Más sola que una infinita pantalla negra. O el vacío en su versión cinematográfica. Luces, cámara. Tienes el papel protagónico en medio de una chusma frenética que te arranca el vestido mientras recitas a Whitman sobre un podio. No estés triste. También eres la máxima atracción del circo. La desnudista sobre la cuerda floja. Nada de sombrilla, solo Chanel No. 5 para mantener el equilibrio. Recuerda siempre dos consignas: no mirar hacia abajo e ir de rubia en todos los ángulos. Al final tendrás que suicidarte. Perdona si nos encogemos de hombros. Son exigencias del libreto.
Con lágrimas que saben a champaña
humedeces tus pechos y tu abrigo,
tus cejas interrumpen su castigo
seductor y su efecto de guadaña.
Tu diamante más íntimo se empaña
y el magnate se ha vuelto tu enemigo:
a los estrenos no va más contigo,
tu saldo en rojo prueba que te engaña.
Despides a tu pérfida amanuense
de un portazo después de la noticia
y cae la estrella de tu camerino.
Esa noche fatídica, el forense,
recoge un frasco y corta por codicia
un haz de tu melena de platino.
Corazones Solitarios
Mujer sencilla, treinta años, bien en todos los sentidos y que hasta ahora ha sido muy puesta a prueba sentimentalmente, ingresos medios de quinientos mil dólares al año, busca señor, incluso calvo, honesto y sensible, para fundar un hogar prolífico. Escribir a Marilyn Monroe, Sutton Place, Nueva York.
Anuncio pagado por Marilyn y publicado en la prensa neoyorkina en 1955. Nadie le respondió.