle 
onomástico. ¿Me las compras?

*


Horóscopo


Charlatana Pitonisa, los astros [Saturno tu regente,

alineado con...]
no fueron propicios y mintieron
sobre mi suerte en campaña:
herido en combate.
Que te embista un toro o te envenene un escorpión.
Que se te atore en la garganta la espina de un pescado
o una cabra muela a topes tu trasero.
Por lo menos que cangrejo te pellizque entre las ingles.

*


Xenia 3

(Dádivas)

Me pides que no te envíe

mis regalos, cruel Sulpicia,
acompañados de versos
porque te parecen nimios
(los versos no los obsequis).
Fiel a lo que te conviene,
siempre eliges lo prosaico
en vez de mis rollos épicos
que son como los de Homero.

*


Magna moralia


Lo que herido he admirado, cruel Sulpicia,

de tu ebúrnea, lozana y dulce piel,
ha sido su metódica constancia,
porque siempre en mi ausencia me es infiel.

*


Cirugía estética


Te han metido cuchillo en el abdomen

y la grasa, Sulpicia, que albergaba,
la injertaron cual rúbrica adiposa
para moldear tus firmes nuevas nalgas.

*


Salón de belleza


En manos de las ninfas que acicalan tus rizos,

malgastas tiempo y dracmas con revistas de moda,
calibrando una dieta y un nuevo maquillaje.
¿Eso es vivir, Sulpicia? ¿Esclava de tu cutis?
Joven eres y sobran en tu faz los menjurjes.
Despilfarra otra cosa: tu cuerpo y tus caricias,
que habemos en la calle mendicantes de besos
raudos para consumir tus bocales migajas.

*


Pasmarote


Eres tan distraída, Sulpicia, que todo lo dejas abierto.

El grifo, la puerta, los cajones, los frascos,
las preguntas, los paréntesis,
las posibilidades.
Las piernas.








jueves, 22 de enero de 2015

Nunca intentes timarme con un beso (Sylvia Plath)



Nunca intentes timarme con un beso
Fingiendo que las aves no se irán:
Se reirá el moribundo con desprecio.

La piedra un antifaz cordial se ha puesto
Y hay castas junto a Venus la sensual:
Nunca intentes timarme con un beso.

Dice el doctor que es suyo el sufrimiento,
Los pacientes lo dejan perorar;
Se reirá el moribundo con desprecio.

Temen atrofia atléticos solteros,
La solterona llora en el hastial:
Nunca intentes timarme con un beso.

La eterna sierpe, afable, ofrece el cielo
A niños que desean bienestar;
Se reirá el moribundo con desprecio.

Tarde o temprano llega un mal suceso;
Las aves lían fardos y se van.
Nunca intentes timarme con un beso:
Se reirá el moribundo con desprecio.

&

Never try to trick me with a kiss
Pretending that the birds are here to stay;
The dying man will scoff and scorn at this.

A stone can masquerade where no heart is
And virgins rise where lustful Venus lay:
Never try to trick me with a kiss.

Our noble doctor claims the pain is his,
While stricken patients let him have his say;
The dying man will scoff and scorn at this.

Each virile bachelor dreads paralysis, 
The old maid in the gable cries all day:
Never try to trick me with a kiss.

The suave eternal serpents promise bliss
To mortal children longing to be gay;
The dying man will scoff and scorn at this.

Sooner or later something goes amiss;
The singing birds pack up and fly away;
So never try to trick me with a kiss:
The dying man will scoff and scorn at this.

Sylvia Plath

Ferdinando el toro




Ferdinando es un toro gentil y exquisito, casi aristocrático. Repudia el zangoloteo y esos alardes de machos sudorosos. ¿Para qué tantos topes? ¿Para qué tanto brinco estando el prado tan parejo? Los demás toros, con fanfarronería, se empeñan en imponer su frenesí y mostrar la presteza de sus astas. Pero no Ferdinando. Él es refinado y prefiere el encanto de las flores silvestres. Introspectivo, parece un buda esperando la iluminación debajo de su alcornoque favorito. Mira con fijeza el horizonte y de cuando en cuando hace una pausa para aspirar el aroma de las flores que lo circundan. Le gusta la sutileza de los efluvios fragantes. Es un sibarita, el Epicuro de la manada. Los demás toros buscan nombradía, reconocimiento a su bravura y trapío. Pero no Ferdinando.

¿Se imaginan a Ferdinando en las fiestas de San Fermín? Los demás toros tratarían de embestir con sus pitones amenazantes a los corredores durante el encierro, soberbios entre los vítores de la multitud. Pero no Ferdinando. Seguramente permanecería contemplativo en el corral, tras la valla de su mansedumbre.

Ferdinando es un cuento de Munro Leaf que Walt Disney llevó a la pantalla mediante una colorida, exuberante animación. Ganó el Oscar de la Academia como mejor cortometraje en 1938. Dicen que creadores, dibujantes y guionistas acudieron a la ceremonia, seducidos por las taurinas galas hollywoodenses. Fueron también a lucirse a mitad del ruedo tras el paseíllo de la prensa.
Pero no Ferdinando.